La noche del domingo 22, cuando faltaba exactamente una semana para conocer el resultado de las elecciones primarias en las que la centroizquierda elegirá su carta para competir en las presidenciales de noviembre, los cuatro candidatos del pacto Unidad por Chile se reunieron para debatir en el estudio de Televisión Nacional de Chile, el canal público, en horario prime. El programa televisivo fue sintonizado por una audiencia de 1,4 millones de espectadores y seguido de manera digital por 150.000 usuarios, lo que fue leído por la prensa como una muestra de interés de la ciudadanía.
Parecería que existe expectación en torno a lo que ocurrirá este domingo con la votación que enfrentará a los cuatro postulantes del bloque oficialista: los diputados Gonzalo Winter (Frente Amplio) y Jaime Mulet (Federación Regionalista Verde Social) y las exministras Jeannette Jara (Partido Comunista) y Carolina Tohá (Partido por la Democracia).
Unidad por Chile, un pacto inscripto especialmente para esta primaria, será el único que se medirá en las urnas: la derecha –cuyos posibles candidatos van desde figuras históricas de la política tradicional como la exalcaldesa Evelyn Matthei (Unión Demócrata Independiente, UDI) a nuevos rostros de la extrema derecha como el diputado Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario)– no se adscribió al proceso eleccionario.
“A diferencia de lo que ocurre en Uruguay, donde las elecciones primarias para la selección de candidatos es obligatoria para los partidos y voluntaria para los ciudadanos, en Chile la elección es voluntaria para los partidos y también es voluntaria para los ciudadanos. Esto tiene un impacto en que no siempre todos los partidos y todas las coaliciones de partidos realizan elecciones primarias para la selección de sus candidatos. No hay obligatoriedad. En ese sentido, a veces se hace en la izquierda, otras veces en la derecha, y a veces en ambas”, explica Alejandro Olivares, académico de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile especializado en los sistemas políticos de Uruguay y Chile.
En todo el país, son 15.499.071 personas las que podrán acudir a las urnas: todos los electores sin afiliación política y los 236.000 que forman parte de los partidos que se medirán en la votación. El padrón electoral incluye también a 149.000 chilenos que viven en el extranjero. Los únicos que no pueden sufragar son aquellos militantes de los partidos que no forman parte de las primarias, como los integrantes de los partidos que integran la alianza Chile Vamos o los de la Democracia Cristiana.
Los electores acudirán a votar luego de un mes de franja electoral televisada y dos meses de campaña, que terminaron el jueves para dar paso al silencio que precede al día del sufragio. Las urnas abrirán el domingo 29 a las 8.00 y cerrarán a las 18.00 o cuando ya no quede ningún ciudadano esperando votar.
Ese día se definirá cuál será el o la primera candidata que irá a la papeleta del 16 de noviembre. Pero también se despejarán otras dudas que plantea el escenario político chileno al inicio de este ciclo electoral presidencial que definirá los próximos cuatro años de gobierno.
Una prueba para la centroizquierda
El orden de la papeleta electoral fue sorteado y el número 1 le correspondió a Gonzalo Winter, la carta del Frente Amplio y la figura más cercana al actual presidente Gabriel Boric no sólo porque milita en el mismo partido –y antes de que se fusionaran en un partido único, ambos formaban parte de Convergencia Social–, sino también por tratarse de una figura que proviene de las movilizaciones estudiantiles –formó parte de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile mientras estudiaba Derecho– y que, con 38 años, se queda con el título del candidato más joven.
Luego aparecerá Jeannette Jara (51 años), que ejerció como ministra del Trabajo y Previsión Social desde el comienzo del gobierno de Boric hasta el 7 de abril, cuando renunció para asumir la candidatura por el Partido Comunista, donde milita desde 1999. Antes, formó parte durante diez años de las Juventudes Comunistas. Su candidatura ha tenido un foco popular, resaltando su origen en la comuna de Conchalí, en una población de carácter más bien obrero.
En tercer lugar vendrá Carolina Tohá (60 años), una cara conocida en la política local que ha ejercido como alcaldesa de Santiago, subsecretaria y ministra en gobiernos anteriores. Entre setiembre de 2022 y marzo de 2025 se desempeñó como ministra del Interior y Seguridad Pública de Boric y ha ejercido también como vicepresidenta. Con los meses, el Partido Socialista y el Partido Liberal decidieron respaldar su candidatura y no presentar una precandidatura propia.
