La política de analizar las distintas dependencias estatales que el presidente estadounidense, Donald Trump, puso en manos del millonario Elon Musk proclama entre sus objetivos que el gasto público sea más eficiente, pero sus recortes han implicado desmantelar áreas de actuación del Estado y reemplazar empleados por otros que sean fieles al actual gobierno.

En el caso del FBI, a todo esto se agregan otras implicancias. Esa agencia federal de investigación, que es la principal institución policial, de seguridad y de inteligencia del país, ha tenido a su cargo la tarea de investigar al propio Trump y a sus seguidores.

La Asociación de Agentes del FBI, integrada por la mayoría de los cerca de 15.000 investigadores de esa institución, presentó a comienzos de febrero una denuncia contra el Departamento de Justicia y lo mismo hizo un grupo de nueve funcionarios que pidió a la Justicia que los mantenga en el anonimato.

Unos y otros acusan al gobierno de violar la Constitución y las leyes que protegen la privacidad al pedirle al FBI información sobre los funcionarios que actuaron en el caso del asalto al Capitolio, protagonizado por seguidores de Trump el 6 de enero de 2021, y exigir a los empleados que respondan una encuesta al respecto.

Ese asalto, que terminó con cinco muertos, se desató cuando Trump afirmó que les habían robado las elecciones de 2020 y llamó a defender los votos. Sus seguidores intentaron impedir por la fuerza, y en algunos casos con armas, que el Congreso ratificara el triunfo electoral de Joe Biden.

En su primer día en la presidencia, el 20 de enero, Trump indultó a los condenados y detenidos por esos hechos, más de 1.200 personas.

Los empleados del FBI piden en su denuncia que la Justicia impida que se difundan las respuestas a las preguntas de la encuesta que debieron responder. De ese modo, intentan evitar que la información sea utilizada para elaborar una lista de funcionarios que puedan ser perseguidos o incluso despedidos de sus empleos. En el cuestionario debían identificarse por los números de empleado y el cargo que ocupaban, así como responder qué papel jugaron en esas investigaciones, informó CNN. Los denunciantes entienden que lo que busca el gobierno es llevar adelante una purga en el FBI.

La televisión pública, NPR, y la agencia AP informaron que para entonces el Departamento de Justicia ya había pedido a la dirección del FBI que identificara a todo el personal actual o de años anteriores que hubiera trabajado en las investigaciones sobre el asalto al Capitolio.

En una conferencia de prensa, se le preguntó a Trump si él tenía algo que ver con estas averiguaciones y respondió: “No, pero tenemos algunas personas muy malas allí. Fue utilizado como arma a un nivel que nadie ha visto nunca antes. Persiguieron a muchas personas –como yo–”.

Los temores de los trabajadores del FBI se fundamentaron también en que el Departamento de Justicia despidió a más de una docena de funcionarios que participaron en investigaciones que involucran a Trump, y que según el presidente son infundadas y motivadas por intereses políticos.

Las acusaciones del presidente contra el FBI y el Departamento de Justicia no terminan allí. Tiempo atrás, Trump dijo que trabajaría junto a Pam Bondi, la nueva secretaria de Justicia, para terminar con el “sesgo anticristiano” en Estados Unidos, y en esto también involucró a esa agencia.

Afirmó que combatirían “todas las formas de ataque y discriminación anticristiana en el gobierno federal, incluido el Departamento de Justicia, que fue absolutamente terrible, el IRS [el Servicio de Impuestos Internos], el FBI –terrible– y otras agencias”. Se refería en particular a investigaciones sobre acciones violentas o ilegales cometidas por activistas contra el aborto.

Además, el FBI fue una de las dependencias que se negaron a responder un correo electrónico enviado a instancias de Elon Musk en el que se pedía a los trabajadores estatales que enumeraran cinco “logros” obtenidos en su cargo y dijeran qué habían hecho la semana pasada. La ausencia de respuesta se tomaría como una renuncia, advirtió Musk, aunque después dijo que por decisión del presidente se daría otra oportunidad a los funcionarios que no habían respondido.

