A las diez en punto, el sencillo ataúd de madera clara que custodia los restos de Francisco, dispuesto en el centro de la basílica de San Pedro, es elevado por sus colaboradores más cercanos. Entre dos alas de cardenales, es conducido solemnemente hacia el atrio de la basílica, ante una Plaza de San Pedro abarrotada hasta el último rincón. A la izquierda, una mancha roja de cardenales; a la derecha, la negrura solemne de los jefes de Estado y de las casas reales. Más allá, entre las columnas del Bernini y la Via della Conciliazione, una multitud de 140.000 fieles aguarda en recogimiento. Están presentes 220 cardenales, 750 obispos y unos 4.000 sacerdotes de todo el mundo encargados de distribuir la comunión a los numerosos fieles presentes en la plaza.

Hasta las cinco de la tarde del viernes, 250.000 personas, entre fieles y ciudadanos, habían rendido homenaje al Papa Francisco, avanzando en interminables filas a lo largo de la Via della Conciliazione para despedirse de “uno de nosotros”, “un testigo de vida y de fe”, aquel que “nos recordó que hay que caminar siempre”.

El ataúd del papa Francisco fue sellado en la noche del viernes 25 de abril. Al rito, además de los cardenales, asistieron también algunos familiares del difunto pontífice. En el ataúd fueron depositados el “rogito”, un documento que recoge la vida y las obras de Jorge Bergoglio cerrado en un tubo metálico, y algunas monedas acuñadas durante su pontificado con su efigie. A los pies de Francisco, sus zapatos negros, ortopédicos y gastados, que lo acompañaron en sus viajes y su vida. Sobre el rostro, un velo de seda blanca que representa la transición de la vida terrenal a la dimensión espiritual.

Cuando el ataúd abandonó la basílica, la plaza entera estalló en un aplauso que acompañó su lento recorrido hacia el altar.

Un sol inclemente, indiferente a la jerarquía humana, cae por igual sobre poderosos y humildes. Los jefes de Estado ocupan su lugar conforme a un rígido protocolo: en el puesto de honor, la delegación argentina, país natal de Bergoglio, liderada por el presidente Javier Milei; seguida por la italiana, con el presidente Sergio Mattarella y la primera ministra Giorgia Meloni a la cabeza.

En el atrio, a la derecha del altar, se disponen los soberanos reinantes, ordenados alfabéticamente siguiendo el alfabeto francés, idioma de la diplomacia. A continuación, los jefes de Estado, siguiendo el mismo criterio. Entre ellos: el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier y el canciller Olaf Scholz, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el estadounidense Donald Trump, el francés Emmanuel Macron. Por Uruguay, el canciller Mario Lubetkin junto al diplomático Ricardo Francisco Duarte Vargas. Por la Unión Europea, Ursula von der Leyen y la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola; por la ONU, el secretario general António Guterres.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron; el primer ministro británico, Keir Starmer; y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hablan con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en el marco del funeral del papa Francisco en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Foto: S/D de autor, servicio de prensa presidencial de Ucrania, AFP.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron; el primer ministro británico, Keir Starmer; y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hablan con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en el marco del funeral del papa Francisco en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Foto: S/D de autor, servicio de prensa presidencial de Ucrania, AFP.

También estuvo presente el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien en 2023 fue recibido con su familia por el papa Francisco; la de hoy fue su primera aparición pública desde que recuperó la libertad.

Putin envió al ministro de Cultura y Netanyahu está representado por el embajador de Israel. A último momento llegó también Volodímir Zelenski, quien logró reunirse brevemente con Donald Trump antes del inicio del funeral y concertar una reunión. Poco antes del inicio de la ceremonia, también llegó la noticia de que Hamás propone liberar a todos los rehenes que aún quedan en Gaza y se declara dispuesto a aceptar cinco años de tregua a cambio del fin de la guerra.

