Con un acto solemne celebrado en el Bank of Kigali Arena este domingo, el gobierno ruandés, liderado por Paul Kagame, comenzó la semana de recordación del genocidio de 1994, en el que el ejército y las milicias hutus radicales asesinaron en poco más de tres meses a cerca de un millón de personas.

En su discurso, ante un auditorio en el que se incluían delegaciones de muchos países y organismos internacionales, Kagame remarcó que, con el objetivo de evitar que se repita la historia, la vida política y social ruandesa “no está organizada en base a la etnia o la religión y nunca lo volverá a estar”, consignó France 24.

Kagame, un político y militar tutsi de 66 años, está al mando formalmente del país desde 2000, pero fue él quien, en el segundo semestre de 1994, al mando del Frente Patriótico Ruandés, formado predominantemente por refugiados de etnia tutsi, que operaba en Uganda y en el norte de Ruanda, derrotó al ejército y a las milicias hutus y estableció un gobierno de unidad nacional que permanece hasta ahora.

Este gobierno, integrado por tutsis y hutus, tuvo la enorme tarea de reconstruir el país con base en la no segregación entre los pobladores, dejando de lado en todos los sentidos la pertenencia a cada uno de los grupos, que, de acuerdo a muchos estudios, no tienen una diferencia étnica ni lingüística, sino basada en una rémora del período colonial belga, estructurada en categorías sociales, similares a las castas, en las que los tutsis, cuya población era minoritaria, tenían un estatus superior al de los hutus, que constituían más del 80% de la población total del país.

Las tensiones entre los grupos estallaron en abril de 1994, después de que las autoridades ruandesas acusaran a rebeldes tutsis del Frente Patriótico Ruandés de haber derribado el avión en el que viajaban los presidentes de Ruanda, Juvénal Habyarimana, y Burundi, Cyprien Ntaryamira, ambos hutus.

En ese momento comenzó el genocidio, perpetrado básicamente a machetazos, en el cual los hutus asesinaron sistemáticamente a la población tutsi, pero también a hutus moderados.

En total fueron cerca de un millón las personas asesinadas, casi el 80% del total de los tutsis, pero la masacre también incluyó violaciones sistemáticas a todas las mujeres tutsis, entre otras atrocidades que fueron llevadas a cabo ante la pasividad de actores internacionales que pudieron frenar la masacre pero no lo hicieron, tal como lo mencionó el mandatario francés Emmanuel Macron la semana pasada.

Sobre este punto, en su discurso de este domingo, el presidente Kagame dijo que “la comunidad internacional nos abandonó a todos, por desdeño o cobardía”.

De todas maneras, el mandatario agradeció a varios países, como la República Democrática del Congo, Tanzania, Kenia y Burundi, por haber acogido a refugiados ruandeses y dedicó un saludo especial a Sudáfrica, que financió el envío de médicos cubanos al país para reconstruir el sistema de salud, además de ofrecer educación universitaria a los jóvenes.

Junto con estas acciones y la tarea de la Justicia, en particular con la creación en 2002 de tribunales comunitarios, denominados gacaca, en los cuales las víctimas podían escuchar las “confesiones” de los verdugos, Ruanda fue tejiendo su reconciliación, a la vez que el país comenzó a tener un enorme crecimiento económico, un notable índice de desarrollo humano y niveles de corrupción bajísimos.

Estas acciones vienen siendo ampliamente destacadas desde el exterior y el gobierno de Kagame fue puesto como ejemplo en numerosas ocasiones, aunque su mandato no está exento de críticas, principalmente por parte de grupos de derechos humanos que denuncian represión contra la oposición política y los medios de comunicación independientes.