La coordinación de juventudes de los partidos Colorado, Independiente, Frente Amplio y Nacional ha comenzado a prestarle un importante servicio al conjunto de la sociedad uruguaya, al reivindicar una forma de hacer política basada en el compromiso con valores de convivencia democrática e incluir expresamente entre ellos la participación ciudadana, el diálogo respetuoso y el rechazo a los mensajes de odio y a la difusión deliberada de mentiras. En esa línea, conmemoraron el lunes los 35 años del acto del Obelisco, que por motivos difíciles de entender –o difíciles de aceptar– no es tomado como un patrimonio colectivo por los dirigentes mayores del sistema partidario.

Fue un acto de homenaje, pero también expresó una voluntad de futuro, que abarca la campaña para el próximo ciclo electoral y quiere mantenerse luego, contra la idea de que “la grieta” entre oficialistas y opositores es un hecho consumado, o incluso (según los más energúmenos de uno u otro bando) una condición necesaria para que el país avance.

Aquella enorme movilización de 1983 se produjo en circunstancias muy excepcionales, y aunque no resultó nada fácil lograrla, ya que fue producto histórico de luchas prolongadas y tenaces, sin duda era más sencillo comprender el valor de la libertad y la democracia contra una dictadura que en la situación actual. Como dice un viejo proverbio, no se extraña el agua hasta que se seca el pozo, y después de 1984 han sido frecuentes los intentos de trazar una infranqueable línea divisoria entre sectores que compartieron la resistencia.

Esto es lo que viene a contrarrestar la coordinación de juventudes partidarias. Lo hace con palabras como las de su proclama del lunes, en la que manifestó la importancia de recordar que “la democracia nunca está completamente conquistada, sino que se construye cada día y de forma colectiva entre todos y todas”, y alertó acerca de “tentaciones antidemocráticas, discursos mesiánicos y ataques a la actividad política” que aparecen “en épocas de crisis e incertidumbre”. Pero quizá lo hace aun más con su sola existencia en estos tiempos, mientras en varios otros países, de la región y del resto del mundo, vemos las consecuencias de tales tentaciones. Reivindicar el espíritu del acto del Obelisco no es sólo juntarse a gritar una vez más “¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la república! ¡Viva la democracia!”. También es cultivar en forma cotidiana la calidad de la convivencia democrática, con respeto a la expresión de una amplia diversidad de identidades y reclamos. Es asumir colectivamente derechos y deberes, mantener y reclamar una conducta limpia, “recrear la solidaridad, la confianza, la lealtad”, como pedía el general Liber Seregni en su último discurso, el 19 de marzo de 2004 en el Paraninfo de la Universidad de la República, recordando también la resistencia a la dictadura. E ir más allá: reflexionar juntos sobre los motivos que llevaron a olvidar parte de lo aprendido en aquella resistencia, aprender de los errores cometidos por varios de los homenajeados y retomar el rumbo del que se apartaron.