A sus 30 años, Tesh Sidi es la primera diputada española de origen saharaui, elegida por el partido de izquierda Más Madrid. Nació en un campo de refugiados en Argelia, su vida incluyó unos primeros años junto a su abuela beduina y nómada y compartir parte de su niñez y adolescencia entre su familia saharaui y la española. Es ingeniera informática, lideró equipos de big data en el Banco Santander y mantuvo siempre su activismo saharaui y anticolonial.

Quisiera conocer de tus primeros años de vida. Naciste en un campo de refugiados saharaui.

No me gusta nada romantizar mi infancia. Creo que nacer en un campo de refugiados es una verdadera desgracia para el avance de cualquier humanidad. Y lo estamos viendo ahora mismo con Gaza. Veo a los niños pasando hambre. Obviamente mi infancia o de la que yo he sido consciente no ha sido tan severa como lo que estamos viendo en Palestina, pero creo que el hambre es bastante extrapolable. Era duro, era nacer esperando si con la ayuda humanitaria ibas a comer o no, literal. No hay mucho más que embellecer ahí.

Los saharauis nacemos mayores, porque cuando tú no tenías acceso a los mismos juguetes que la gente tampoco eras consciente de esa realidad. La penetración de redes sociales y del capitalismo es muy reciente. Veo a mis sobrinos cuando voy, y ellos miran en las redes sociales que existe un mundo allá afuera que tiene muchos más derechos que ellos; creo que es mucho más duro que la realidad que yo viví, más allá de que la escasez era mucha. La suelo llamar “una infancia siendo mayor”, en que era muy consciente e incluso igual de politizada de lo que soy ahora. Directamente he tenido una vida bastante adulta desde muy pequeña.

¿Cómo fue tu llegada a España y aproximadamente cuántos niños saharauis llegan por año a familias españolas?

En España desde los años 80 y gracias al Partido Comunista Español, que en su momento tenía mucho más poder y mayor presencia electoral, se inició un programa de acogida de niños saharauis. Es muy importante dejar claro que España ha colonizado el Sahara Occidental hace más de un siglo, la presencia de España en el territorio del Sahara Occidental es muy amplia, igual que en América Latina. Entonces, desde los 80 empezaron a venir niños saharauis pequeños en verano con familias españolas de acogida. Nosotros no hemos nacido en el Sahara Occidental, sino en un campo de refugiados en Tinduf, en Argelia, fuimos niños de la hamada, que es el desierto argelino y que es muy inhóspito. Apenas hay agua potable, hace más de 50 grados en verano, apenas había infraestructura de protección, entonces se enviaba a todos los niños a pasar dos meses aquí para alejarlos un poco de la guerra, que vieran también otra realidad, que pudieran pasar sobre todo los meses más calurosos aquí en España y que además pudieran hacerse chequeos médicos, ir al dentista, al oculista, porque en los campos de refugiados no teníamos ninguna infraestructura médica. Yo recibí las vacunas que recibe un bebé de tres años a los ocho. Empecé a venir en 2001, en régimen de acogida con mi hermano mellizo en una familia en Valencia, y estuve viniendo así algunos veranos. Luego me quedé a vivir, a estudiar en invierno los años consecutivos hasta que me independicé a los 18. Así es como llegué al estado colonial de España.

¿Cómo fue ese proceso de tener dos familias a la vez, una en España y otra en el campamento de Argelia?

El programa de acogida es muy interesante, en el sentido de que le da oportunidad a gente como yo. Creo que cualquier persona migrante, si se le dieran las oportunidades, llegaría muy lejos, es un proceso natural. Pero es verdad que tener dos familias, una de origen y una de acogida, en las que ambas tienen culturalmente diferencias, religiones diferentes y demás, me creó una crisis de identidad bastante grande, porque básicamente la familia de acogida española no tenía una conceptualización política de por qué yo había venido a España. Yo no vine a España porque pasara hambre ni por ser un niño de África, ni tampoco era una obra de cristiandad, tampoco estaba adoptada, porque yo tenía mis propios padres. Ese proceso, esa construcción y esa politización de las familias de acogida suele ser muy poca, y eso hace que las personas que nos acogen no entiendan a quién están acogiendo, porque al final ellos quieren que tú seas cristiano u occidental, y eso a mí me generó durante muchos años un rechazo bastante grande a lo que son mis raíces.

