La mayoría de los ciudadanos argentinos eligieron a Javier Milei como presidente en la segunda vuelta electoral celebrada este domingo. El candidato de La Libertad Avanza consiguió el 55,69% de los votos contra el 44,30% del actual ministro de Economía y postulante de la coalición oficialista Unión por la Patria, Sergio Massa.

La enorme crisis en la que se encuentra Argentina, con un porcentaje de pobreza que ronda el 40%, con casi 10% de indigentes y con una inflación enorme que aprieta directamente de manera cotidiana el bolsillo de la mayor parte de la población, tuvo un peso mucho mayor que las promesas hechas por el candidato que está, precisamente, al mando del gobierno huérfano que en los papeles lidera el ausente Alberto Fernández.

Los números son claros y evidentes: los argentinos votaron por un cambio, aunque no esté para nada claro qué implica. Porque la enorme mayoría de las propuestas presentadas por quien desde el 10 de diciembre ocupará el sillón de Rivadavia en la Casa Rosada, como por ejemplo la dolarización, la eliminación del Banco Central o el rompimiento de relaciones diplomáticas con China y Brasil, son simplemente imposibles de llevar a la práctica.

Las incertidumbres respecto a lo que viene son enormes.

Este lunes en Argentina es feriado, se celebra el Día de la Soberanía Nacional en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado de 1845, por lo que se espera con una enorme expectación lo que sucederá el martes en los mercados, previendo que el dólar paralelo tenga un sensible repunte.

También se espera saber quiénes ocuparán los ministerios en el gobierno del ultraderechista, que fue sumamente reservado sobre el tema durante toda la campaña. Hay muchos nombres en la vuelta, pero para llegar a una decisión definitiva será clave la posición del otro gran ganador de la jornada electoral, el expresidente Mauricio Macri, quien desde que Milei pasó al balotaje se acercó a su espacio político para ejercer un rol de articulador de privilegio.

Apenas pasadas las 22.00, previamente presentado por su hermana Karina, a quien llama “el jefe”, Milei dio su discurso triunfal en un escenario ubicado en el lugar en el que está viviendo desde hace más de un mes, el Hotel Libertador, situado en la zona de Retiro.

Con una actitud calma, acomodó los micrófonos y sus lentes antes de leer el discurso. Sus seguidores gritaron: “¡Libertad, libertad, libertad!”. Luego alguien le preguntó: “¿Javier, sos presidente sí o no?”. “Parece que sí”, respondió.

“Hoy comienza la reconstrucción de Argentina”, dijo al inicio, y aseguró que la de este domingo fue “una noche histórica” para el país. Luego agradeció a su equipo por hacer “el milagro de tener un presidente liberal, libertario”. También agradeció a su hermana Karina, sin la cual “nada de esto hubiera sido posible”, y a su consejero Santiago Caputo, un “gigante que me ha acompañado a lo largo de este proceso, que suele mantenerse en la oscuridad”, y que, según Milei, es el “verdadero arquitecto de todo esto”.

Asimismo, agradeció a su partido y a los fiscales electorales, que “pusieron el cuerpo para defender los votos” este domingo. “Porque dijimos que los votos estaban, pero había que cuidarlos”, apuntó. Por último, agradeció a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich, quienes, “desinteresadamente y en un acto de grandeza, pusieron el cuerpo” para que fuera posible “el cambio que la Argentina necesita”.

“Hoy comienza el fin de la decadencia argentina. Hoy empezamos a dar vuelta la página de nuestra historia”, expresó, y continuó: “Hoy se termina el modelo empobrecedor del Estado omnipresente”, “la idea de que el Estado es un botín a repartirse entre los políticos y sus amigos”, la “visión de que los victimarios son las víctimas y las víctimas los victimarios”.

“Hoy volvemos a abrazar las ideas de la libertad, las ideas de [Juan Bautista] Alberdi” y las ideas de “nuestros padres fundadores”. “Esas ideas se basan en tres premisas muy simples: un gobierno limitado –y quiero que quede claro esto: que cumple a rajatabla con los compromisos que ha tomado–, respeto a la propiedad privada y comercio libre”.

Luego criticó el “modelo empobrecedor de la casta”, cuyo resultado es el nivel de pobreza en Argentina. Según Milei, “hoy volvemos a abrazar el modelo de la libertad para ser una potencia mundial”.

Por un lado, se mostró conciliador al invitar a los argentinos y dirigentes políticos, sin importar “qué hayan hecho antes”, a integrarse a “la nueva Argentina”. Dijo que “serán bienvenidos”, dado que es “más importante lo que nos une que lo que nos separa”. Por otro lado, se dirigió a la porción de la población que espera que se resista a los cambios que quiere aplicar: “A todos ellos quiero decirles lo siguiente: dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”. Con ellos, aseguró, “vamos a ser implacables”. “En esta nueva Argentina no hay lugar para los violentos, los que violan la ley para defender sus privilegios”.

