Más de 1.100 personas murieron en las primeras horas de la guerra que comenzó el sábado, cuando Hamas lanzó una ofensiva militar contra Israel, que incluyó el bombardeo masivo de localidades y ciudades cercanas a la Franja de Gaza y además el ingreso de comandos palestinos al territorio israelí.
Este domingo las autoridades israelíes informaron que alrededor de 700 personas entre civiles y militares murieron por las acciones de Hamas, más de 2.000 resultaron heridas y se estima además que aproximadamente un centenar de personas fueron secuestradas y llevadas hacia Gaza. Por su parte el Ministerio de Salud del gobierno de Hamas de Gaza informó que los muertos por los ataques israelíes contra ese territorio palestino son 431 y los heridos alrededor de 2.500.
Los elevados números de muertos y heridos en tan pocas horas dan una idea de que el que está en curso puede convertirse en un largo y muy sangriento enfrentamiento bélico, que ayer seguía en varias localidades israelíes cercanas a Gaza donde aún estaban combatientes palestinos.
El ataque inicial de Hamas tomó a Israel totalmente por sorpresa. La inteligencia israelí que suele jactarse de tener vigilado y controlado los movimientos de sus enemigos palestinos no tenía el menor indicio previo. En el último día festivo de toda una semana de feriados los puestos de vigilancia militar alrededor de Gaza estaban cubiertos de manera parcial.
No es que Israel no despliegue fuerzas militares todos los días y horas del año, sino que el grueso de las tropas disponibles estaba concentrado en las zonas de fricción entre milicias de colonos israelíes y habitantes palestinos en Cisjordania.
El aumento de la violencia cotidiana en Cisjordania que cobra vidas humanas a diario y las provocaciones de extremistas israelíes que insistieron en subir a la explanada de las mezquitas en Jerusalén llevaron el foco de atención de las fuerzas de seguridad israelíes. El ataque coordinado de fuerzas comando con lanzamientos de misiles demostró una muy alta capacidad militar alcanzada por Hamas. Y desmoronó varias concepciones fijas de la conducción política y militar de Israel.
Tras completar los alambrados y muros circundantes con la construcción de un sistema subterráneo de obstáculos que impiden la excavación de túneles, el primer ministro Benjamin Netanyahu se había jactado de que la frontera con Gaza estaba sellada. Sitiado efectivamente por la marina israelí, sólo quedaba a las organizaciones armadas de ese pequeño enclave palestino el uso de misiles, al cual Israel respondía con bombardeos aéreos y minimizando el daño de los misiles con su sistema de defensa aérea.
La concepción era que Gaza podía quedar encerrada y dependiente de la disposición israelí a permitir el ingreso de productos, materias primas y electricidad y la exportación de su muy limitada producción y que de esta manera más de dos millones de palestinos hacinados quedaban neutralizados para lo que las fuerzas gobernantes de Israel consideran como su principal foco de enfrentamiento, el extender y consolidar su dominio en Jerusalén y en los territorios de Cisjordania.
A pesar de que sucesivamente los misiles desde Gaza dejaban claro que las organizaciones palestinas no estaban resignadas, los dirigentes políticos y militares de Israel se adormecieron con su propio relato. Y la población israelí, en el entendible afán por llevar una vida normal, también se adormeció tras sus dirigentes.
Alrededor de mil jóvenes que participaban en una enorme fiesta electrónica a unos 200 metros de la frontera con Gaza y a 500 metros de algunos de los campamentos de refugiados más empobrecidos en una zona desértica cerca de un kibutz son una evidencia de ese afán israelí de vivir normalmente ignorando la anormalidad que soportan sus vecinos.
Aproximadamente 250 de esos jóvenes fueron asesinados en el ataque sorpresivo de Hamas que comenzó sobre las 6.00 del sábado y decenas de ellos fueron capturados y conducidos como rehenes hacia territorio gazatí.
La segunda concepción fija que Netanyahu heredó de Ariel Sharón, primer ministro israelí entre 2001 y 2006, era que la presencia de Hamas en el poder en Gaza era una ventaja estratégica que debilitaba a la Autoridad Palestina y neutralizaba reclamos y presiones para acuerdos de paz.
Efectivamente, la división palestina entre una conducción pragmática y moderada de Fatah que domina a las ciudades-enclaves en Cisjordania bajo la Autoridad Palestina y el gobierno islámico de Hamas en Gaza sirvió como pretexto perfecto para desanimar presiones internacionales y para desmoralizar a los propios palestinos. Israel hizo todo lo posible para consolidar esa división palestina, llegando a pactar con Hamas una y otra vez, tras sucesivas rondas de enfrentamientos, asegurándole financiamiento qatarí.
En las rondas bélicas, Israel bombardeaba las capacidades ofensivas de Hamas, pero evitaba destruir sus organismos de control interno en Gaza. Ahora queda en evidencia que la consolidación de Hamas en Gaza puede convertirse en un serio peligro para Israel. El gobierno israelí se encuentra ante una encrucijada. Declaró la guerra, pero no aclaró sus objetivos político-militares y principalmente dejó incierta su actitud ante el gobierno de Hamas en Gaza.
