En estos días la Universidad de la República (Udelar) elegirá una pequeña parte de sus autoridades. Por un lado se apresta a elegir las delegaciones de los órdenes universitarios para el Consejo Directivo Central. Por otro, y es lo que motiva esta publicación, la elección de quien ocupará el cargo de rector de la institución.
Es una trivialidad afirmar que el gobierno de un país o institución no depende de una sola persona. Pero el adjetivo “pequeña” de la primera oración ilustra algo que no es tan trivial: la responsabilidad del gobierno en la universidad está distribuida en un número importante de personas y organizaciones, de diferentes órdenes, orígenes y tradiciones académicas.
¿Qué es lo importante entonces en la elección del rector? De esa condición singular del gobierno universitario queda claro que la elección no busca un presidente o un gobernador, mucho menos un gerente o gestor. El rector es, claro, el ordenador del gasto y tiene atribuciones que la ley le otorga para tomar decisiones, algunas muy importantes. Sin embargo, esto no es lo relevante, pues la única forma de que logre concretar la agenda de transformaciones que la universidad necesita (y el país le demanda) es que su rectorado se sostenga sobre una amplia red de apoyos y acuerdos, fundados en un conjunto importante de principios y formas de trabajo que permitan impulsar esos cambios.
La Udelar es una institución grande y sobre todo muy rica y diversa en sus concepciones y visiones. Para revertir los notorios problemas que en los últimos años ha enfrentado para transitar cambios, necesita de mucho trabajo, creatividad, propuestas, planificación y compromiso. También presupuesto, es claro, pero no podemos excusar el reciente estancamiento en esto. La posibilidad real de realizar transformaciones de manera exitosa depende, en gran medida, de la habilidad de quien lidere el proceso para articular el trabajo de estos colectivos diversos y con capacidades muy valiosas, de forma integrada, sistemática y consistente hacia objetivos comunes. Es en este rol en el que la figura del rector, y su programa, cobran relevancia.
Creemos que en el contexto actual de la Udelar, Rodrigo Arim es quien puede encabezar este proceso, no sólo a través de la construcción de acuerdos, sino también con la motivación y el entusiasmo necesarios para avanzar en la transformación de la institución. Arim ha mostrado, desde su actuación en diversas instancias del gobierno universitario, que puede liderar procesos de cambio y lograr los acuerdos que sean necesarios para que estos lleguen a buen puerto.
El respaldo de una gestión exitosa
Desde el decanato de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración, Arim logró impulsar una serie de transformaciones cruciales, que en otros servicios no han podido llevarse adelante. Queremos hacer notar aspectos singulares de ellas. En una institución como la Udelar lo primero a destacar es cómo estas transformaciones se procesaron. Se construyó una agenda de transformaciones con un rumbo claro y firme, con la fuerte convicción de que el cogobierno es una buena forma de gestión y organización de una institución tan compleja como la universidad. Estas transformaciones fueron implementadas en un marco de diálogo y participación de colectivos con perfiles muy diversos Las tensiones internas y desacuerdos no fueron excusa para dejar de avanzar en los objetivos..El liderazgo de Arim fue fundamental en este logro que es, sin dudas, compartido.
El proceso de departamentalización, la unificación de los cargos docentes y su efectivización y el estímulo a la carrera docente permitieron conformar una estructura académica más moderna y acorde con las funciones que debe desempeñar la facultad. Estos cambios, que parecían imposibles de implementar, permitieron una gestión más eficiente de los planteles docentes, facilitando la articulación de sus actividades de enseñanza de grado y posgrado, de investigación, extensión y relacionamiento con el medio. Como resultado, se multiplicó por cinco el número de docentes con dedicación total, aumentaron las cargas horarias docentes y se logró una mejora objetiva en el nivel de formación de los docentes que hoy forman parte de los institutos de investigación.
En este período se aprobaron nuevos planes de estudio de las cuatro carreras de grado, tema que estaba estancado desde fines del siglo pasado. Además, en todos los programas de posgrado se realizaron evaluaciones externas, avanzando incluso en algunos casos en la implementación de nuevos planes de estudio.
A la vez, se consolidó el equipo de la Unidad de Extensión y Relacionamiento con el Medio. Uno de los proyectos impulsados consiste en dar garantías de acceso real a la formación terciaria y democratizar el conocimiento a estudiantes privados de libertad. Se conformó un equipo, se establecieron protocolos y como resultado concreto se logró que un número creciente de estudiantes pueda cursar y aprobar materias. Estos aspectos de implementación han sido centrales para potenciar la capacidad de la institución en generar líneas novedosas de conexión con la sociedad que antes no existían.
La experiencia de la descentralización de esta facultad muestra, al cabo de siete años, éxitos claros. El ingreso al Tecnólogo en Administración y Contabilidad en Tacuarembó y el Centro Universitario Regional del Este se consolidó, superando los 200 estudiantes por año y preservando la calidad de la formación académica de grado en todo el país. Los egresos aumentan a tasas sostenidas, multiplicándose por dos en los últimos años, a partir del cambio de planes y su maduración. También aumenta el número de estudiantes que avanzan en su formación en el interior y luego se insertan con éxito en las carreras de grado de Montevideo, fundamentalmente en Contador Público. Estos son resultados claros en términos de democratización en el acceso, permanencia y egreso en la educación superior.
El perfil
Estamos convencidos de que hay diferencias sustantivas entre los candidatos en la forma de gestión, la capacidad de avanzar en el disenso y la manera de integrar el trabajo colectivo.