La papeleta la cerrará Jaime Mulet (61 años), diputado por la Región de Atacama y expresidente del partido Federación Regionalista Verde Social. Antes fue militante del Partido Demócrata Cristiano y del Partido Regionalista de los Independientes, y ha sido diputado en varios períodos: entre 1998 y 2010, y desde 2017 hasta la fecha.
A pocos días de los comicios, los pronósticos se dividen: aunque al principio los sondeos señalaban a Tohá como la candidata más fuerte, a lo largo de la campaña la distancia entre ella y Jara se ha ido acortando. Según la encuesta Panel Ciudadano de la Universidad del Desarrollo, Jara pasa al primer lugar con 40% de las preferencias, mientras que la encuestadora Cadem y Celag Data muestran un empate técnico entre Jara y Tohá.
“Es un hito importante para la izquierda esta primaria porque es amplia, en el sentido de que van todas las fuerzas del sector, incluyendo las que no pudieron ponerse de acuerdo en la elección presidencial primaria anterior. Después de cinco años, lograron coordinar la elección de un solo candidato o candidata y eso es verdaderamente algo que da una buena señal para el futuro de la centroizquierda chilena, independientemente de cuál sea el resultado, porque puede apuntar a que se consolide esta coalición. Ahora, todo dependerá del resultado”, explica Olivares, señalando que la unidad también se definirá por la capacidad de ir en una o dos listas parlamentarias en noviembre.
“Lo que se juega la centroizquierda no es sólo quién encabeza la lista presidencial, sino si será capaz de convertir esa diversidad en unidad efectiva”, resalta, por su parte, Susana Riquelme, académica de Administración Pública y Ciencia Política de la Universidad de Concepción, además de integrante de la Red de Politólogas. “Se juega su capacidad de rearticular liderazgo político y proyectar una coalición cohesionada hacia noviembre. Esta primaria viene a poner a prueba la capacidad de Unidad por Chile para transformar su actual convivencia tensa en una plataforma estratégica unificada”, añade.
Y es que Unidad por Chile es una coalición amplia, pero articulada de forma circunstancial, “que agrupa a partidos históricos de la ex Concertación con fuerzas que emergieron del ciclo de movilización estudiantil y social. Esa diversidad, aunque rica, ha sido difícil de administrar en el ejercicio del gobierno. La primaria, entonces, funciona como una instancia regulada para canalizar esas diferencias frente a la ciudadanía”, explica.
Durante estos años, la coalición de gobierno –que aúna a parte de los partidos de la Concertación y la Nueva Mayoría con el Frente Amplio– ha estado marcada por “diferencias programáticas, generacionales y de estilo político”. “Durante la campaña, estas tensiones han emergido con claridad. Las cuatro candidaturas muestran un oficialismo que no está fracturado, pero sí en tensión creativa, con visiones distintas sobre el tipo de liderazgo necesario para la próxima etapa”, comenta la académica.
“Por eso el día después será clave. Si no hay integración real de los sectores perdedores, el pacto puede llegar debilitado a noviembre, pero si el resultado se gestiona con generosidad política, esta primaria podría ser el punto de reinicio que el progresismo chileno necesita”, concluye.
El incierto escenario de la oposición
Mientras tanto, las opciones de la oposición todavía no están zanjadas. Si bien existen nombres que ya se han declarado como candidatos, la inscripción formal ante el Servicio Electoral sólo podrá oficializarse luego de que cierre el proceso de primarias. Se trata, principalmente, de tres figuras, que en algún momento se pensó que también podrían medirse en esta instancia eleccionaria.
La primera es la exalcaldesa de Providencia y militante de la UDI Evelyn Matthei, candidata proclamada por el pacto Chile Vamos, a quien le compiten hoy por la derecha dos candidatos. Uno es José Antonio Kast, dos veces postulante presidencial por el Partido Republicano y quien compitió con Gabriel Boric en la segunda vuelta en 2021. El otro es Johannes Kaiser, un diputado que solía militar en el partido de Kast pero renunció para integrarse al Partido Nacional Libertario. Antes se creía que Kast era la opción más extrema de derecha, pero Kaiser se erigió como una figura todavía más drástica, construyendo discursos que recuerdan a figuras como la de Javier Milei en Argentina o Nayib Bukele en El Salvador.
“Desde una perspectiva institucional, que sólo un pacto haya optado por el mecanismo legal de primarias revela tensiones estructurales del sistema de partidos chileno, tales como fragmentación, baja coordinación y, en algunos casos, preferencias por arreglos internos sin competencia abierta”, señala Riquelme.