La otra concepción que se desmoronó el sábado fue la ilusión del presidente estadounidense, Joe Biden, de que, por medio de un acuerdo entre los principales aliados de Estados Unidos en la región, Israel y Arabia Saudita, se podía recomponer su hegemonía y competir con las rutas comerciales transregionales que está desarrollando China.
Esta concepción imperial complementaba la ilusión israelí de poder llegar a la normalización política con los países árabes conservadores saltando por encima e ignorando a la cuestión palestina. Pase lo que pase ahora, la cuestión palestina, la situación política y humana irresuelta de millones de palestinos, no podrá ser ignorada en cualquier reordenamiento regional posterior. Mientras tanto, hay varias incógnitas abiertas.
No se sabe si el conflicto bélico con Hamas arrastrará o no más enfrentamientos en Cisjordania donde desde hace un par de años se libra una constante guerra de baja intensidad que como promedio ha costado la vida de dos palestinos cada día, mayoritariamente civiles, y de dos israelíes por semana, colonos, soldados o visitantes ocasionales.
Con la presencia en puestos claves del gobierno israelí de políticos extremistas que pregonan la colonización y la limpieza étnica de palestinos están dadas las condiciones para que esta situación se agrave rápidamente. Hamas también lo intentará en su afán por derribar a sus rivales de la Autoridad Palestina. Estos intentarán navegar con moderación y prudencia en medio de la tormenta desatada, apelando a la comunidad internacional, que muy limitada protección les ha dado.
Las atrocidades cometidas por los comandos de Hamas contra civiles no le ayudan en ese sentido. Tampoco está claro si Hezbolá, la milicia chiita del Líbano, se incorporará o no a la guerra contra Israel, si bien este domingo hubo intercambio de misiles entre la rama militar de la organización y las fuerzas israelíes, aunque sin víctimas.
Por un lado, en los últimos dos años, tras la finalización del conflicto armado en Siria, que necesariamente alejaba fuerzas sunnitas como Hamas de chiitas como Hezbolá, hubo un publicitado acercamiento basado en concepciones comunes de guerra prolongada contra Israel. Además, Irán, su principal patrocinador, alienta enfrentamientos con Israel. Por el otro, Hezbolá es también una fuerza política que forma parte del establishment libanés y tiene sus propios intereses y sus tiempos que considerar. Líbano es un país que en el aspecto económico está prácticamente destruido y el acuerdo con Israel para la explotación de gas frente a sus costas es una de las principales perspectivas de recuperación.
La apertura de un frente norteño con Hezbolá, ante milicias chiitas en Siria o contra fuerzas palestinas de los campos de refugiados en el Líbano, implicará para Israel un gran y complejo esfuerzo bélico combinado y costos humanos altísimos para todas las partes involucradas. Tampoco está claro si las grandes tensiones entre judíos y árabes dentro de Israel, agravadas por provocaciones racistas de sectores de la ultraderecha, se convertirán en otro foco de hostilidades.
No faltan los provocadores que así lo desearían como el ministro de Seguridad Interna, Itamar Ben-Gvir, que encabezó provocaciones en 2021, pero tanto la dirección política de la población árabe como los sectores más razonables del gobierno desean evitarlo. Es difícil saber cómo la dinámica del derramamiento de sangre en Gaza y su posible extensión a Jerusalén y Cisjordania pueden afectar la muy tensa relación cotidiana dentro de Israel.
Tácticamente, tampoco queda claro cómo la presencia de decenas de rehenes israelíes en Gaza limita o no su capacidad ofensiva. Por ahora se iniciaron fuertes bombardeos aéreos contra objetivos de Hamas e Israel interrumpió el abastecimiento de electricidad a Gaza.
En el terreno político, la primera acción dentro de Israel fue unirse contra el ataque enemigo. Las protestas contra la reforma judicial fueron suspendidas y los principales dirigentes opositores, Yair Lapid y Benny Gantz, ofrecieron su incorporación al gobierno mientras dure la guerra.
Sobre este tema, el diario Haaretz informó que este lunes representantes del gobierno de Netanyahu se reunirán con integrantes del partido Unidad Nacional de Gantz para analizar su posible inclusión al Ejecutivo, aunque únicamente mientras dure esta guerra, de acuerdo a lo que puntualizaron voceros del sector opositor.
La sociedad israelí está profundamente conmovida y dolida por las masacres de civiles indefensos a manos de Hamas. Pide venganza contra el gobierno de Gaza y a la vez explicaciones al suyo por los gruesos fallos de sus sistemas de seguridad. La evidente inoperancia se extiende a la administración central de los sistemas de transporte y de sanidad pública que no estuvieron a la altura de la emergencia y reaccionaron tarde y mal.
En materia informativa, durante largas horas la opinión pública israelí recibió más información de fuentes palestinas y de las redes sociales que de sus propios canales de televisión. La sensación de seguridad en la que se basa la supuesta normalidad en la existencia israelí ha sido seriamente trastocada.
El hecho de que durante varias horas comandos de Hamas hayan controlado dentro de territorio israelí varios kibutz, una base militar y una estación de policía causaron un impacto psicológico muy fuerte en la población israelí.
Gerardo Leibner, desde Tel Aviv.