¿Qué significa apuntar más allá de los modelos tradicionales del Estado, también más allá del Estado de bienestar, para ir hacia un Estado que pueda crear las condiciones para que la autonomía creativa de los ciudadanos juegue un rol mucho más importante en el desarrollo colectivo? La economía del conocimiento social, basada en una práctica socioeconómica que ya existe –la de la producción entre iguales– podría ser un modelo.
La producción entre iguales está en crecimiento como un nuevo camino para la generación de valor, en el que las infraestructuras compartidas permiten a la gente comunicarse, organizarse y cocrear bienes comunes digitales en conocimiento, software y diseño. Piensen en la enciclopedia libre Wikipedia, en los proyectos de código abierto como Linux, o en las comunidades de diseño abierto o hardware abierto como Wikihouse, L’Atelier Paysan, Sensorica o Farmhack.
El ecosistema de los comunes
En el centro de este nuevo modelo de valores están las “comunidades productivas”, que incluyen tanto trabajo pago como no pago. En torno a estas comunidades se forma una economía de productos y servicios que se apoyan en ellas, pero al mismo tiempo les aportan. Esto se realiza mediante empresas que crean “coaliciones de emprendimientos” alrededor del ecosistema de los comunes y las comunidades productivas.
Estas contribuciones a los bienes comunes digitales son posibles gracias a infraestructuras de producción colaborativas, y a infraestructuras legales e institucionales que las apoyan, impulsadas por asociaciones que buscan beneficios y no ganancias. Estas fundaciones pueden crear repositorios de bienes comunes digitales, brindar protección contra las infracciones a las licencias abiertas, organizar recolecciones de fondos para infraestructura, y ayudar al intercambio de conocimiento mediante conferencias locales, nacionales e internacionales.
Habitualmente, estas fundaciones de comunidades de código abierto, sin afán de lucro, como la Fundación Mozilla, gestionan y brindan la infraestructura para la cooperación. Defienden el uso de licencias abiertas, a veces proveen capacitación y certificaciones, pero sobre todo su tarea es permitir y reforzar la cooperación. Estas instituciones, en general, funcionan con procedimientos democráticos formales, como la realización de elecciones.
De las comunidades a las sociedades
Estas fundaciones operan como “polis”, es decir, como mini Estados de los ecosistemas de producción basados en bienes comunes. Si nos movemos de lo que podemos ver en la práctica a nivel micro hacia una visión macro de lo social, notamos que también hay una necesidad de “formas estatales”.
En nuestra visión, una sociedad que ponga en el centro a los comunes debería idealmente contar con:
Una sociedad civil productiva que contribuya a los comunes.
Un mercado que pueda generar valor agregado en torno a los comunes.
Un Estado socio, figura que está emergiendo en algunas prácticas urbanas, tales como la regulación de Bologna para el cuidado y regeneración de los bienes comunes urbanos o algunas políticas de la plataforma ciudadana En Comú en Barcelona.
De acuerdo con esta visión, el Estado socio sería el garante de los derechos cívicos, pero también el garante de la equidad en el potencial contributivo de todos los ciudadanos. Sin esta función, las comunidades podrían tener un acceso inequitativo a los recursos y capacidades, perpetuando la desigualdad. En nuestra visión, el Estado se acercaría de esta forma a la sociedad civil, gradualmente, implementando procedimientos y prácticas radicalmente democráticas.
Son necesarias instituciones que provean bienes públicos de esta manera, teniendo en cuenta el crecimiento que han tenido las filosofías políticas individualistas, como el anarcocapitalismo o el libertarismo, que sólo ven a los individuos efectuando contratos con otros individuos. Las sociedades necesitan sus propias formas de expresión. El Estado es una de ellas. Y el Estado imaginario por el que abogamos, en sintonía con las características especiales de las tecnologías digitales, puede ser un Estado socio. Debemos estar atentos.
Michel Bauwens, fundador de la fundación P2P, y Vasilis Kostakis, investigador de la Universidad Tecnológica Tallinn y de la Universidad de Harvard. Este artículo fue publicado en inglés en la revista Red Pepper. Traducción: Natalia Uval.