Fue en la sede nacional del Partido Demócrata Cristiano (DC), histórico integrante de la Concertación de Partidos por la Democracia que gobernó Chile luego de la dictadura, donde se reunieron el domingo los dirigentes de una difícil unión de partidos: el pacto “Contigo Chile Mejor”. Se trata de 11 partidos que van desde la Convergencia Social del presidente Gabriel Boric, pasando por los demás miembros del oficialismo (como Revolución Democrática, el Partido Socialista y el Partido Comunista, entre otros), pero esta vez integrando a la DC, un rango ideológico que no se había logrado hasta entonces. Al cierre de esa jornada de elecciones primarias –en la que se votaron de forma interna entre militantes e independientes los candidatos para ir a las elecciones municipales de octubre en 60 comunas–, el naciente pacto electoral sacaba algunas cuentas alegres.

“La unidad tiene expresión en una necesidad política de ganar alcaldías impidiendo que la derecha siga avanzando, y eso requiere un proceso de real espíritu unitario”, señaló a la prensa el presidente del Partido Comunista, Lautaro Carmona, cuya colectividad ganó en cinco de las 18 comunas en las que compitió. Se habló, en general, de mirar “hacia un proyecto colectivo”.

Pese a que la participación en las elecciones fue muy baja, el gobierno destacó el proceso como un avance: aunque sólo 6,19% de los habilitados para sufragar llegaron ese día hasta las urnas, el resultado fue mejor que en los procesos anteriores. Las elecciones primarias en Chile fueron reguladas por ley hace menos de una década y sólo ha habido dos procesos anteriores: en 2016, cuando la participación llegó a 5,5%, y en 2020, cuando sólo 4,3% de la población votó para la primaria municipal.

De todas formas, la señal de unidad de la centroizquierda fue contundente y se percibió como novedosa, debido a que no se logró para las parlamentarias pasadas y eso le costó a la centroizquierda no obtener la mayoría en el Congreso.

Otra señal de unidad provino justamente del Poder Legislativo: el 15 de abril, luego de semanas de duras negociaciones dentro del Parlamento, la congresista Karol Cariola se convirtió en la primera presidenta comunista de la Cámara de Diputados.

“De alguna manera, lo que se está viendo es que el bloque oficialista, después de varias dificultades propias de la instalación del gobierno y de desaciertos en la acción colectiva en el Congreso, está teniendo algún éxito”, dice el académico de la Facultad de Gobierno de la Universidad Central, Marco Moreno. A su juicio, estos hitos “dan cuenta de mayores niveles de interlocución y de buscar actuar colectivamente”, y la unidad se ve presionada de cara a los ciclos electorales que se avecinan, entre ellos la elección de alcaldes de octubre.

Al escenario se suma una tercera señal: el 9 y el 10 de marzo, los militantes de Convergencia Social y Revolución Democrática realizaron un plebiscito interno en el que eligieron por 81% de los votos la opción de fusionarse en un único partido llamado Frente Amplio. Luego de algunos inconvenientes técnicos, el Servicio Electoral aprobó la fusión hace un mes. Cuando la constitución del nuevo partido se formalice, se convertirá en la tienda política con mayor número de inscriptos, sumando más de 61.000 militantes.

“La transición del Frente Amplio hacia un partido único podría proporcionar una estructura más cohesionada y fortalecida, lo que debería facilitar la coordinación y la implementación de políticas. Al mismo tiempo, la formación de listas conjuntas para las elecciones municipales demuestra una capacidad de organización y unidad dentro del bloque, lo que debería traducirse en un mejor desempeño electoral local y mayor influencia en la política a nivel comunal”, comenta la académica del Departamento de Administración Pública y Ciencia Política de la Universidad de Concepción, Susana Riquelme.

Pese a la señal de unidad, la académica advierte que “la coalición enfrenta un entorno legislativo que transita entre el personalismo y la fragmentación”. “Como no tiene una mayoría en el Congreso, se complica la aprobación de leyes y reformas importantes. Esto limita su capacidad de implementar completamente su agenda. También el Frente Amplio ha mostrado dificultades para adaptar sus estrategias y aprender de derrotas políticas, lo que se refleja en una falta de capacidad de autocrítica y una tendencia a mantener un discurso que no siempre está alineado con la ciudadanía”, apunta.

Por su parte, la profesora de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile Mireya Dávila resalta que incluso dentro del oficialismo existen dos coaliciones: el Frente Amplio y el Socialismo Democrático, el ala más tradicional del bloque. “Esto es inédito en la historia política chilena. El socialismo democrático se ha ido fortaleciendo, mientras que el Frente Amplio ha atravesado problemas en la capacidad de gestionar el Estado. Respecto del Partido Comunista, ha sido un partido importante en el gobierno por los ministros que tiene hoy en el gabinete”, dice. A su juicio, estas “dos almas” han podido coexistir “de manera relativamente armónica, al menos ante la opinión pública”.

La nueva unidad alcanzada en la centroizquierda será fundamental para enfrentar las elecciones de octubre, en las que no sólo se medirán fuerzas localmente con la derecha sino que además se adelantarán señales políticas de cara a las próximas presidenciales. “Las municipales indirectamente afectan al gobierno porque son las preliminares de las presidenciales del próximo año. Permiten ‘medir’ las fuerzas políticas, si bien en las municipales se evalúa la gestión municipal. La discusión pública y los propios partidos escalan la política local a la nacional”, dice Dávila.

Algunos de los récords de esta elección se los quedó la centroderecha: la candidata con mayor porcentaje de apoyo fue Karla Rubilar (Renovación Nacional), con un 88% de los votos en Puente Alto, y la comuna con mayor número de votantes fue La Florida, donde un total de 31.000 personas acudieron a sufragar. De ellas, el 67% se inclinó por el independiente Daniel Reyes, ahijado político del actual alcalde de la comuna y posible presidenciable de una coalición centroderechista, el ex Unión Demócrata Independiente (UDI) Rodolfo Carter. Y es que en el sector las figuras que han declarado sus intenciones de competir por la presidencia están justamente terminando sus períodos como alcaldes: además de Carter está Evelyn Matthei (UDI), que dirigió con gran aprobación la comuna de Providencia, en la Región Metropolitana. Ambas figuras deberán resolver si se miden en otra primaria o si llegan a hacerlo directamente en la primera vuelta.

Así, la oposición enfrenta sus propios dilemas. “La división entre la derecha tradicional y facciones más extremas, como el Partido Republicano, ha generado tensiones internas que han complicado su capacidad para presentar una alternativa coherente y unificada; en el reciente proceso constituyente, liderado por figuras de la derecha radical, terminó en un rechazo que también les costó en términos de imagen y credibilidad”, dice la profesora Riquelme.

Para Moreno, en el bloque se ha visto “algo de dificultad para poder avanzar”. “Hay muchas cuestiones en las que todavía no sabemos qué es lo que piensa: en materia de educación, de salud y con relación a los problemas que tenemos hoy día”, comenta.

Las coaliciones aún tienen tiempo para reordenarse y afinar sus estrategias, aunque no demasiado: la próxima elección presidencial y parlamentaria ya tiene fecha inamovible y se realizará el domingo 23 de noviembre de 2025.