Los resultados electorales en Brasil muestran cambios en la izquierda. El Partido de los Trabajadores (PT) pierde su hegemonía y emergen nuevas formaciones más jóvenes y menos burocratizadas, pero más pequeñas. También recuperan lugar algunos partidos clásicos del centroizquierda. Por el momento estas fuerzas no logran llenar el vacío que deja la crisis del PT.
El domingo 29 de noviembre, Brasil desarrolló la segunda vuelta de las elecciones municipales. Pese a que los resultados locales no son necesariamente extrapolables, se trató de una contienda con sabor nacional, que delinea ya los contornos de la disputa presidencial de 2022. Aunque en términos globales la izquierda perdió frente a la centroderecha tradicional, hay algunas novedades interesantes en el arco progresista.
Numéricamente, el PT no se recupera de las municipales de 2016, el gran momento del antipetismo, que supuso una fuerte derrota nacional para el partido fundado en 1980 bajo el influjo de las luchas obreras en el área metropolitana de San Pablo. En 2016 el PT se quedó sólo con 257 alcaldías, y ahora cayó a 183. Gobernará sólo para 2,6% de los brasileños. Por primera vez desde la redemocratización, se queda fuera de todas las capitales. Además, el PT ha sido desafiado por una izquierda más nueva, más juvenil, no tan burocratizada y que ha sabido comunicarse de forma más directa, natural y eficaz con la población. Al mismo tiempo, despuntan nuevos líderes de izquierda en el escenario nacional que no son petistas, como es el caso de Manuela D’Ávila, del Partido Comunista de Brasil (PCdoB) –que llegó a la segunda vuelta en Porto Alegre, en la que, pese a perder, obtuvo 46% de los votos–, y, sin duda alguna, la estrella principal de estas elecciones, Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (Psol), fundado en 2004 como escisión del PT y que, en estos últimos años, viene ganando visibilidad.
El candidato del Psol ha tenido una actuación emblemática en esta segunda vuelta en San Pablo, enfrentando a la potente maquinaria de la derecha paulista tradicional, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, centroderecha). Aunque perdió en la segunda vuelta, Boulos obtuvo 40% de los votos. Esto lo convierte en un referente nacional de la izquierda. Por primera vez en años, la principal figura del liderazgo progresista no pertenece al campo del PT. Su campaña ha emocionado y movilizado de forma masiva. Ha concitado un entusiasmo que no se veía en el campo de la izquierda brasileña desde hace mucho tiempo. Boulos ha tenido el apoyo masivo de los jóvenes que no se ven tan bien representados en un petismo cuya cúpula se aleja de una base que pide modernización a gritos. Como ejemplo de esta falta de sintonía, el candidato del PT a la alcaldía de San Pablo, Jilmar Tatto, representante de esta burocracia partidaria que no despierta ningún arrebato entre las bases, consiguió sólo 8,6% de los votos, el peor número del PT en el mayor colegio electoral de Brasil.
Sin embargo, dentro del PT pueden evidenciarse algunos cambios. Frente a la cúpula petista ya incapaz de encantar, emergió Marília Arraes, la candidata petista a la alcaldía de Recife, en el nordeste brasileño. Ella simboliza precisamente la militancia renovadora del PT, que se comunica con los jóvenes y presta atención a pautas más modernas (como el feminismo, la lucha y la defensa del campo LGBTI y del medioambiente). Arraes, de 36 años, perdió contra su primo João Campos (ambos descendientes del fundador de la dinastía nordestina Miguel Arraes), pero obtuvo 43,7% de los votos, un resultado claramente trascendente. Arraes no era la opción de la burocracia petista, sino la de la militancia partidaria. Mujer joven, luchadora y fuerte, consiguió imponerse ante el aparato partidario de Pernambuco. La candidata nordestina ha hecho una campaña parecida a la de Boulos, con un lenguaje más natural, más juvenil y una estética más moderna.
En paralelo al fenómeno Arraes, hay otro que también simboliza este deseo de renovación petista: el de las “candidaturas colectivas”. Se trata de más de 26 candidaturas en todo el país, integradas principalmente por mujeres negras y jóvenes de la periferia, que no tienen cabida en las estructuras partidarias más piramidales. Además de esta nueva configuración electoral, ha habido otras novedades como el caso del movimiento Representa, una articulación de jóvenes del interior de San Pablo que presentó y apoyó 138 candidaturas petistas jóvenes (sin apoyo de la burocracia partidaria) en todo el país. De estas 138 candidaturas, 25 resultaron victoriosas. Lo más importante fue el proceso de desafío que esto supuso a la dirección del PT.