Kash Patel, el conspiracionista designado al frente del FBI

En este clima hostil hacia esa institución, el Senado aprobó el jueves 20 la designación de Kash Patel como director del FBI. El nuevo jerarca, que promete hacer una reforma profunda, fue ratificado en el Senado en una votación muy cerrada: recibió 51 votos a favor y 49 en contra. Se opusieron a su nombramiento todos los senadores demócratas y también dos republicanas, Susan Collins y Lisa Murkowski.

Según argumentó Collins, votó en contra porque se suele elegir para este cargo a un funcionario “apolítico”, y Patel –que trabajó en distintas reparticiones públicas, entre ellas el Departamento de Defensa– tuvo en los últimos cuatro años “una actividad política agresiva y de alto perfil” a favor de Trump. A su vez, el senador demócrata Chris Murphy advirtió a los republicanos que “lamentarán este voto de confirmación más que ningún otro”.

En Estados Unidos, el director del FBI no cambia con cada gobierno sino que permanece en el cargo durante diez años para que su figura no esté atada a los resultados de cada elección. Sin embargo, quien ocupaba ese puesto, Christopher Wray, renunció antes de que Trump asumiera la presidencia. El entonces presidente electo había anunciado que al asumir destituiría a Wray por cuestionamientos a su gestión, y en particular por las investigaciones sobre el asalto al Capitolio y otras que lo involucran.

Su reemplazo, Patel, es un defensor entusiasta de Trump que cree en distintas teorías conspirativas populares entre los seguidores del movimiento MAGA (Make America Great Again). Una es la del “deep state” o “Estado profundo”, que alude a la existencia de redes de poder encubiertas que operan desde las estructuras estatales y que impidieron a Trump llevar adelante sus planes en su primer mandato. También simpatiza con el movimiento QAnon, que une el Estado profundo con otras teorías conspirativas, desde las que atribuyen diversos males a las vacunas hasta las que hablan de poderosos pedófilos satanistas. Los seguidores de QAnon también están convencidos de que fue Trump, y no Biden, quien ganó las elecciones de 2020.

Con Patel al frente del FBI “creo que podemos esperar que la agencia abandone cualquier esfuerzo serio para enfrentar a los grupos de extrema derecha”, dijo al periódico The Guardian Heidi Beirich, cofundadora del Proyecto Global contra el Odio y el Extremismo e investigadora sobre la ultraderecha. Dijo que Patel ha dado entrevistas a distintos podcast extremistas y, según su discurso, “parece mucho más interesado en purgar a los funcionarios del FBI y perseguir a sus enemigos y a los de Trump que en contrarrestar a los grupos terroristas”.

Por su parte, un experto en terrorismo de la organización civil Counter Extremism Project, Joshua Fisher Birch, dijo a ese periódico que es más probable que los supremacistas blancos de Estados Unidos sigan “viendo al FBI como una amenaza para su organización y como un oponente conveniente para su propaganda”, y que al mismo tiempo “aplaudan” el despido de investigadores y la posibilidad de que esa agencia se debilite.

Trump designó el domingo como segundo al mando del FBI, en el cargo de director adjunto, al exagente del Servicio Secreto y actual comentarista político Dan Bongino. “Trabajando con nuestra nueva fiscal general de Estados Unidos, Pam Bondi, y el director Patel, la equidad, la justicia, la ley y el orden volverán a Estados Unidos, y rápidamente”, dijo el presidente en su red Truth Social.

Señaló que Bongino es hoy “uno de los podcásters con más éxito del país, algo a lo que está dispuesto a renunciar” por este cargo. Desde The Dan Bongino Show Podcast, el conductor, que también está al frente de un programa en la cadena Fox News, afirmó días atrás sobre la designación de Patel: “Ahora verán cómo es el verdadero cambio”.