A su juicio, “en términos democráticos, la primaria oficialista permite que parte del electorado participe en la definición de una candidatura presidencial, lo que es sano para la legitimidad del liderazgo que emerja, pero también deja en evidencia que el mecanismo de primarias, aunque disponible, no se ha consolidado como un estándar competitivo en todos los sectores políticos”.
En los procesos anteriores no ha sido raro que algún bloque político no consiga acuerdo para inscribir primarias. En 2021, por ejemplo, se midieron Chile Vamos y Apruebo Dignidad –el pacto que unió al Frente Amplio con el Partido Comunista–, pero Unidad Constituyente, el resabio de la Nueva Mayoría, definió su candidatura a través de una consulta ciudadana autónoma. En 2005, sólo la Concertación se midió en primarias y la derecha se encontró en la papeleta en primera vuelta, donde compitieron Sebastián Piñera (Renovación Nacional) y Joaquín Lavín (UDI).
En abril, Matthei anunció que el acuerdo para primarias de la derecha no se alcanzó. “Era una oportunidad histórica poder ganar en primera vuelta y, además, tener mayoría parlamentaria. Desafortunadamente, tanto José Antonio Kast como Johannes Kaiser se han negado, haciendo imposible ganar en primera vuelta. Exploramos distintas alternativas, pero la verdad es que ninguna nos aseguraba una unidad representativa que los chilenos, en el fondo, nos reclaman. Así que hoy, dado todo lo que ha sucedido, lo responsable y lo correcto es competir en primera vuelta”, afirmó.
La decisión de no ir a primarias no sólo tiene como repercusión la división del electorado, sino que también trae implicancias en términos de visibilización: “Aunque no es obligatoria, la elección de candidatos vía primaria sí tiene un impacto positivo en cuanto permite campaña legal, despliegue y posicionamiento. Durante las últimas semanas, en dos horarios del día, los candidatos de la centroizquierda han estado en televisión con una franja, mostrando sus ideas, en debates y desplegándose por los territorios”, observa Olivares.
“La derecha, que decidió no tener elecciones primarias, efectivamente pierde en ese sentido la posibilidad de una mayor visibilidad y de contrastar entre los candidatos que tienen sus posiciones. Con todo, eso no implica absolutamente nada. En la elección pasada, Chile Vamos realizó una elección primaria y su candidato, Sebastián Sichel, ni siquiera llegó a la segunda vuelta”, agrega.
Algo similar opina Riquelme: “Se evita la confrontación pública entre figuras que pueden dividir al electorado, por lo tanto, están renunciando a abrir el debate presidencial al voto ciudadano. Frente a esto, la primaria oficialista es un espacio visible, con competencia real, pero también con riesgos”, advierte.
Las claves del domingo
Los resultados que se obtengan el domingo harán más que sólo definir el nombre de la primera candidatura para noviembre: los números contenidos en la elección pueden mostrar patrones de conducta del electorado y dar señales de salud del sistema político chileno en general.
Una de las variables a atender será el nivel de participación. En 2021, la primaria de Apruebo Dignidad convocó a 1,7 millones de votantes, pero las candidaturas no incluyeron a ningún partido de la ex Concertación. Hoy sería el equivalente a que se midieran solamente Jara y Winter. Antes, en 2017, la primaria del Frente Amplio sumó 327.000 votos. Por su parte, la última primaria de la Nueva Mayoría fue en 2013, cuando se eligió a Michelle Bachelet en una votación a la que concurrieron 2,1 millones de electores. “La participación será leída como una señal de vitalidad del pacto o bien de desconexión entre la ciudadanía y el mundo oficialista”, comenta Riquelme.
También será decidor el margen que exista entre la candidatura ganadora y las demás. Según la académica, “si el resultado es estrecho, por ejemplo, menor a cinco puntos, podría dificultar la consolidación del liderazgo del ganador”, que también se medirá de acuerdo con la adhesión de los partidos perdedores: “Si hay señales de respaldo inmediato y activo, se podrá hablar de cohesión. Si surgen críticas o matices, puede anticiparse una campaña de primera vuelta compleja”, advierte.
Otra característica que se volverá más nítida será la composición del electorado: si el respaldo de cada candidatura tiene carácter urbano o metropolitano, o cómo fue el apoyo en las diferentes regiones, lo que ayudará a dibujar las estrategias de campaña de cara a la primera vuelta.
Por último, la académica sugiere poner atención al clima poselectoral: “El tono del discurso de quien gane y las reacciones de los demás indicarán si la primaria fue un punto de partida o un punto de fractura”.