Respecto a las medidas que tomará su gobierno, dijo que serán “drásticas” y que no hay lugar para “gradualismos” y “medias tintas”. “Si no avanzamos rápido con los cambios estructurales que la Argentina necesita, nos dirigiremos derecho a la peor crisis de toda nuestra historia”, auguró.

Sobre el final, dijo que “se ha terminado una forma de hacer política y comienza otra” y que el futuro para su país es posible, pero sólo si “ese futuro es liberal”. Prometió, además, que Argentina volverá a ser una “una potencia mundial”.

“No podía terminar de otra manera: ¡viva la libertad, carajo! ¡Dios bendiga a los argentinos!”, se despidió. Al cierre sonaba “Se viene el estallido”, de Bersuit Vergarabat.

Clima urbano

El domingo porteño, con temperatura de primavera casi veraniega, invitaba a salir a la calle.

A las 16.00 ya había una pequeña multitud congregada en la esquina del comando de Sergio Massa, el Complejo C, un precioso y amplio centro cultural ubicado en el límite de los barrios Villa Crespo y Chacarita, convertido, como lo había sido en la primera vuelta, en el lugar de reunión de la plana principal del oficialismo para aguardar los resultados.

Predominaban en la manifestación, que se fue agrandando mucho con el correr de las horas, las organizaciones sindicales, principalmente centenares de militantes de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina, la UOCRA, uno de los sindicatos de trabajadores con mayor poder de movilización, que coparon el lugar y que se colaron al pie del estrado en el que esperaban que entrada la noche hablara Massa ya convertido en presidente. También estaban presentes las columnas de otros sindicatos y también de varias agrupaciones políticas y sociales, el Movimiento Evita, La Cámpora, el Partido Obrero, Barrios de Pie y agrupaciones feministas, entre otras.

El clima era festivo y pocos sospechaban lo que les esperaba.

A 150 metros de distancia, dentro del búnker massista, en la zona de prensa, con el paso de las horas la incertidumbre iba creciendo, pero, de entrada, la primera declaración pública que ofrecieron en calidad de portavoces el ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, junto con la senadora kirchnerista Juliana Di Tullio dejó en el aire una sensación de cautela excesiva muy parecida al derrotismo.

Votantes de Sergio Massa, tras las elecciones presidenciales.

Votantes de Sergio Massa, tras las elecciones presidenciales.

Foto: Juan Mabromata, AFP

Esta sensación se exacerbó media hora más tarde, sobre las 19.00, cuando los que oficiaron como portavoces del oficialismo fueron la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, y el diputado Héctor Daer, quien también es actualmente uno de los tres dirigentes principales de la Confederación General del Trabajo (CGT).

Fue Daer el que, casi en un acto fallido, dijo que había que “reconocer” los resultados, aunque casi enseguida, ante la única pregunta que surgió, dijo tener, con una convicción próxima a cero, “optimismo”.

Ahí la cosa pareció quedar clara: la mano venía realmente torcida para Massa, algo que ratificaban todas las informaciones que iban llegando al lugar.

En cambio, en el comando de Milei, ubicado en la intersección de la avenida Córdoba y Maipú, estaba claro que ese era el escenario de los vencedores. Las banderas argentinas mezcladas con las amarillas con la imagen del león dominaban la escena, pero también había algunos estandartes propios de la futura vicepresidenta, la abogada Victoria Villarruel, que mostró que también tiene una militancia propia.

Exactamente a las 20.12, Sergio Massa dio un discurso en el que reconoció la derrota.

“Me he comunicado con Javier Milei para felicitarlo porque es el presidente que la mayoría eligió para los próximos cuatro años. Lo más importante que les tenemos que dejar a los argentinos es el mensaje de que la convivencia, el diálogo y el respeto por la paz frente a tanta violencia y descalificación es el mejor camino que podemos recorrer”, manifestó el candidato oficialista.

“Desde mañana, la responsabilidad, la tarea de dar certezas, de transmitir garantías sobre el funcionamiento político, social y económico es responsabilidad del presidente electo”, manifestó.

“Entiendo a aquellos que por ahí sienten desilusión, enojo en esta noche. Quiero decirles desde lo personal que traté de dejar todo lo mejor de mí en esta campaña, que lo hice convencido porque amo profundamente a la Argentina, de la misma manera y con la misma intensidad con la que amo a mis hijos”, manifestó.

“Hoy termina una etapa en mi vida política”, anunció el candidato. Y añadió: “Seguramente la vida me depare otras tareas y otras responsabilidades, pero sepan que siempre van a contar conmigo”. Al final, agradeció a los 11 millones de argentinos que lo votaron, que tienen la “convicción de defender ese país inclusivo en el que creemos”.

Las palabras de Massa fungieron de resorte de la marea mileísta, que desató su celebración desenfrenada, que comenzó a lanzar uno tras otro todos sus hits: “Libertad, libertad”, “La casta tiene miedo” y otras especies por el estilo, incluyendo amenazas de encarcelamiento a la vicepresidenta, Cristina Fernández.

Había abrazos, llantos y emociones sinceras.

Era la celebración de una mayoría inesperada hasta hace muy poco, pero que la realidad se encargó de convertir en una rotunda mayoría.