Desde hace 34 semanas se reiteran cada sábado en Israel las protestas masivas contra la reforma del sistema de Justicia que impulsa el gobierno de Benjamin Netanyahu. Esta transformación incluye varias leyes que limitan la capacidad del sistema judicial de ponerles freno a iniciativas del Poder Ejecutivo o controlar sus acciones.

En el parlamento israelí, la Knesset, buena parte de la discusión sobre esa reforma se desarrolló en la Comisión de Constitución, Justicia y Ley, que tiene entre sus integrantes a Ofer Cassif, diputado comunista y académico formado en su país, en la Universidad de Londres y en la de Columbia.

Cassif es también un fuerte crítico del gobierno de Netanyahu, integrado actualmente por extremistas de derecha. El dirigente dijo a la diaria que con esta reforma el Ejecutivo busca acumular poder y quitarles capacidad de incidencia al sistema judicial, la prensa y la gente en las calles, al tiempo que tiene como objetivo anexar los territorios palestinos ocupados. Cassif afirmó también que en el gobierno israelí hay “elementos nazis” y que se constata un incremento de la violencia hacia los palestinos, así como señales de persecución hacia los trabajadores, las mujeres y la comunidad LGTBQI+.

Usted trabajó en la comisión legislativa que trató la reforma del sistema de Justicia. ¿Qué efectos puede tener en Israel?

Primero que nada, no es una reforma de la Justicia, es un golpe de Estado. Israel para mí nunca fue una democracia, pero había elementos democráticos. ¿Por qué digo esto? Porque el país estuvo siempre basado en la ideología sionista, que es una ideología racista: el fin de la ideología sionista –con todas las diferencias que hay entre partidos y facciones dentro de este movimiento del sionismo– es que el país es un país judío. Es decir que hay una institucionalización de una supremacía y esto no puede ser democrático, porque la base de la democracia es la igualdad.

Para la gente no siempre está clara la diferencia entre judaísmo, sionismo e israelidad. Es muy importante para mí aclarar eso. El judaísmo es una identidad que puede ser religiosa, étnica o nacional según el contexto. Por lo tanto, el odio a los judíos, que es antisemitismo, es una forma de racismo y, por lo tanto, es obsceno y debe combatirse. La israelidad se refiere principalmente a la ciudadanía de una persona en el Estado de Israel, que incluye derechos y deberes que le son exclusivos por el hecho de ser tal. Aproximadamente una cuarta parte de los ciudadanos de Israel, poco más de 20%, no son judíos, por lo que la crítica a Israel no es necesariamente antisemitismo o un odio hacia los judíos o hacia el propio Estado de Israel. Pueden existir críticas u oposición contra los gobiernos israelíes y sus políticas, que es algo básico y legítimo en cualquier sociedad democrática. Por último, el sionismo es una ideología y, como a cualquier ideología, es completamente legítimo negarla. En mi opinión el sionismo es una ideología racista que defiende la supremacía política judía en el Estado de Israel. Por lo tanto, la rechazo. Pero en este rechazo no hay oposición a la existencia del Estado de Israel como Estado soberano, siempre que esté comprometido con los principios democráticos, y ciertamente no hay odio hacia los judíos. En mi opinión el sionismo es contrario a los intereses israelíes y judíos, y por supuesto a los palestinos, y sobre todo a la justicia y la democracia.

Es muy importante que la gente que lee esta entrevista entienda que mi opinión y la opinión de mis camaradas del Partido Comunista de Israel y de otros palestinos y judíos contra la ocupación, contra el sionismo, contra la supremacía judía no se debe a que somos antiisraelíes o antisemitas. Por el contrario.

Volviendo a tu pregunta, como dije, en Israel nunca hubo una democracia por esa idea sionista de supremacía judía, pero había elementos democráticos. Por ejemplo, elecciones más o menos libres, más o menos iguales. Porque todos los ciudadanos en Israel tienen derecho a elegir y ser elegidos. Nuestra lista, del partido Hadash [Frente Democrático por la Paz y la Igualdad], que tiene como base el Partido Comunista, es la única integrada por árabes y judíos, y ese es para nosotros un valor muy importante. Incluso los árabes palestinos dentro de Israel son ciudadanos, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los palestinos bajo la ocupación de Israel, que viven en Jerusalén Este y Cisjordania y Gaza, que no tienen ciudadanía ni derechos básicos.

