Si hay algo que pone a prueba la capacidad de respuesta y resiliencia de un país, es el desafío de tener que enfrentar una crisis. Cuando esto ocurre, el gobernante debe demostrar una fuerte capacidad de liderazgo y firmeza en la toma de decisiones. Pero, además, necesita ser tolerante, abierto y dialogador, tomando en consideración la experiencia y el camino transitado por otros países que vivieron y viven situaciones similares o análogas.
Si algo tiene la pandemia del coronavirus es que mucho de lo que hoy sucede en nuestro país ya aconteció en otras latitudes. Tenemos el ejemplo de lo que debe y no debe hacerse y de todo eso debemos tomar nota. Tengo la certeza que quienes han subestimado esta pandemia, que la han ignorado como si esta no existiera, que continuaron su vida con normalidad, terminaron pagando las peores consecuencias. Tal vez lo inexorable y complejo de la pandemia termine relativizando un poco lo que acabo de afirmar, pero más allá de eso tengo la certeza de que no podemos esperar resultados distintos si hacemos las mismas cosas. Por supuesto que tomar nota de lo que otros han hecho o han dejado de hacer no implica seguir ejemplos mecánicamente, porque cada país tiene sus peculiaridades. Sin embargo, no podemos ignorar los éxitos y fracasos de otros países, para así elaborar las mejores políticas que nos permitirán sobrellevar esta crisis.
Esto traerá consecuencias de todo tipo, mucho más allá de los aspectos relativos a la salud pública. Debemos asumir que la vida que tuvimos hasta ahora no la recuperaremos en el corto plazo. Debemos asumir que las consecuencias de esta pandemia no solo nos afectarán del punto de vista económico, sino que cambiarán radicalmente muchos de nuestros usos y costumbres, como de hecho ya está sucediendo. Y en este contexto, lo peor que podemos hacer es optar por la estrategia del avestruz, que implica esconder la cabeza e ignorar los problemas.
En Italia a fines de febrero (hace un mes aproximadamente) apenas había 400 infecciones por coronavirus y contabilizaban en total algunas decenas de fallecimientos. La vida siguió normalmente ya que todavía no existía conciencia de la magnitud del problema. Todo esto cambió en cuestión de días, apenas diez días después Italia contabilizaba un total de 5.883 infecciones y 233 muertes. Al 22 de marzo de este año, esta cifra se incrementó a 53.0000 infecciones y 4.800 muertes. Hace apenas unos días, el 24 de marzo la prensa local informaba de las nuevas cifras: 69.173 infectados y 6.820 muertos por coronavirus. Hoy los muertos ya superaron los 9.000.
Lo que sucede en Italia es una verdadera tragedia. Una tragedia que no debemos ignorar y de la cual debemos tomar nota. Todo lo que hagamos en el corto plazo será determinante para evitar que en nuestro país ocurra un desastre de similares características. Pero no nos confundamos, Italia no se quedó de brazos cruzados. De hecho, implementó una serie de medidas, pero intentando salvaguardar su economía, todas ellas fueron parciales y graduales. Se implementaron políticas de aislamiento en ciertas localidades que luego se extendieron a las regiones y finalmente, a todo el país. Pero más allá de las políticas implementadas, lo que resulta claro y contundente es que dichas medidas fueron insuficientes a la luz del avance del coronavirus. Claramente, hubo una actitud reacia a tomar decisiones que eran difíciles y cuando estas se tomaron, ya era demasiado tarde: El virus seguía avanzando y las víctimas se multiplicaban.
La tragedia italiana tiene dentro de sí una cierta excusa y es que se enfrentó a una situación nueva y sin precedentes. De alguna manera, se enfrentaba a un tipo de crisis de la cual no tenía antecedentes inmediatos. Pero esto, que podría servir de justificación o autocomplacencia para un país que se enfrenta a una situación sin precedentes, no sirve de excusa para nuestro país. Uruguay todavía tiene tiempo de actuar con rapidez e inteligencia, en pos de preservar, por encima de cualquier valor, la vida y la salud de las personas.
De a poco el gobierno viene asumiendo que, entre otras medidas, deberá aplicar la cuarentena obligatoria, como sugirió nuestro compañero Tabaré Vázquez. Palabras más palabras menos, de hecho, es lo que está empezando a suceder. En la misma semana, el Presidente de la República cuestionó la idea de implementar una cuarentena obligatoria y días después dispuso la misma de manera preceptiva para los mayores de 65 años. Nos preocupa realmente las idas y venidas del gobierno en el contexto de una crisis, donde lo que más se necesita es liderazgo, decisión y certezas. Y las certezas van de la mano de la elaboración de un paquete de medidas claras. Esto no puede hacerse se manera parcializada y a “cuentagotas”, porque eso implica ir detrás de los problemas cuando estos se presentan y no adelantarse a ellos.