Suelo asesorar mucho a la gente que acoge a menores saharauis para que primero entiendan por qué viene ese niño: porque España ha colonizado el país, lo ha dejado tirado, lo ha abandonado. Esos niños son consecuencia de un conflicto político. Yo desde muy pequeña era embajadora política de mis circunstancias. Luego mi familia biológica también tiene sus problemas, porque ellos no comprenden que han enviado a su hijo a un país occidental desde muy pequeño, entonces lo más seguro es que sea ateo, no hable el idioma, deje culturalmente muchas cosas. Inevitablemente genera una crisis de identidad que no todo el mundo supera de la manera más correcta. Hay gente que reniega de sus orígenes y hay gente que reniega directamente de España o de lo que ha vivido aquí porque constantemente se construye un ideario en el que lo de España es mejor que lo de ahí, las familias de acogida suelen decir eso. Recuerdo mucho que de pequeña me decían “¿Qué te gusta más, España o el Sahara?”. Yo le solía contestar: “Ya, pero es que en el Sahara está mi madre”. No es negociable, yo no tengo que elegir entre mi madre o Europa, por más que aquí tuviera muchas cosas. No todas las familias son iguales, obviamente, ni todas hay que demonizarlas, y yo creo que es un programa necesario.

Hace poco tiempo conseguiste la ciudadanía española. ¿Fue un proceso en el que sufriste discriminación y racismo?

Conocí a una chica mexicana que llamaba a Europa “la jaula de oro”, y creo que no hay mejor descripción que esa. Aunque sea inconcluso el proceso de descolonización en el Sahara Occidental, existe aún un extractivismo muy grande de los recursos naturales de África y de América Latina a través de empresas hoy en día. Eso obliga a muchos pueblos a emigrar a Europa, a encontrar otras vías por gobiernos corruptos que al final no nos permiten vivir en nuestros países. Lo peor que te encuentras cuando llegas aquí es consecuencia de un conflicto en tu país que seguramente lo ha producido un país europeo.

En mi caso, cuando yo era pequeña tenía las puertas abiertas en España, hablaba castellano y valenciano, estaba estudiando con sus hijos, en el mismo nivel académico que el resto, y ahí ya empiezas a ser una amenaza para el español medio. Más ahora, con el fascismo y la extrema derecha que les dicen a los españoles que les vas a robar sus casas; en aquel entonces no había este concepto de los migrantes, no estaba tan arraigado porque España necesitaba una clase obrera que era la economía sumergida que sigue existiendo, ciudadanos que vienen a hacer lo que los españoles no quieren. Pero en el momento en que tú eres un migrante, que estudias igual que ellos, que tienes acceso a la universidad, que te pagas las cosas, es más difícil. Existe toda una infraestructura de la administración pública española que dificulta, que es como una extensión, para mí al menos, del concepto colonial de superioridad, de “primero los españoles”. Encima, nadie tiene empatía. Si tú eres migrante, no tienes acceso ni a las becas para estudiar igual, ni a los trabajos igual, tienes como todo un sistema de cancelación que hace que estés en la marginalidad absoluta dentro de España. Siempre existe un racismo que se le denomina “institucional”; de hecho, fui de las primeras personas en decir que da igual que tú seas rico, que hables castellano perfecto, que hayas estudiado aquí con españoles, da igual porque existe todo un sistema que te cancela para que no accedas a lo mismo. Estuve nada más y nada menos que 24 años para obtener la nacionalidad española, aunque a los saharauis los ha estado ocupando España desde hace años y no quiere reconocer ese pasado colonial porque no quiere enfadar a la dictadura de Marruecos.

¿Cómo definirías a Más Madrid y cómo es la alianza electoral con Sumar?

Más Madrid es una formación política de carácter regional, surge por la necesidad del pueblo madrileño, sobre todo del que no vive en Madrid ciudad, es decir, en los municipios alrededor de Madrid capital, es una respuesta regional. España tiene una idiosincrasia muy bonita, es un país que creo que da para estudio, tiene nacionalismos de derecha, de izquierda, es un estado casi federal, mal hecho, pero casi federal. Y digo federal desde una identidad, no desde una posición solamente económica o de descentralización del Estado, sino que existen naciones dentro de la propia España: no es lo mismo un vasco que un andaluz, que un gallego, que un valenciano, que un madrileño. Entonces, Más Madrid nace como respuesta para hablar de cuáles son los problemas de los madrileños más allá de Madrid ciudad, del sur, de la clase obrera de Madrid.