¿Qué busca cambiar el gobierno de Netanyahu con esta iniciativa?

Este gobierno es un gobierno fascista, y lamentablemente tengo que decir –aunque esta verdad es dura de decir– que hay en este gobierno elementos nazis. Hay dos ministros que son parte de los ministros principales que son nazis. Uno es el ministro de Finanzas, que también es ministro dentro de la oficina de Seguridad, y el otro es el ministro de la Seguridad Interna. Creen en la supremacía judía de un modo racista, tienen una teoría del racismo. El ministro de Finanzas se llama Bezalel Smotrich [del ultraderechista Partido Sionista Religioso]. Él publicó en 2017 un documento en el que escribió explícitamente que Israel tiene que anexar todos los territorios ocupados palestinos, esto es Cisjordania principalmente; que los palestinos que viven ahí, que son millones, no van a tener ningún derecho, algo que es apartheid; que los que no acepten este destino deben ser expulsados; y que a aquellos que se resistan van a matarlos. Dijo eso. Y es un ministro central en el actual gobierno. Ahora, esta anexión es uno de los fines principales en este gobierno. Para llegar a este fin tienen que abolir como mínimo tres poderes: uno es el sistema de Justicia, otro es la prensa y otro es el público.

Israel no tiene Constitución. En el sistema parlamentario que rige en Israel, el gobierno ya es dominante en el Parlamento. Hay una sola cámara, la Knesset, con 120 diputados, y el gobierno, mediante coalición, tiene casi siempre, automáticamente, la mayoría parlamentaria. La oposición tiene un poder mínimo para bloquear o para hacer cosas que el gobierno no quiere, mientras que el gobierno tiene el poder para hacer casi lo que quiera.

Las únicas fuerzas en el país que pueden frenar la acción del gobierno son el sistema de Justicia independiente, la prensa y el público. Ahora que el fin de este gobierno es anexar los territorios palestinos, como escribió Smotrich, necesita eliminar esas tres fuerzas. Por eso este es un golpe de Estado y no una reforma de Justicia, porque no van a cambiar el sistema de Justicia, van a destruir el sistema. Van a eliminar y abolir totalmente la independencia de los dos: el sistema de Justicia, especialmente la Corte Suprema, y la prensa, porque hay leyes también contra la independencia de la prensa.

También quieren reducir los derechos de los ciudadanos a protestar contra el gobierno. Durante 34 semanas hubo manifestaciones contra el golpe y contra el gobierno cada sábado, y a veces otros días también. En el país hay menos de diez millones de personas y casi medio millón van cada sábado a manifestarse. Por eso en las últimas semanas aumentó la violencia de la Policía contra las manifestaciones, para abolir no sólo la independencia de la prensa y del sistema de Justicia, sino también la posibilidad de que la gente proteste contra el golpe y el gobierno.

La Policía ya no es la Policía del Estado de Israel, es la policía del gobierno y especialmente de este ministro de Seguridad Interna [Itamar Ben Gvir, líder del partido de extrema derecha Poder Judío], que como dije antes es nazi. Es muy importante para mí poner énfasis en que Israel no es nazi, y tampoco lo es el gobierno todavía, pero hay elementos que lo son, y lamentablemente estos elementos más extremistas, más racistas, nazistas, tienen más fuerza dentro del gobierno.

Todo esto son medios para el fin, y el fin, como dije antes, es anexar los territorios ocupados. El golpe es muy peligroso, primero porque van a transformar a Israel en una dictadura fascista, con anexión de los territorios, el sistema de apartheid y la limpieza étnica. Y los palestinos son las víctimas principales, pero hay otras.

¿Cuáles?

Las protestas, por ejemplo. Pero también ya hay persecución de personas LGBTQI+, agresiones contra ellas, intimidación a artistas que son críticos con el golpe y con el gobierno, y también contra profesores del liceo y las universidades. No pueden decir lo que quieren porque hay intimidación contra ellos. Todavía no hay una ley que la ampare, pero sí hay una cultura fascista.