El rito fúnebre inicia con la confesión de los pecados en latín; las lecturas son proclamadas en inglés y español; el Evangelio, en latín; y la homilía, en italiano. La ceremonia está presidida por Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, de noventa y un años, encargado de organizar el próximo Cónclave aunque, debido a su edad, no podrá participar en él.

En la homilía —la primera voz oficial de la Iglesia tras la muerte de Francisco—, el cardenal Re ofrece las claves de lectura del pontificado de Bergoglio. Rememora sus últimos gestos: la bendición urbi et orbi y su deseo de cruzar una última vez la plaza entre su pueblo. Elogia su lenguaje sencillo y lleno de imágenes, su ternura ante las tragedias humanas, su cercanía a las angustias y esperanzas de nuestro tiempo.

Cuando Re recuerda que el primer viaje del pontificado de Francisco fue a Lampedusa, isla del Mediterráneo símbolo del drama de la inmigración, y menciona su visita a Lesbos y la misa celebrada en el muro entre México y Estados Unidos, la plaza estalla en un aplauso. “Siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, subrayando que Dios no se cansa de perdonar”, continuó Re. Los aplausos siguieron cuando recordó que “en contraste con lo que definió como 'la cultura del descarte', el Papa Francisco habló de 'cultura del encuentro y de la solidaridad', poniendo la fraternidad en el centro de su pontificado”.

El cardenal Re concluyó la homilía retomando uno de los temas fundamentales del período, afirmando que “buscó de todas las maneras posibles la paz y siempre nos dijo que la guerra deja al mundo peor de como era antes, y que siempre es para todos una derrota dolorosa y trágica”. “Él siempre pedía que rezáramos por él; ahora, Francisco, te pedimos que reces por nosotros y bendigas al mundo entero”, concluyó Re.

Fieles durante la ceremonia fúnebre del papa Francisco en la Via della Conciliazione, que conduce a la Plaza de San Pedro, frente al Vaticano, en Roma, el 26 de abril.

Fieles durante la ceremonia fúnebre del papa Francisco en la Via della Conciliazione, que conduce a la Plaza de San Pedro, frente al Vaticano, en Roma, el 26 de abril.

Foto: Jeef Pachoud, AFP

Al final de la celebración, el regreso de Francisco entre su pueblo. Pasando por la Porta del Perugino, en un costado de la basílica vaticana, el papamóvil, oportunamente modificado para que se pudiera ver el ataúd desde fuera, recorrió seis kilómetros por la ciudad de Roma, pasando por lugares simbólicos como el Coliseo, Corso Vittorio Emanuele, Piazza Venezia, Via dei Fori Imperiali hasta llegar a la Piazza di Santa Maria Maggiore. Detrás de las barreras, miles de personas esperaban desde las primeras horas de la mañana el paso del papa. En las calles abarrotadas, en el momento del paso, descendió un silencio extraordinario mientras las campanas de las iglesias ubicadas a lo largo del recorrido repicaban. Luego comenzaron los aplausos; algunos seguían con la mirada el ataúd, otros intentaban seguirlo.

Los restos del Papa Francisco llegaron a las 12.54 frente a la basílica de Santa Maria Maggiore y fueron recibidos por unas 40 personas con una rosa blanca en la mano. Son los “amigos” del Papa Francisco: personas sin hogar, migrantes, mujeres víctimas de trata, detenidos y personas transgénero. Cada uno de ellos tuvo una relación personal con Jorge Mario Bergoglio. Así, los “desheredados” fueron los últimos en despedir públicamente al Papa. Una guardia de honor para su amigo el Papa.

En la basílica, Francisco entró junto con su “familia pontificia”; la inhumación se realizó en privado en el lugar que él mismo había indicado, en una hornacina a la derecha de la nave central, entre la Capilla Paulina, donde se encuentra el icono de la Virgen “Salus Populi Romani”, y la Capilla Sforza. Las visitas a la tumba del Papa estarán abiertas el domingo 27 de abril, a partir de las 7 de la mañana.