En un comunicado de prensa publicado este domingo, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, pidió perdón a toda la sociedad, “pero sobre todo a los familiares de las víctimas”, por los “errores del Estado” tras el choque de trenes ocurrido en la noche del martes, que causó la muerte de 57 personas y heridas a centenares.

El siniestro se produjo cuando un tren que transportaba aproximadamente a 350 pasajeros desde Atenas hacia Salónica chocó de frente contra otro tren, de carga, que venía por el mismo carril, pero en el sentido opuesto. El impacto se produjo en la localidad de Tempe, muy cerca de la ciudad de Larissa, en el centro del país. Según informó El País de Madrid, esta fue la catástrofe ferroviaria más grande en la historia de Grecia y la peor en el continente europeo desde 2013, cuando un tren se descarriló muy cerca de la ciudad gallega de Santiago de Compostela, causando la muerte de 80 personas.

“Como primer ministro, les debo a todos, pero sobre todo a los familiares de las víctimas, una gran disculpa. Tanto a título personal como en nombre de todos los que gobernaron el país a lo largo de los años”, dijo Mitsotakis y agregó que el Gobierno “no debe esconderse detrás de un error humano”.

Esto último parece haber sido sin duda un reproche a sí mismo, ya que durante días el jefe de Estado griego atribuyó el hecho al jefe de estación de la estación de Larissa, un hombre de 59 años que fue detenido y está acusado de homicidio involuntario por negligencia y lesiones corporales graves por negligencia. El funcionario negó haber actuado mal y dijo que el accidente, que se produjo después de que los dos trenes circularan en la misma vía en direcciones opuestas durante varios kilómetros, se debió a una posible falla técnica.

“En Grecia, en 2023, no es posible que dos trenes circulen en sentido contrario en una misma vía y que nadie se dé cuenta”, sentenció Mitsotakis, de 55 años, quien es primer ministro desde 2019, cuando llegó al poder al frente del partido derechista Nueva Democracia.

El jerarca remarcó que habrá una investigación judicial rápida para esclarecer las responsabilidades y adelantó que el Ministerio responsable anunciará nuevas medidas en pocos días para mejorar la seguridad de los ferrocarriles, en los que miles de griegos viajan todos los días.

La tragedia fue seguida de una ola de indignación, porque los sindicatos de trabajadores de los ferrocarriles griegos habían realizado varias advertencias a funcionarios gubernamentales por las deficiencias crónicas en el sistema de la red ferroviaria del país, tales como la falta de personal y de sistemas de seguridad modernos. 

La situación tuvo una primera consecuencia política el miércoles, que fue la renuncia del ministro de Transporte Kostas Karamanlis, quien antes de despedirse del cargo reconoció que el sistema ferroviario griego “no está a la altura de los estándares del siglo XXI”. “Cuando ocurre algo tan trágico, es imposible continuar y pretender que no ocurrió. Esto se llama responsabilidad política. Por esta razón, anuncio mi dimisión como ministro de Infraestructura y Transporte”, agregó Karamanlis, de acuerdo a lo que consignó la BBC.

El descontento popular se reflejó en el comienzo de una ola de protestas callejeras en varias ciudades del país. El domingo, medios locales informaron que alrededor de 10.000 personas se concentraron en el centro de Atenas en el marco de una protesta convocada por los sindicatos de los trabajadores ferroviarios, a los que se sumaron otras centrales sindicales, además de partidos políticos, otras fuerzas sociales y particulares.

“Sus políticas cuestan vidas” se podía leer en una de las pancartas que mostraban los manifestantes, mientras que otra acusaba al Gobierno de ser “asesino” y muchos de los participantes en la marcha llevaban globos negros en señal de luto.

Si bien la movilización comenzó siendo pacífica, en la céntrica Plaza Sintagma, situada frente al Parlamento, algunos manifestantes comenzaron a tirar piedras, bengalas y cócteles molotov, y las fuerzas de seguridad respondieron lanzando gases lacrimógenos, generando una situación caótica que se extendió por varias calles del centro de la capital griega.