El electorado del Reino de Suecia elegirá mañana a los 349 miembros que formarán el Riksdag –el Parlamento sueco–, órgano que deberá designar y aprobar a un primer ministro. Los últimos sondeos pronostican una ajustada victoria del oficialista bloque de centroizquierda y una votación récord de la ultraderecha que, por cuarta vez consecutiva, duplicaría su masa de votantes.
Suecia, que durante las últimas cuatro décadas ha sido paradigma del Estado de bienestar social y estandarte en políticas de salud, educación, derechos humanos y libertad de expresión, no queda exenta de la última tendencia política europea: el resurgimiento del fascismo y el racismo.
Los partidos tradicionales suecos no han podido frenar esta incipiente pero constante avanzada de la extrema derecha, sector con el cual –al menos hasta ahora– se han negado a pactar y dialogar.
De todas formas, el bloque rojiverde, integrado por el Partido Socialdemócrata, el Partido de la Izquierda y el Partido Verde, alcanzaría 40% de los votos y se mantendría como la primera fuerza política sueca. Pero el escenario de las próximas negociaciones para formar gobierno es incierto, ya que deberán pactar con algunos sectores opositores para lograr las mayorías necesarias.
Los rojiverdes ya conocen el paño, porque con un gobierno minoritario han tenido que manejar las riendas del país durante los últimos cuatro años, período en el cual no siempre han podido lograr consensos. Ya en el primer mes, la oposición le desaprobó el presupuesto y el gobierno quedó rápidamente en una cornisa.
Según un promedio de las últimas consultas, la coalición de centroizquierda, y en particular la socialdemocracia liderada por Stefan Löfven, perdería al menos 15 miembros en el Riksdag. El partido más antiguo e influyente en la vida política sueca tendrá la peor votación de su historia si vota por debajo de 28,5%, algo que dan por hecho las encuestas preelectorales.
De derecha
La Alianza, bloque de centroderecha formado por los cuatro partidos conservadores –Partido Moderado, Partido Liberal, Democristianos y Partido del Centro–, también perderá una considerable representación en el Parlamento debido al corrimiento de muchos de sus votantes hacia la extrema derecha.
Los Demócratas de Suecia (SD), partido liderado por el joven Jimmie Åkesson, agrupa a los sectores nacionalistas, antiinmigración y a otros más radicales, con raíces neonazis, a menudo involucrados en altercados violentos de tinte racista, que dejaron al desnudo el espíritu xenófobo de la agrupación política.
A diferencia de la mayoría, algunos políticos moderados y democristianos no descartan totalmente la posibilidad de formar gobierno con ellos.
Entre flores y racistas
Desde el comienzo de su liderazgo en 2005, Åkesson ha intentado suavizar la imagen con un discurso menos fascista, una vestimenta más informal y una estrategia de marketing rodeada de simpáticas flores celestes y amarillas. Aunque el dirigente asume que su partido no va a formar parte de ningún Ejecutivo, ve a su fuerza política como la gran triunfadora de las próximas elecciones. “Crecemos, a la vez que hemos influido en el debate y en la evolución de la sociedad”, dijo la semana pasada al diario Dagens Nyheter, y además anunció que el bloque de centroderecha deberá concederle al SD una influencia proporcional a su tamaño para poder gobernar. “Ya no reconozco a Suecia”, dijo Åkesson a principios de año en un debate parlamentario, y le “declaró la guerra” a la delincuencia organizada. Además, le dio la razón a Donald Trump cuando este dijo que “los inmigrantes están detrás del aumento de los crímenes violentos y deben ser deportados” de Suecia.
La inmigración en el eje del debate
Con una economía en alza y una tasa de desempleo relativamente baja –6,4%–, la campaña política de cara a las elecciones parlamentarias que se celebrarán el 9 de setiembre tiene como eje fundamental un intenso debate sobre la inmigración y el asilo de los refugiados que arribaron al país en la última década, especialmente a partir de 2015, con la ola migratoria desde Siria hacia Europa. Ese año el país recibió a 163.000 refugiados, la cifra per cápita de solicitantes de asilo más alta de toda la Unión Europea. Además, fue el Estado miembro con mayor tasa de naturalización de residentes extranjeros.
En 2016, el gobierno de Löfven restableció controles en las fronteras y adoptó una serie de medidas para reducir la cantidad de solicitantes de asilo, algo que la extrema derecha tomó como una gran victoria simbólica, en detrimento de la coalición de gobierno, que pretende reforzar el modelo del Estado benefactor.
20 años atrás las preocupaciones del electorado sueco eran otras. Apenas 3% de los votantes mencionaba el tema de los refugiados para justificar su sufragio. Hoy las grandes inquietudes de la población sueca, según la consultora Yougov, son la salud, la inmigración, la criminalidad, la educación y la integración.
Simón López Ortega es periodista.