Lo mismo ha sucedido con respecto a la propuesta de crear un “fondo solidario” para atender las emergencias resultantes de la pandemia. Se propuso nutrir dicho fondo con descuentos salariales a los funcionarios públicos de mayores ingresos y a los cargos políticos. Días atrás, Pepe Mujica se refería a la creación de un “impuesto de guerra” que por determinado plazo genere gravámenes de un 8 o 10% a trabajadores con sueldos altos. Pero en su propuesta apuntaba no sólo a los funcionarios públicos o a los cargos de particular confianza, sino también al sector privado, incluyendo a algunos sectores que reciben grandes ganancias. Nuevamente, desde el gobierno las ideas van surgiendo como parches, sin una lógica planificada y sin mayores certezas.
Lo decimos claramente. Respaldamos la idea de crear un fondo solidario, bajo la lógica del aporte de los sectores más privilegiados a favor de quienes están sufriendo de las peores consecuencias de la pandemia. Pero si el fondo se nutre únicamente con descuentos aplicados a ciertos funcionarios públicos, este será insuficiente para atender la magnitud del problema. No es solo una cuestión de justicia, sino que es además una necesidad práctica. Por tanto, es necesario que en esta red solidaria también participen otros sectores de privilegio que pueden y deben contribuir en la conformación del fondo.
No queremos una medida simbólica que implique un saludo a la bandera y en los hechos sea insuficiente. Aunque el presidente no lo quiera ver, gobernar es hacer política, porque las respuestas a los problemas siempre son políticas. Y en este sentido, respaldamos la idea de crear un fondo solidario que atienda las contingencias generadas por la pandemia, pero para que realmente funcione y sea eficiente no puede quedar agotado únicamente a la contribución de los trabajadores, sino que también debe incluir a otros sectores de la sociedad que también deberían colaborar. Esto no solo es una cuestión de justicia, es una necesidad.
Pero hoy en día, no solo se necesita crear un fondo o disponer una cuarentena obligatoria, sino que se necesita sumar otras medidas. Se deben implementar políticas urgentes que pongan el foco en la preservación de la vida y la salud de los uruguayos. Hoy, más que nunca, el Estado es el que debe tomar las riendas del asunto. Cuando decimos que este es el tiempo de la política, estamos diciendo que en esta crisis las soluciones no dependen de las acciones voluntariosas de los particulares, sino que dependen fundamentalmente del Estado y de todo lo que se haga a partir de este.
Estamos convencidos de que debemos de forjar un gran acuerdo nacional donde logremos involucrar al sistema político en conjunto y a las organizaciones sociales, sindicales y empresariales. Únicamente sumando acciones positivas lograremos sortear esta nueva crisis. Una crisis que requiere de sacrificios y de una acción decidida en pos de la preservación de la vida y la salud de los uruguayos. Sabemos y debemos asumirlo, que las medidas de aislamiento traerán fuertes consecuencias en lo económico, sin embargo, este es un sacrificio que debemos enfrentar, en pos de la preservación de derechos superiores.
Sabemos que toda política preventiva que trate de evitar o reducir los contagios (aislamientos y cuarentenas) u otras políticas de salud pública consistentes en el tratamiento de la enfermedad implican la necesidad de utilizar recursos económicos adicionales por parte del Estado. Hacer el sacrificio en materia económica resulta primordial a la luz del derrotero protagonizado por países como Italia o España. Por eso, no solo debemos de plantearnos una serie de medidas en pos de la preservación de la salud y la vida, sino que debemos enfocarnos en el día después. Debemos ir pensando en las políticas de reactivación económica que tendremos que implementar más adelante, porque en este aspecto las consecuencias serán ineludibles.
En este tema, así como en las medidas a implementar en el corto plazo, siempre seremos propositivos. Porque más allá de las diferencias ideológicas, saldremos de esta crisis si actuamos unidos y entre todos los uruguayos ponemos nuestros mejores esfuerzos. Ese gran acuerdo nacional es lo que hoy se necesita para sortear esta crisis, ya que permite materializar la sumatoria de esfuerzos y aportes, que pueden hacerse desde varios sectores de la sociedad, no solo desde el Poder Ejecutivo. Por tanto, promoveremos un pacto que apunte a buscar soluciones de fondo y no simples parches que ya han demostrado ser ineficientes para atacar la pandemia. Ya lo deberíamos saber: Si la sociedad en su conjunto se involucra en la solución de los problemas, saldremos fortalecidos. De lo contrario, no tendremos más remedio que lamentar las consecuencias.
Charles Carrera Leal es senador del MPP, Frente Amplio.