Que Massa, que Bullrich, que Larreta y Milei. En una semana son las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en Argentina, un gigantesco ensayo que permitirá que las encuestadoras sean puestas a prueba, pero que sobre todo definirá quiénes serán los candidatos que en octubre irán por la presidencia, entre otros cientos de cargos. Será una encuesta oficial y a cielo abierto: el 13 de agosto a la noche se sabrá finalmente si se comprueba la tesis de los tres tercios por la emergencia del libertario Javier Milei, o si bien se sostiene el antiguo parámetro de polarización entre el kirchnerismo-peronismo y el antiperonismo que expresó el macrismo en los últimos años.

“Eso no creo que lo sepa nadie”, asegura a la diaria el politólogo Martín D’Alessandro, vicepresidente de la International Political Science Association y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Y añade: “Las encuestas ya han dejado de ser un buen predictor. Dicho esto, el clima pareciera indicar que La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei, estaría perdiendo fuerza en las últimas semanas debido a dos razones fundamentales: la recuperación de Juntos por el Cambio a partir de algunos buenos resultados electorales en varias provincias, y, en segundo lugar, por sus opacos acuerdos con su denostada ‘casta’ (incluida la compraventa) para completar los cargos en las listas en varios municipios”.

En ese sentido, pero más contundente, opina el politólogo e investigador de la Universidad de Lisboa Andrés Malamud, para quien será refrendado el esquema “bifrentista” que pone de un lado al oficialismo y del otro al antiguo oficialismo de Juntos por el Cambio. También para la periodista y analista política Noelia Barral Grigera, que cubre la política argentina desde hace más de una década, los tres tercios “han quedado atrás”, pero, a diferencia de la mirada de D’Alessandro, cree que la principal causa ha sido “el ordenamiento del peronismo”, dado que Milei compite con votos de la exministra Patricia Bullrich, pero a la vez le disputa votos de sectores populares al peronismo. También suma los furcios y errores propios de Milei en “sus propuestas de venta de órganos, venta de niños, libre portación de armas” y las denuncias sobre venta de espacios en las listas.

Aun así, el aroma de la discusión electoral tiene “fragancia a Milei”, dice el analista y fundador de la revista Panamá Martín Rodríguez. “Él formateó la discusión electoral de este año. Metió sus ideas por debajo de la puerta. Tal vez la polarización es un patovica que lo deja afuera, puede ser. Me da la sensación de que incluso los operadores mediáticos que lo sostuvieron le han soltado la mano, que han hecho apuesta común hacia la polarización, pero hay que ver qué pasa”, advierte.

Estas primarias, que se instalaron en Argentina desde 2009 y rigen en las elecciones desde 2011 en adelante, tienen la particularidad de que, a diferencia de Uruguay, por ejemplo, son obligatorias no sólo para todos los partidos que quieran participar en la elección general, sino que obligan compulsivamente a todos los ciudadanos a votar a los candidatos de cada partido. Hasta este año, en realidad, no definían tanto porque los principales participantes resolvían candidatos de unidad –con la excusa de no debilitarse públicamente–, pero esta vez no hubo candidaturas de consenso. Al menos no en el oficialismo, ex Frente de Todos y hoy Unión por la Patria, que engloba a peronistas de distintos colores, incluidos el kirchnerismo, el massismo y el albertismo (si es que aún existe algo así). Tampoco pudo consensuar candidatura el macrismo, que ya no existe como corriente hegemónica en Juntos por el Cambio. Es así que al menos dos de las principales corrientes políticas actuales dirimirán sus candidatos en unos días y de cara al público.

La coyuntura y después

En un marco en el que Argentina continúa profundizando la crisis económica y política que encuentra a más de 40% de la población bajo la línea de la pobreza, con una inflación por encima del 100% anual, que amenaza con orillar el 140% a fin de año, y un creciente rechazo a los partidos, lo que vendrá es, probablemente, un ajuste. El propio oficialismo, con el ministro de Economía, Sergio Massa, al frente, acaba de acordar con el Fondo Monetario Internacional en un recetario que incluye recorte fiscal, freno a la emisión monetaria y, posiblemente, retracción de planes sociales. Es probable, eso sí, que un recorte peronista sea más gradual que la propuesta de Bullrich o Milei, que anuncian una eliminación feroz del gasto público.

Ante este panorama negativo, para Barral Grigera las chances de Massa como candidato están precisamente en que “él no es Alberto Fernández”, e incluso el presidente está apartado de la campaña: “Ese silencio presidencial es un activo en este momento”. Para Malamud, “lo que está en disputa es quién manda, pero la receta es la misma: ajuste y pacto exportador o trayectoria decadente”. Aunque incierto, dice, es improbable que Massa logre el milagro de ser elegido en un panorama como el actual: el ministro de Economía debe explicar cómo contendrá la inflación y cómo resolverá los problemas que hoy mismo no puede resolver.

Barral Grigera explica que “la única chance de Massa es en un balotaje”, y advierte que “Juntos por el Cambio gobernó hasta hace muy poco también y está en la memoria colectiva que fue un gobierno muy malo”. Y aporta dos lecturas “razonables” que tienen los operadores de Unión por la Patria: “Una es que le conviene llegar frente a Patricia Bullrich, porque lograría retener al electorado duro del kirchnerismo y también a la gran franja de moderados que ella expulsa; y la otra es que le convendría llegar frente a Larreta, porque Bullrich podría concentrar su voto y el de Milei, pero a Larreta Massa podría correrlo por derecha con su discurso más de mano dura que tenía en 2013 o 2015”.

