Las encuestas para las elecciones del domingo en Bolivia proyectan un escenario reñido y completamente abierto: no hay claro favorito, la izquierda se hunde arrastrada por las divisiones internas, y los indecisos o con intención de votar en blanco superan el 20% o 30%, según la encuestadora.
Los candidatos son todos viejos conocidos de la política local. A la cabeza está el empresario Samuel Doria Medina, de Alianza Unidad, uno de los hombres más ricos del país y que tenazmente se ha postulado a la presidencia desde 2005. Muy de cerca lo sigue el expresidente Jorge Tuto Quiroga, de Libertad y Democracia. Ambos lideran la intención de voto con alrededor de 20% (cercana al 25% según algunos sondeos), sin margen para ganar en primera vuelta.
Samuel Doria Medina
Doria Medina se sacude el confeti de la cabeza, contrariado, toma un helado que le ofrece un militante, lo muerde y desecha el resto, resopla y sube al escenario. Varios cientos de personas lo vitorean bajo el sol de mediodía en Cochabamba. Camperas amarillas, globos amarillos y carteles amarillos colorean todo el Prado.
Entre vítores y bombas de gas de colores, da un discurso de unos cinco minutos: dice que habrá combustible, que habrá dólares, que se acabarán los bloqueos de carreteras y que detendrá al expresidente Evo Morales. Esta última promesa genera los aplausos más entusiastas.
Doria baja entre una fuerte custodia que permite algunas selfis con sus partidarios, y se sube a la camioneta que lo está esperando. El entusiasmo dura poco y nada, y la multitud se desarma.
El empresario que podría alcanzar la presidencia en su quinto intento (fue candidato en 2005, 2009 y 2014 y retiró su candidatura en 2019) centra su campaña en el lema “Cien días, carajo”. Basa su discurso en el cierre de empresas estatales deficitarias, la apertura económica y potenciar el litio como recurso clave en la transición energética.
Pese a su indiscutido éxito en los negocios –dueño de cementeras, cadenas de comida rápida, hoteles e impulsor de las modernas Green Towers de La Paz y Santa Cruz–, se ha ganado el apodo de kencha, que en aymara quiere decir “mala suerte”. Su eslogan de campaña viene de su frase “Carajo, no me puedo morir”, luego de sobrevivir un accidente de avión, un secuestro del grupo Túpac Amaru y un diagnóstico de cáncer.
El expresidente boliviano y candidato presidencial de la coalición Alianza Libre, Jorge Tuto Quiroga Ramírez, durante su cierre de campaña en La Paz el 13 de agosto.
Foto: Martín Bernetti, AFP
Jorge Tuto Quiroga
Tuto Quiroga desafió a Evo Morales al cierre de su campaña, recorriendo el Trópico de Cochabamba, donde ningún candidato se atrevió a ingresar y no hay un solo afiche de las elecciones presidenciales. Quiroga grabó un video en solitario en el aeropuerto de Chimoré, cerrado desde 2014, “bloqueado por los miedos de una sola persona”, dijo en redes sociales, en referencia a Morales, cuyos seguidores controlan la zona.
La sustitución del cultivo de coca –la legal y la ilegal– y reconvertir el Chapare alejando el estigma del narcotráfico es uno de sus principales desvelos. Cualquier conversación en Bolivia termina en la cuestión del narcotráfico y en los cultivos de coca que proliferan en la región del trópico, cuyos controles son escasos.
Quiroga, que fue el presidente más joven del país, al asumir luego de la renuncia de Hugo Banzer en 2001, ha intentado regresar al poder en 2005 y 2014. En ambas ocasiones fue derrotado por Evo Morales. Con perfil tecnócrata y mucho más carismático y menos conciliador que Samuel Doria Medina, ha prometido recortes en el gasto del Estado, lucha frontal contra el narco con el retorno de la DEA y reformas institucionales en la Justicia.