Surge además con un componente distintivo del resto de formaciones políticas, donde lo verde, la transición ecológica, el cambio climático son grandes prioridades y algunas de las grandes emergencias a las que dar respuesta. No nos sirve una transición económica de cualquier manera, si no es justa y verde; no nos sirve un feminismo si no tiene eso en el centro. En las pasadas elecciones generales en España hubo un frente popular, una coalición de todas las formaciones progresistas de izquierda que representan a las diferentes naciones de España y se juntan para llevar a cabo una agenda política y una agenda social para representar lo que es la izquierda, a la izquierda del Partido Socialista [Partido Socialista Obrero Español] en España. Conseguimos revalidar el gobierno progresista, desde la pasada legislatura, y esta España tiene un gobierno de coalición, ya no es el bipartidismo que gobernaba desde la transición entre el Partido Popular y el Partido Socialista. Dentro de la Unión Europea es de los pocos gobiernos progresistas. Hay una tendencia a la extrema derecha, ni siquiera al liberalismo o al socialismo o a la democracia social. Y eso [esa coalición] ha servido de dique de contención, para que la extrema derecha no gobierne en España, que no sea Vox, que es un partido racista, supremacista, fascista. Hemos conseguido que no entren al gobierno de España, aunque sí están en muchas autonomías. Estamos en un momento político complejo, en el que no hay mayorías sociales suficientes.

Te definís como anticolonial. ¿Cómo es serlo y con un cargo de diputada, la primera de origen saharaui, en un país que fue, entre otras cosas, la principal potencia colonial en América, con profundas consecuencias en este continente y en el territorio saharaui?

Yo creo que ser anticolonial para los hijos de la colonialidad, es decir, para cualquier persona que ha nacido bajo ocupación, es un mandato con el que se nace, y mientras exista un saharaui va a existir la causa saharaui. Eso para mí es fundamental. Mi gran faro teórico ya no vive, sería [Frantz] Fanon, un gran referente para todo el pensamiento anticolonial. Para mí fue muy complicado ideológicamente votar a Pedro Sánchez como presidente del gobierno de España después de la gran traición del Partido Socialista al pueblo saharaui, pero sí que es verdad que yo, aparte de ser saharaui, represento muchas cosas. Represento a las personas migrantes, a las mujeres, a la gente joven, a mayorías sociales imprescindibles que buscan también una persona que las represente. Asumir el cargo o el mandato de ser diputada es algo que hice por responsabilidad, me dio vértigo, porque yo, de formación y de trabajo, soy ingeniera informática y hacía activismo en mi tiempo libre. Porque para hacer activismo en un estado colonial donde el capitalismo inevitablemente nos obliga a trabajar implica que tenemos que cubrir nuestras necesidades básicas, luego nos queda muy poco tiempo libre para politizarnos. Y hasta politizarse es un trabajo; es un esfuerzo ser anticolonial, ser activista y ser defensor de los derechos humanos todos los días de tu vida, pero hay que ser coherente. Yo nunca les pido a los demás o todo o nada, y creo que es importante ocupar espacios.

Sobre todo, y antes que saharaui, soy feminista, y es importante ocupar espacios en la judicatura, en el periodismo, en la banca, como en mi caso cuando yo estaba ahí. Es muy importante que los hijos de la colonialidad no se vuelvan una burguesía colonizada, que no abandonen su lucha, ni sus causas, ni su pensamiento, sino que habiten y ocupen espacios para poder aprender de ellos y comprender cómo funcionan. Hay que ocupar este tipo de espacios para decirles básicamente a nuestras hijas, a nuestros hijos, que se puede, que también el poder es nuestro, que el día de mañana ese poder y ese espacio los ocupe más gente que crea de verdad en los derechos humanos, porque mi lucha también es la de todos los pueblos oprimidos, todas las personas que quieran y que comprendan los derechos como universales y de todas y todos.

Es muy complicado, yo vivo constantemente en la frustración, pero no en el pesimismo. Hay que estar constantemente dando la batalla y todos los días levantarse diciendo “hay que seguir machacando porque es lo que yo aprendí de mis padres, es lo que yo aprendí de mi pueblo y el camino sólo es ese, no hay otro”. Si nos resignamos, gobiernan los fachas.

¿Hay puntos de contacto entre la historia reciente de los pueblos saharaui y palestino?

Creo que el pueblo saharaui en la última historia reciente no ha hecho bien los deberes en cuanto al internacionalismo, lo que también es complicado. Hay que canalizar mejor los esfuerzos para crear un internacionalismo o incluso un sindicalismo internacional entre pueblos, y creo que América Latina es ahí también un nicho de trabajo interesante para crear alianzas, porque, por ejemplo, lo hemos visto con [el presidente de Colombia, Gustavo] Petro, con [el de Brasil, Luiz Inácio] Lula [da Silva], que han tenido posicionamientos mucho más dignos que los países europeos. Europa está teniendo mucha hipocresía, ya se le está viendo demasiado el plumero; los propios ciudadanos europeos viven muchas veces en una anestesia colectiva: “Porque ha habido años de paz en Europa, pues ya hay paz en el mundo”, y no es así, simplemente las guerras se han trasladado a otro lado. Tengo relaciones con movimientos propalestinos, de hecho estoy siendo el altavoz del pueblo palestino en el Congreso de los Diputados y no escatimo ninguna ocasión de denunciar eso. Muchas veces los saharauis me dicen “no hablas del Sahara”, y yo digo: “Tranquilidad, ya todo el mundo sabe que yo soy saharaui, no hay duda”.