Hay también casos de exclusión de las mujeres en Israel. Por ejemplo, impidiéndoles el canto, reprimiendo la vestimenta “inmodesta” o “inapropiada”. Quieren legislar, hacer una ley que prohíba que las mujeres sin vestimenta modesta entren a lugares públicos. Hace pocas semanas durante el paseo de un liceo, de una clase de alumnos de 15 años, había cinco o seis niñas con ropa considerada “inmodesta” y el chofer del ómnibus les dijo que sólo podían subir si se sentaban atrás con una sábana arriba. Todavía no hay ley, pero la cultura contra la mujer es más fuerte.

Hace unos días, en una base del ejército de Israel, donde es obligatorio también para las mujeres el servicio militar, soldados mujeres estaban cantando en la cocina y los comandantes les dijeron que está prohibido que ellas cantaran porque está prohibido que los hombres escuchen su voz, por razones religiosas. La mayoría de Israel está en contra de este tipo de hechos, pero al mismo tiempo, esa cultura se hace más fuerte.

Por eso el golpe de Estado es muy peligroso para todos. Para los palestinos primero que nada, pero también para las mujeres o para la comunidad LGBTQI+, para los obreros. Quieren eliminar el derecho de huelga. En este momento hay más de 2.000 leyes que en alguna medida son parte de este golpe de Estado. La situación es muy peligrosa. Yo siempre digo, que todo el que quiere defender la sociedad y la gente que vive en Israel debe luchar contra el gobierno, porque el gobierno es ahora el primer enemigo del propio Israel.

Usted decía que también se impulsan leyes que afectan a la prensa. ¿En qué consisten?

Es más complicado de explicar. En términos generales, en Israel hay cuatro canales informativos: el 11, que es público, el 12 y el 13, que son en parte privados, y el 14, que es realmente un canal de Netanyahu. No se trata de que Netanyahu sea el dueño, sino de que en este canal trabaja gente que es leal a él, y no necesariamente a su gobierno, sino a Netanyahu personalmente. Lo que quieren hacer por ley es cambiar el sistema y que este canal, el canal 14, pase a tener más fuerza que los otros. Por otro lado, el ministro de Comunicación, que es leal a Netanyahu, propone cambiar la ley para que el gobierno tenga más posibilidades de controlar los canales y especialmente quién va a trabajar en ellos. Hay una lista de leyes como esa. El fin es que el gobierno controle al periodismo, especialmente en televisión y radio, aunque también hay medidas para limitar a los diarios.

¿Netanyahu está siguiendo sus propios objetivos con estas políticas o está tratando de contentar a sus aliados de extrema derecha?

Para mí es un juego. Muchos dicen que Netanyahu no tiene la misma fuerza que antes, que está débil, está viejo, cansado, que tiene extremistas en el gobierno y él hace lo que ellos quieren. Para mí es un juego. Hay como un show. Netanyahu hace cosas porque los fascistas quieren, pero en definitiva él quiere hacerlas.

Usted decía que la Policía responde al gobierno. El Ejército, en cambio, parece apoyar un poco más las protestas. ¿Es así?

Es muy complicado. Es una pregunta crítica, porque para mí el potencial de guerra civil es muy alto. Ya hay una guerra civil fría. Hay más violencia de la Policía contra los palestinos, pero también contra los manifestantes. También hay violencia de derechistas contra las protestas izquierdistas. Ya la hay. Todavía no es una ola, es algo aislado. En los territorios palestinos todos los días hay pogromos de los colonos contra los palestinos. Han encendido fuego en campos, en casas donde hay gente. Todos los días. Y lo hacen con los soldados del Ejército. La violencia es muy alta ahora, especialmente en los territorios ocupados, pero dentro del Estado de Israel también. La pregunta relevante es qué va a hacer el Shin Bet [la policía secreta, encargada de la inteligencia interna].

Mi análisis, en el que me puedo equivocar, es que la Policía casi entera está con el golpe y con Ben Gvir y Netanyahu, desde los rangos altos hasta los más bajos. No todos, pero sí la mayoría. Si hay una guerra civil o un conflicto violento, estoy casi seguro de que la Policía va a estar del lado de Netanyahu. En el caso del Shin Bet es al revés. Creo que especialmente los rangos altos, pero también la mayoría de los agentes van a estar en contra del golpe. Otra vez, es una especulación. Es mi análisis.