En el tercer o cuarto lugar, con entre el 7% y 8%, hay varios candidatos. Están Rodrigo Paz Pereira, senador del Partido Demócrata Cristiano e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, Manfred Reyes, alcalde de Cochabamba, y el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, exdelfín de Evo Morales que se postula por Alianza Popular.
La debilidad de la oposición ha sido su falta de unidad: pese a algunos atisbos de alianza, los principales opositores al gobierno de Luis Arce no consiguieron unidad programática ni política, ni aceptó ninguno ser segundo del otro. Los une sobre todo el objetivo común de derrocar al gobernante Movimiento al Socialismo (MAS).
Andrónico Rodríguez, presidente del Senado y candidato presidencial por la Alianza Popular, durante un acto de campaña en Huarina, Bolivia, el 24 de julio.
Foto: Aizar Raldes, AFP
Andrónico Rodríguez
Andrónico Rodríguez es un joven dirigente cocalero, actual presidente del Senado y otrora delfín de Evo Morales, que saltó a la palestra en la crisis de 2019. Tiene origen indígena quechua y vive en el Chapare, el bastión radical del que surgió el MAS.
Su candidatura le costó el distanciamiento de Evo Morales, con el que ha evitado enfrentarse abiertamente. La campaña de Andrónico por un lado, busca conquistar la simpatía de los seguidores del expresidente y, por el otro, milita activamente contra el voto nulo, promovido por el propio Morales.
El candidato oficialista, Eduardo del Castillo, apenas alcanza el 2% o 3% de las preferencias. Pese a que las encuestas perfilan una segunda ronda entre Samuel Doria Medina y Tuto Quiroga, no se descarta que Andrónico Rodríguez pueda ser la sorpresa de la izquierda, captando voto campesino que no está contemplado en los sondeos.
Un factor a tener en cuenta es que los indecisos y el voto nulo superan la intención de voto de cualquier candidato. Otro es la inexactitud de las encuestas. En 2019 subestimaron fuertemente el apoyo al actual presidente, Luis Arce, que terminó ganando con 55% de los votos.
La división del MAS
La gran debacle es la de la izquierda, que luego de casi 20 años en el poder en forma casi hegemónica, llega a los comicios dividida y debilitada.
El primer gran quiebre del MAS fue entre Evo Morales y el presidente Luis Arce, su exministro de Economía, y ocurrió poco tiempo después de que este asumiera el gobierno en 2020. “Arce nos traicionó”, ha repetido Morales, y lo ha acusado de cambiar la política económica causando la crisis actual. En el quiebre, además, Arce se quedó con la sigla MAS.
Luis Arce dejará el gobierno con índices de popularidad tan ínfimos que renunció a la reelección. El candidato oficialista Eduardo del Castillo no alcanza el 2% de intención de voto y el MAS podría perder su personería jurídica si no llega al 3%.
La crisis económica se palpa en las calles. La inflación interanual del 25% es la más alta desde 2008, pero en los últimos meses los precios de productos básicos se han más que duplicado. Ante la escasez de dólares tras el agotamiento de las reservas internacionales, los bolivianos no pueden retirar sus ahorros, y a esto se agrega una gravísima crisis de combustibles que obliga a hacer horas e incluso días de cola para cargar un tanque en cantidades racionadas. En el centro del debate está la política de subsidios a los combustibles, que ante la escasez de reservas propias, obliga al gobierno a importar a alto costo para vender a precios bajos.
Pero la crisis económica no es el único factor. El gobierno de Arce acarrea gravísimas acusaciones de corrupción, clientelismo y persecución política. Entre las más sonadas, el préstamo de 3,3 millones de dólares que recibió el hijo del presidente, Rafael Arce, de sólo 25 años, para comprar un predio en Santa Cruz, que era en gran parte reserva natural y se ha deforestado para convertirlo en predio productivo. Se acumulan las denuncias de corrupción, desde coimas en el Ministerio de Ambiente hasta pago de sobreprecios en la importación de combustibles.