El perfil de Arim, así como su capacidad de propuesta y liderazgo constituyen elementos centrales para decidir, en tanto permiten avizorar la viabilidad de la agenda de transformaciones que la Udelar debe transitar en los próximos años. Ya mencionamos los antecedentes de éxito en cambios académicos concretos. Estos no son casualidad: Rodrigo Arim dedica su actividad profesional a generar insumos para el diseño, la evaluación y la implementación de políticas públicas, en base a sus conocimientos e investigaciones en la temática de la economía de la desigualdad y la pobreza; además, tiene una trayectoria sostenida en el cogobierno universitario desde su ingreso a la universidad.
Su experiencia es central en un contexto en el que las mejoras presupuestales seguramente sean menores a las necesarias, en el que la universidad deberá ser proactiva en su solicitud presupuestal, con objetivos concretos y viables, comprometiéndose con una gestión más eficiente.
De esa manera, Arim tiene la doble historia de académico y de diseñador de políticas, que en cierto sentido refleja una de las dicotomías de nuestra tan diversa Udelar.
Arim cuenta con una extensa experiencia de gestión y dirección universitaria, en la que se destacan sus ocho años decano, ocho años en el Consejo Directivo Central y su participación en diversos ámbitos centrales de cogobierno. Tanto en el rectorado de Rodrigo Arocena como en el de Roberto Markarian mostró la capacidad de ser constructivo desde el acuerdo o el desacuerdo, siempre aportando a la solución de los problemas universitarios. Esta intensa experiencia, además, le permitió conocer el funcionamiento de toda la Udelar y aportar a su avance desde distintos lugares con el mismo compromiso.
La agenda imprescindible
La plataforma de Arim hace énfasis en pensar a la educación terciaria como un instrumento de política pública. La Udelar necesita salir de lo discursivo en el tratamiento de la inclusión educativa. Si no enfrentamos el problema central, esto es, que muy poca gente recibe formación de calidad de nivel superior, estamos condenados a ser un país desigual y con una estructura productiva rezagada. La diversificación y flexibilización curricular, así como los esfuerzos en el apoyo al ingreso, permanencia y egreso en programas como Progresa llevan una década, pero no alcanza.
El acceso a la formación superior debe trascender la posibilidad de inscribirse a una facultad, y sostenerse brindando mayores oportunidades para que los vínculos de la institución con los estudiantes sean sistemáticos y permanentes, promoviendo la culminación de ciclos, el acceso al conocimiento y la cultura. Es necesario diseñar políticas e implementarlas, y establecer criterios de evaluación para su seguimiento y la generación de propuestas para su mejora. Generalizar estos esfuerzos precisa de una acción de toda la institución, sin dudas, pero es crucial hacerlo en base al intercambio de la universidad con todo el espectro educativo, la sociedad civil y el gobierno.
En ocasiones se acusa a la Udelar de constituirse en una barricada. Es una acusación parcialmente injusta. El diálogo que la universidad desarrolla con la sociedad es permanente, profuso y muy dinámico, por lo menos desde la salida de la dictadura. Sin embargo, múltiples actores de relevancia económica, política y social sostienen que la Udelar se encuentra aislada, que con lo que hoy hace no es suficiente. Esto se convierte en un gran desafío.
El país necesita aumentar sustantivamente sus plataformas de generación y democratización del conocimiento, cuyas características de bien público las convierten en piezas claves para el desarrollo. En tanto actor fundamental de estas plataformas, la Udelar tiene la obligación de asumir el liderazgo, buscando la colaboración y cooperación con todo el sistema educativo, para la construcción de un verdadero sistema nacional de educación pública. Para esto es preciso tender múltiples puentes y redes de colaboración en distintos niveles, que existen pero que deben profundizarse y ampliarse. Es imprescindible, además, generar una estrategia para que estos vínculos se desarrollen de forma sistemática y coherente.
Luego, es necesario densificar la red de conexiones de trabajo y colaboraciones con las instituciones de gestión de políticas públicas a múltiples niveles: ministerios, empresas públicas, intendencias, agencias estatales, etcétera. También con las organizaciones sociales y con la sociedad civil. La coconstrucción de una agenda del conocimiento junto con estos actores es crucial y requiere del involucramiento de todos los actores universitarios. En este aspecto el programa y la capacidad de diálogo y trabajo de Rodrigo Arim son una fortaleza. Tenemos que buscar nuevas vías que nos vinculen a aquellos que pueden y deben aportar a resolver estos grandes problemas en tanto son problemas del país. Creemos firmemente que Rodrigo Arim es la persona que puede guiar a que nuestra institución avance en estas líneas.
A modo de cierre
La discusión más grande que nos espera sobre el futuro de la Udelar, la de la reforma de la estructura universitaria y la Ley Orgánica, tiene en Arim un protagonista decidido. Es impensable que alguien apoye su elección como rector y se oponga a la necesidad de modificar la Ley Orgánica. A partir de su plataforma, Arim con contundencia y contenido logró volver a instalar este tema en la agenda. La Udelar debe estudiar seriamente este tema, hacer una propuesta sólida que permita proponerse cuándo y cómo discutirla con el Parlamento y con la sociedad en su conjunto. Esta es otra de las razones por las que lo apoyamos.
Al otro día de la elección habrá que seguir construyendo. Mirando la lista de personas que apoyan a uno y otro candidato, es claro que nadie puede pretender gobernar la institución sin los apoyos del otro. Quienes firmamos esta publicación, lo hacemos desde la certeza de que Rodrigo Arim también podrá convocar a aquellos que hoy no lo acompañan. Esa convicción es también sustento de nuestra decisión.