Un dato saliente que advierte la analista, además, es que la participación electoral está en baja: tradicionalmente se ubicaba en torno a 75%, y en las elecciones provinciales de este año la participación orilló el 65%. Esa merma, explica, perjudica directamente a Massa “porque los que no están yendo a votar son los jóvenes no-libertarios (voto generalmente kirchnerista o filoperonista) y los votantes peronistas desencantados (que si van, nunca votarían a Juntos por el Cambio)”.

“Yo no sé si Massa tiene chances –dice, por su parte, Rodríguez–, pero lo que está desperdiciando es que hasta acá no fue él mismo en campaña, y trató de mostrarse como un buen alumno del cristinismo. No sé por qué razones, pero le falta la parte en que es el propio Massa, esa actitud más valiente que tuvo en 2013 y 2015, pero que justamente la tenía contra el cristinismo, y hay que ver cómo lo compatibiliza”.

Así y todo, nadie le podrá disputar la hegemonía peronista. El otro candidato, el dirigente social Juan Grabois, se rebeló ante la decisión de consenso del peronismo y le presenta disputa, pero es improbable que pase del 5% de los votos. Por eso, también, el punto más destacado del domingo 13 está en saber quién quedará con la candidatura en Juntos por el Cambio. El antiguo líder y expresidente Mauricio Macri no logró imponer a su favorita, Bullrich, que deberá medirse con el actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.

Bullrich expresa el ala más dura del sector, en franca disputa con Milei, mientras que Larreta se posicionaba hacia el centro. En su idea de no quedar demasiado moderado, sin embargo, fichó para vice al radical Gerardo Morales, que viene de una violenta represión en Jujuy, donde gobierna hace otros tantos años. Esta derechización de Larreta es vista como respuesta a Bullrich. La exmontonera, exaliancista y ex Coalición Cívica es ahora el halcón, que irá junto al radical Luis Petri, un exdiputado mendocino famoso por admirar al presidente salvadoreño Nayib Bukele y su método de mano durísima.

Mientras Larreta y Bullrich venían peleando a ver quién disputaba la derecha contra la irrupción de Milei, apareció la candidatura de Massa para correrlos por el centro y complicar el panorama. La atención está puesta en si el ganador de la disputa podrá retener los votos del otro, dada la artillería pesada con que se están lanzando. “Ese es el principal desafío que tienen hoy. Hace unos cuantos meses tenían la elección prácticamente ganada, y justamente la virulencia de la interna hizo retroceder su intención de voto y dio en su momento un crecimiento a Milei. A pesar de algunos gestos de razonabilidad, la interna sigue siendo muy feroz y, por lo tanto, muy irresponsable. Ellos mismos (o, mejor dicho, el/la que salga victorioso el 13) tendrán que recomponer y seducir a los electores del otro/a”, señala D’Alessandro.

¿Cómo se llegó a la figura de Massa como candidato en el peronismo? Ante la imposibilidad del presidente, Alberto Fernández, de imponer un candidato –él quería al embajador en Brasil y exgobernador bonaerense Daniel Scioli– y de la vicepresidenta Cristina Fernández de imponer al suyo –el ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro-, apareció nuevamente Massa, que no logra detener la inflación pero evitó una salida anticipada del gobierno. Lo acompaña Agustín Rossi, actual ministro de Defensa, con aval albertista, pero históricamente ligado al kirchnerismo.

Mientras que Malamud descarta a Massa como eventual presidente, D’Alessandro tampoco le augura grandes chances: “La gestión actual es desastrosa, y aunque tanto el peronismo como Juntos por el Cambio tienen mucho voto identitario (fiel, pase lo que pase en la gestión), la identidad también hay que alimentarla con algo, y este gobierno no ha alimentado ni siquiera las ganas de ser peronista. Ha licuado la narrativa peronista no sólo desde el punto de vista económico sino también del simbólico (ha estado muy lejos de la gente, sobre todo en la gestión de la pandemia). Todo puede ocurrir, pero me inclinaría a que el peronismo está más cerca de la catástrofe (sacar menos de 30%) que del triunfo”.

Quién da más

En la disputa, aunque con menos chances que Milei, aparecen también otras caras que, lejos de la presidencia, arrastrarán votos hacia el Congreso y conformarán bancadas o bancaditas propias, según el caudal electoral, ya que en las PASO también se definirán listas de senadores y diputados, y algunas provincias como Buenos Aires, Catamarca y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires eligen gobernador y vice. Otras, en cambio, ya votaron o votarán después. En total, se renuevan 130 bancas en Diputados y 24 en el Senado.

Juan Schiaretti, actual gobernador cordobés que sumó a su fórmula al exministro del Interior kirchnerista Florencio Randazzo, es el peronismo no kirchnerista que tampoco entró a Unión por la Patria ni forjó la mentada alianza con Larreta. Las encuestas le dan pocas chances, quizás 5%.

También se anota el troskista Frente de Izquierda, que aspira a canalizar el enojo y la desilusión por izquierda y, con ello, hacer que crezcan sus bancadas parlamentarias, que reivindican la protesta social, la lucha de clases y la organización de los piqueteros.

Después de las PASO habrá menos nombres pero las mismas alianzas: la elección general será el 22 de octubre, y salvo que alguno obtenga el 40% de los votos y diez puntos porcentuales de diferencia con el segundo, o bien que alguno supere el 45% de los votos, habrá segunda vuelta. Los consultados se inclinan por la posibilidad de que se dirima entre Massa y uno de los candidatos de Juntos por el Cambio. Llegado ese momento, el balotaje deberá ser dentro de los 30 días siguientes, y para el 10 de diciembre quien asuma se enfrentará al desafío de estabilizar y enderezar una economía golpeada, una sociedad hastiada y un rumbo político que todos aseguran que será de ajuste y conflicto.