La pregunta más grande es qué va a pasar con el Ejército. Primero que nada, hay más gente allí. La mayoría de los ciudadanos está allí. Yo creo que la mayoría de los soldados comunes son derechistas. Si este nazi Ben Gvir tenía 5% o menos de apoyo en las elecciones, dentro del Ejército tenía más de 20%. Por eso creo que la mayoría de los soldados comunes lo respalda. Pero dentro de los rangos altos es diferente. Ahí creo que hay división. Esto ahora es muy importante porque en las posibilidades de que esta guerra civil fría se transforme en una guerra civil caliente depende de esta construcción. Yo tengo miedo de que eso pase, de que se transforme en una guerra civil sangrienta. Porque el 12 de setiembre hay una discusión en la Corte Suprema sobre abolir una de las leyes del golpe. Si la corte decide abolirla –y para mí tiene que abolirla y tiene la autoridad y el derecho de hacerlo–, yo creo que el nivel de violencia en las calles va a aumentar. Por eso creo que la segunda mitad de setiembre quizás sean las dos semanas más importantes en la historia del país.

¿Quiénes están representados en las manifestaciones? ¿Son protestas de la izquierda o son más masivas?

Son muy heterogéneas. Cuando empezaron las manifestaciones, hace 33 o 34 semanas, la gran mayoría de los manifestantes no eran de la izquierda, estaban sólo contra el golpe y en muchos casos contra el gobierno. Pero desde el comienzo siempre hubo un bloque izquierdista, en todo el país, que está no solamente contra el gobierno y el golpe sino contra la ocupación, y se llama Bloque contra la Ocupación. En este bloque hay grupos que también están contra el sionismo y por la democracia, y que creen como yo que un Estado judío no puede ser al mismo tiempo democrático. Ahora, después de 34 semanas, este bloque es mucho más grande y mucho más audible, y con muchos jóvenes. Yo tengo esperanzas por eso. Ahora la gente que está en contra de la ocupación tiene mucho más peso, y si bien no puedo decir que las manifestaciones son izquierdistas, son más izquierdistas que antes.

Usted afirma que el objetivo del gobierno es anexar los territorios ocupados palestinos. ¿Hay alguna expectativa de reacción internacional frente a una acción de ese tipo?

En general la comunidad internacional no hace nada. La ocupación por parte de Israel es una de las últimas ocupaciones que hay en el mundo. Es cierto que hay una ocupación del Tíbet y está la guerra en Ucrania, pero una ocupación tan brutal, sin mínimos derechos para los palestinos, etcétera, es algo único. ¿Por qué tiene 56 años? Porque la comunidad internacional y especialmente Estados Unidos y la Unión Europea no hacen nada. A veces hablan, pero no hacen nada. La diferencia entre las palabras y las acciones es increíble.

También, lamentablemente, muchos de los países en el Medio Oriente ahora son parte de eso. Para mí hay dos explicaciones importantes para esto. Primero, que muchos regímenes reaccionarios, como Arabia Saudita, Bahréin, Marruecos, Egipto y Jordania, creen que el camino a Estados Unidos es vía Israel. Si no quieren hacer acuerdos con Israel, quieren tener buenas relaciones. En esto la culpa es principalmente de Estados Unidos.

La otra razón –y tengo vergüenza de decir esto– es que Israel, en relación con su tamaño, es número uno en el mundo en vender armas, y quienes le compran son principalmente regímenes dictatoriales. Ellos apoyan a Israel por eso, no porque les guste Israel, sino porque saben que tecnológicamente es una potencia. Con esa tecnología Israel hace cosas buenas por la agricultura o por los medicamentos, pero por otro lado hace cosas catastróficas como armas y equipos de vigilancia. Esa es la otra razón por la que esos regímenes, como Bahréin o Kuwait, tienen relaciones formales o no formales con Israel. Para ellos los palestinos no son tan importantes, y valores como la libertad no son tan importantes como contar con esa tecnología.

Por eso yo digo que los palestinos son los nuevos judíos. Así como en el pasado los judíos eran las víctimas y el mundo no hizo nada, ahora las víctimas son los palestinos y el mundo permanece en silencio. Como para mí hay que luchar contra el antisemitismo y todas las formas de racismo, mi obligación es luchar también por los palestinos.