La estrategia de Evo Morales
Impedido de ser candidato por cuarta vez por el Tribunal Electoral, que según el artículo 168 de la Constitución permite la reelección consecutiva dos veces, Evo Morales se considera proscripto. Según su interpretación, pasado un período de gobierno, la reelección vuelve a estar permitida.
Prófugo de la Justicia, desde su bastión del Chapare llama a desconocer las elecciones y a anular el voto. Si el voto nulo y en blanco supera al del candidato más votado, Evo se considerará ganador. Y “el pueblo bajará a la plaza” a reclamar su derecho. Esto es, habrá protestas y cortes de carreteras para exigir una nueva elección y la habilitación de Evo.
No obstante, según la norma electoral, no importa la cantidad de votos nulos que se registren el día de los comicios, estos continuarán sin tomar en cuenta sus demandas, como pasó en las elecciones judiciales de 2017, cuando los votos nulos fueron mayoría, pero se posesionó a los que resultaron ganadores con porcentajes mínimos.
El Evo de 2025 no es el líder que arrasó en las elecciones de 2005 ni genera el entusiasmo y los apoyos en la población que tenía en otros tiempos. En la llamada “media luna”, la zona oriental del país, el rechazo a su figura era y sigue siendo acérrimo. En las paredes de Santa Cruz hay pintadas de “Evo pedófilo” y “Evo ladrón”. Pero entre quienes lo apoyaron desde las bases, entre quienes tuvieron esperanza en el cambio con su figura, el MAS también perdió apoyos. Los términos corrupción, arbitrariedad y persecución política se repiten entre sus detractores.
La escritora y artista Rosario Aquim fue activista en apoyo al proceso de la Asamblea Constituyente durante el primer gobierno de Morales. Creía en el proceso, en que habría un cambio profundo.
Entregó a un precio simbólico de 1 dólar 205 lotes de terreno de 300 metros cada uno (no se puede donar al Estado) para vivienda de mujeres quebradoras de castaña del Beni, en el marco del programa de vivienda social Evo Cumple, los cuales nunca se entregaron a las mujeres castañeras. “Ni una vivienda se construyó. No sólo en esa urbanización, en muchas ocurrió lo mismo. Ni siquiera se ha legalizado el derecho propietario”. Lo poco que se construyó, sólo los cimientos, se entregó a dedo, no a las mujeres del proyecto, dice.
El relato del proceso para la no construcción de viviendas es largo, pero el remate es breve: “Lo que han robado es increíble. De la manera más grotesca”. Rosario cuenta que los dueños de las empresas que estafaron al Estado en la construcción de las viviendas están libres. “Por cosas como estas es el hastío que tiene la gente”.
La exdiputada Marcela Revollo, del grupo Movimiento sin Miedo, cuenta: “La primera crisis fue cuando nos pidió que aprobáramos la elección indefinida. La respuesta del movimiento, que es de izquierda y profundamente democrático como principio, fue: ‘No, eso no lo vamos a aprobar, es antidemocrático’”. “Por entonces, Evo ya sentía que estaba por encima del bien y del mal, y que todo el que fuera contrario a él era su enemigo”.
Pronto fueron virando al autoritarismo, una sorpresa para quienes habían sido muy cercanos durante sus épocas de militante. “No lo esperábamos porque tanto Evo Morales como Álvaro García Linera venían del rigor del autoritarismo de derecha. Venían del autoritarismo descarnado contra ellos, fueron detenidos, era Juan [del Granado] el que iba a sacarlo de la cárcel”.
La segunda crisis y quiebre ocurrió cuando Juan del Granado, que era alcalde de La Paz (y se había ganado el apodo de “Juan sin miedo” por su lucha para procesar al dictador Luis García Meza, un hito histórico en el país), le advirtió a Evo que Santos Ramírez, un hombre de confianza de este, estaba desviando fondos en Yacimientos (YPFB) y le aseguró que tenía información de primera mano. Evo no escuchó su advertencia y a partir de entonces lo consideró su enemigo (luego Ramírez cumplió diez años de cárcel).