A la ceremonia de asunción como presidente de Uruguay de Yamandú Orsi asistió el presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Brahim Gali. ¿Cuál es la actualidad de la RASD y de la población saharaui en su propio territorio?

Gali está en su segundo mandato. Es un hombre que conoció la primera guerra, es uno de los fundadores del Frente Polisario, conoce la idiosincrasia del pueblo saharaui. Ahora, creo que debe tender la mano a la gente joven. El pueblo saharaui tiene su propio gobierno, que es la República Saharaui, y luego está el Frente Polisario, que es el movimiento de liberación, es el brazo armado y también político. En el secretario general del Frente Polisario recae la presidencia del gobierno saharaui. Se da esta dualidad de un movimiento de liberación y un gobierno, es como el primer ministro y el presidente. El Frente Polisario es reconocido a nivel internacional por otros países y en Naciones Unidas para representar al pueblo saharaui a nivel jurídico, pero la RASD no es reconocida en España, por ejemplo, y entonces el Frente Polisario puede operar en países donde no nos reconocen como país ni a nuestro gobierno. Pero la RASD está reconocida en la Unión Africana –de la que es fundadora– y por más de 80 países, muchos de ellos en América Latina. Esa presencia de Brahim Gali es un buen síntoma de la buena relación, porque el gobierno de Uruguay invita al presidente de la República Saharaui como representante de nuestro pueblo a un momento tan importante como es una toma de posesión, y eso suele enfadar mucho a Marruecos. Pero el pueblo saharaui tiene que seguir avanzando en más relaciones con otros países. El Frente Polisario tiene que aprovechar muy bien a sus hijos, y mi padre es también uno de los fundadores del Frente Polisario. Quiero decir que los saharauis no nos comprendemos fuera de este frente porque sabemos de nuestro movimiento de liberación, no queremos que nos pase lo de Palestina, que ahora mismo tiene varias facciones. Tenemos claro que la unidad es importante porque nuestro enemigo es uno y divididos no vamos a conseguir nada. Pero tenemos que exigir renovación, actualidad, vanguardia, en un contexto internacional en el que operan la inteligencia, la tecnología y los medios de comunicación, y tenemos que estar muy preparadas y preparados para un contexto mucho más complejo que una disputa en el terreno más militar.

Mencionaste la tecnología y tu historia laboral incluye el análisis de datos sociales y big data. ¿Cómo aplicás ese conocimiento en la política?

Suelo decir que hago política de ingeniería de datos porque los informáticos creo que somos buenos políticos [sonríe], miramos mucho la abstracción. La ingeniería informática es un mundo muy abstracto, estás constantemente resolviendo problemas, y al final la política consiste en resolver problemas y no hablar tanto de uno mismo, aunque en la nueva política muchas personas hablan más de sí mismas que de la gente. Cuando comencé como activista me pregunté: “¿Cómo puedo ayudar a mi pueblo si soy informática y no militar ni médico, nada que pueda ayudar en un conflicto?”. Pero me di cuenta de que en el mundo donde operamos podía sumar. El claro ejemplo es el pueblo palestino: gracias a las redes sociales hemos podido ver que se está cometiendo un genocidio. Pues con el pueblo saharaui ocurre lo mismo, necesita operar en los espacios digitales y de comunicación. Creé en su momento Saharaui Today, un medio de comunicación para hablar del pueblo saharaui; con el tiempo, y ya viviendo en Madrid, me di cuenta de que estaba bien pero tenía que ampliar mi espacio, ampliar alianzas con el feminismo y el resto de pueblos para que nuestra voz pudiera llegar y no fuera desde el yo constantemente. Yo, como saharaui, seguramente lo que tenga en común con otras personas es que soy de clase trabajadora, migrante y mujer, sufro las mismas violencias que otras mujeres, agravadas por ser migrante. Con el big data y las redes sociales hago mucha comunicación digital; me encantaría tener más tiempo y un equipo que me hiciera todo, pero con los medios que tengo creo que llego bastante lejos, por ejemplo, a ti en Uruguay, así que creo que el espacio digital nos permite encontrarnos. Ya que nos roban nuestros datos Elon Musk, la fachoesfera y todo esto, al menos utilicemóslos para hacer espacios de encuentro y de coordinación.