Es posible afirmar que el petismo ha perdido la hegemonía en el campo de la izquierda y el progresismo. Este campo se manifiesta, hoy, de un modo más heterogéneo que en el pasado. El Partido Socialista Brasileño (PSB) y el Partido Democrático Trabalhista (PDT) son los mejor parados. El PSB se queda con 252 ciudades y el PDT con 314. En cuanto a capitales, el PDT ganó Aracajú y Fortaleza y el PSB, Maceió y Recife. En el nordeste, por tanto, se reconfigura el mapa político y el petismo pierde fuerza frente a ambas fuerzas. Otro personaje que se desinfla es el gobernador de Maranhão, Flávio Dino (PCdoB), también ubicado como figura importante para las alianzas de 2022. El candidato apoyado por Dino ha perdido la disputa de São Luis (capital de Maranhão) y además la base de Dino se ha dividido, con una buena parte que apoyó al candidato opositor que finalmente ha ganado el pleito, Eduardo Braide, de Podemos.
Alianzas de izquierda y camino a 2022
Hace algunas semanas supimos que había tenido lugar en San Pablo un encuentro privado entre Luiz Inácio Lula da Silva y Ciro Gomes, del PDT, antes de las elecciones municipales. Lula habría invitado al pedetista a conversar para restablecer el diálogo después de la ruptura de las elecciones nacionales de 2018. Este encuentro despertó todo tipo de especulaciones sobre la posible formación de alianzas de izquierda de cara a 2022, pero lo cierto es que estas posibles convergencias dividen opiniones, porque las experiencias de los comicios municipales han sido muy diferentes.
Por un lado, la campaña de Boulos en San Pablo ha conseguido afianzar un frente de izquierda bastante amplio y simbólico en apoyo a su candidatura que aglutina al PT, el Psol, el PCdoB, el PSB y el PDT. También la candidatura de Manuela D’Ávila consiguió un apoyo importante de la izquierda, así como la del vencedor de la alcaldía de Belém, Edmilson Rodrigues, del Psol. Sin embargo, también ha habido casos de disputa frontal entre las izquierdas, sobre todo en Recife, donde se enfrentaron en un debate agresivo los candidatos del PT y el PSB, lo que ha tenido como consecuencia la separación a escala nacional de los dos partidos progresistas. Durante la segunda vuelta, Ciro Gomes hizo campaña en Recife por el candidato del PSB, João Campos, lo que reconfigura el mapa político en esta región con una aproximación PSB-PDT y un alejamiento del PT. Sin embargo, en Ceará la situación es diferente. El candidato del PDT a la alcaldía de Fortaleza, José Sarto, consiguió el apoyo del gobernador de Ceará, el petista Camilo Santana, en un movimiento de aproximación PT-PDT. Fortaleza es la ciudad que mejor encarna este espíritu de unidad de izquierdas, ya que Sarto representaba una amplia coalición que reunía a la mayoría de los partidos del espectro ideológico. Pero el caso de la capital cearense no parece que vaya a emularse a escala nacional, sobre todo por la dificultad de una alianza nacional PT-PDT y PSB-PT.
Consultados sobre la posible unidad de las izquierdas en 2022, el secretario general del PT, Paulo Teixeira, dijo que 2022 suponía cierto grado de ensayo para esta unidad, pero que no cuenta con todos los partidos (haciendo referencia probablemente al PSB y al PDT). Juliano Medeiros, presidente del Psol, afirmó que estos ensayos municipales han sido positivos, pero no suficientes. Sin embargo, el presidente del PSB, Eduardo Siqueira, declaró días antes de las elecciones que no había unidad entre la izquierda, ya que “cada uno estaba cuidando su propia vida”, y volvió a repetir, después de los resultados, que las elecciones municipales eran un ensayo de la división de la izquierda, porque el PT había decidido mantener su “exclusividad”.
De cara a 2022, parece claro que cada partido progresista tendrá su propio candidato. Sin embargo, ante el ascenso de la derecha tradicional, se verán posiblemente forzados a dialogar. La clásica derecha conocida como el centrão ha crecido y el partido Demócratas (Dem) se coloca como uno de los grandes articuladores electorales para las próximas elecciones presidenciales. Aún no tienen candidato, pero si consiguen uno competitivo, la disputa no será fácil. De momento, los posibles nombres que han ocupado las páginas periodísticas han sido el del ex ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sérgio Moro, y el del famosísimo presentador de televisión Luciano Huck. Otro candidato posible para 2022 que sale fortalecido en estas municipales es el gobernador del estado de San Pablo, João Doria, cuyo discípulo Bruno Covas ganó la alcaldía de la capital estadual. Todo el mundo sabe que Covas es el apadrinado de Doria, por lo que su victoria coloca a este último un paso adelante en la carrera por la presidencia.
Esther Solano Gallego es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Universidad Federal de San Paulo. Este artículo fue publicado originalmente por Nueva Sociedad.