Los encuentros internacionales realizados en Montevideo para buscar una salida a la crisis de Venezuela tuvieron como resultado dos iniciativas, que abordan la cuestión con prioridades distintas. Uruguay participa en ambas, más conforme con una que con la otra. El desarrollo de los acontecimientos dirá si alguna de ellas –o su eventual confluencia– alcanza el distante objetivo de que los venezolanos resuelvan sus problemas en paz y de forma democrática.

De todos modos, cualquiera de las dos propuestas resulta preferible al rumbo de polarización creciente, negativas al diálogo e imposición violenta de una de las partes, que impulsan varios actores dentro y fuera de Venezuela.

El 23 de enero, México y Uruguay urgieron a todos las partes venezolanas a “encontrar una solución pacífica y democrática”, mediante “un nuevo proceso de negociación incluyente y creíble, con pleno respeto al estado de derecho y los derechos humanos”. Esta iniciativa condujo, el miércoles 6 y con apoyo de la Comunidad del Caribe, al lanzamiento del Mecanismo de Montevideo (MdM), que prioriza la instalación de un diálogo sin plantear condicionamientos previos.

Por otra parte, el Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela (GCIV) fue creado el 30 de enero, mediante una resolución del Consejo de la Unión Europea. Los términos de referencia para su actuación expresan en gran medida las posiciones de los integrantes de ese bloque que ya reconocieron a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, demandan la realización a cortísimo plazo de elecciones presidenciales y plantean, como condiciones mínimas para la transición, una serie de exigencias al gobierno que encabeza Nicolás Maduro (a la oposición venezolana sólo se prevé “estimularla y ayudarla a que supere sus divisiones internas y se involucre en una solución pacífica y democrática”).

La diferencia en el enfoque es muy clara, y también lo es la preferencia de la diplomacia uruguaya. Basta con comparar la declaración del GCIV aprobada el jueves 7 con los términos de referencia que había fijado la UE para ver que, en la negociación, se logró retirar o matizar gran parte de las exigencias previas europeas. Esto es importante porque el único gobierno real de Venezuela es el encabezado por Maduro, que entre otras cosas cuenta con el respaldo de las fuerzas armadas, y de una milicia que tiene registrado un millón de integrantes. Reclamarle una rendición incondicional implica prever que a ese poderío se opondrá otro capaz de vencerlo, mediante la asfixia económica, la insurrección, la invasión u otros medios que también causarían nuevos y tremendos daños a los venezolanos.

En nuestro país, algunos ignoran o fingen ignorar esta terrible perspectiva, y se limitan a repetir consignas o mentiras de quienes, fuera de Uruguay y con obvios intereses, no buscan nada semejante a una solución pacífica. El gobierno trata de contribuir a que esto no termine en un desastre, y ha logrado que sus propuestas sean tenidas en cuenta por potencias internacionales. No es poca cosa.