A partir de entonces vino la persecución política, denunciada por muchos de sus opositores, pero también entre sus aliados. “Conectó rápidamente con la impronta cubana de castigo a los disidentes. Quería que fuéramos parte del MAS, pero nosotros no queríamos. Éramos una corriente de izquierda independiente, pero eso no era aceptado. Tenía que ser monolítico”. La persecución y las denuncias contra integrantes del grupo fueron feroces.
El movimiento apoya a Doria Medina en estas elecciones, entre otras cosas, por su compromiso en reformar la Justicia y en investigar los casos de corrupción.
¿Por qué no apoyar a Andrónico, que también es de izquierda? “Tiene demasiada carga corrupta. En la crisis de 2019 él se impone, él detiene un enfrentamiento que podría haber sido mucho peor, pero la carga de corrupción que lleva es demasiada”.
La pregunta es cómo pudo cambiar tanto un líder. Miguel Ángel Souza, consultor de Santa Cruz y director de la agencia de comunicación Souzainfantas, se pregunta si alguna vez Evo Morales fue democrático o si se sirvió de la democracia para acceder al poder. “En Bolivia aún existe el síndrome del caudillo”: el líder personalista, que si no genera una infraestructura que pueda continuar un sucesor, se hunde.
“Sí es cierto que Evo introdujo cambios drásticos, permitiendo el acceso a cargos políticos de personas que nunca antes hubiesen podido llegar al Parlamento o a cargos de gobierno, porque había que pagar para hacerlo”. También es cierto, dice Souza, que frente a la imagen integradora que proyectaba hacia el exterior, hacia adentro tuvo una política de confrontación entre quienes lo apoyaban y quienes no.
Pero entre sus mayores debes está la reforma de la Justicia. “No hay garantías en Bolivia. Quienes deberían proteger los derechos, la Justicia y la Policía, violentan los derechos”.
Quién es Evo
Raúl Prada Alcoreza, filósofo que fue miembro de la Asamblea Constituyente de Bolivia, conoce muy de cerca a Morales y fue parte de su gobierno al inicio. Muy crítico con la evolución del MAS, del que esperaban cambios profundos en Bolivia, Prada pasó pronto a desilusionarse. “Pasan de la convocatoria con mucho entusiasmo de 2005 y 2006, a 2009, con mucho apoyo, pero ya en 2010 hay un desencanto. ¿Cómo controlas las simpatías? Con clientelismo. Entonces pasan del entusiasmo al clientelismo, y del clientelismo a la violencia. Ahí ocurre el estallido [de 2019]. Se va acumulando el enojo de la gente, no sólo de la clase media”.
Parte del fracaso en la gestión económica, además de la corrupción descontrolada, fueron la falta de equipos capaces y la rápida captación del clientelismo dentro del Estado. “Toda la gente que él ha llevado adelante es la que lo ha traicionado. Se ha rodeado de gente desleal. Gente que no hubiera sido nada sin Evo”.
Prada vivió de cerca el acontecimiento político mundial que fue la figura de Evo Morales y las enormes esperanzas que movimientos de todo el continente pusieron en él. “Evo es un acontecimiento político, por muchas circunstancias que lo inventan; lo inventan los indígenas, y los demás lo empujan porque es carismático. Se va conformando una imagen. Es un imaginario. Es una representación de muchas expectativas. El Evo real es otra cosa”, dice.
No es ese el Evo atrincherado en el Chapare, que insiste tenazmente en su reelección, rodeado de sus fieles pero aislado de la realidad de gran parte del país. “Pero los acontecimientos políticos no los controlas, no eres tú el acontecimiento, son relaciones sociales, son conjuntos de fenómenos. Y el tema es: como individuo, ¿qué haces frente a eso, frente a lo que no eres, qué haces? Evo se ha roto”.
Eugenia Rodríguez Cattaneo, desde Bolivia.