A más de un año de su aparición, la pandemia ha puesto en cuestión el modelo de sociedad y las formas de habitar, desafiándonos a innovar para la reorganización de los espacios públicos y privados y el futuro de nuestras ciudades. A la crisis sanitaria que atraviesa el país se suma una gran crisis económica y social que nos obliga a comprometernos para ser parte de una ruta de salida.

Por un lado, el aislamiento social generó la necesidad de vivir más hacia adentro, de incorporar e improvisar nuevas áreas al espacio tradicional de nuestras viviendas para integrar el estudio, el ocio y el teletrabajo, que interpelan la estructura básica de la vivienda. La necesidad de fragmentar, de aislar espacios, de reconvertir dormitorios y estares en aulas, oficinas, salas de reuniones virtuales, o muchas veces también en áreas de aislamiento y tratamiento de la enfermedad.

Por otra parte, las restricciones en la movilidad, y el uso de los espacios públicos, han cambiado la fisonomía y fundamentalmente la percepción de nuestras ciudades.

Asimetrías e inequidades

Queda en evidencia, una vez más, la fragmentación social, la imposibilidad de lograr en muchos casos estas condiciones necesarias para la vida en pandemia, intensificándose aún más los problemas de aislamiento, violencia de género y accesibilidad, entre otros.

Las medidas de confinamiento necesarias para impedir la propagación del virus entran en contradicción con las condiciones de las viviendas y con la necesidad de trabajar para subsistir. La consigna “quedate en casa” no es para quien quiere sino para quien puede.

Desde el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), Rafael Radi plantea que “con el lockdown los que más sufren son los más vulnerables… En el confinamiento la no cobertura de seguridad social de los sectores informales hace imposible que esa población pueda cumplirlo, porque tiene que salir a trabajar para vivir. La propia OMS [Organización Mundial de la Salud] dice que es una medida última y extrema, que a quienes más afecta es a las poblaciones vulnerables, y que la brecha de la pobreza se incrementa necesariamente por su ejecución”.1

Lo público y lo privado

Esto lleva a la necesaria participación del Estado en una política de vivienda clara que genere condiciones de vida dignas, y a la planificación y gestión de nuestras ciudades poniendo en el centro al ciudadano.

Por su parte, el espacio público cobra hoy un rol fundamental y resulta imprescindible la necesidad de optimizar los equipamientos colectivos y espacios públicos distribuidos en el territorio, contando con áreas verdes amplias y que mantengan la posibilidad de interactuar, de generar espacios para el encuentro y la convivencia segura.

Las plazas, parques y calles como espacios públicos por excelencia permiten repensar la movilidad, posicionando al ciudadano en el eje. Esto implica también diseñar espacios seguros, accesibles, diversos y polifuncionales para nuevos usos.

El aislamiento social generó la necesidad de vivir más hacia adentro, de incorporar e improvisar nuevas áreas al espacio tradicional de nuestras viviendas para integrar el estudio, el ocio y el teletrabajo.

A nivel internacional las ciudades están reasignando temporalmente o incluso permanentemente el espacio vial de los automóviles para proporcionar más espacio para que las bicicletas y las personas se muevan de manera segura, facilitando el movimiento y respetando las reglas de distanciamiento físico.2

A su vez, equipamientos urbanos como gimnasios, centros de barrio, escuelas y salas de espectáculos han sido utilizados también para distintos usos de interés común, como vacunatorios, áreas de atención, de formación, de contingencia, apelando a una suerte de solidaridad y equilibrio territorial.

Soluciones creativas

Desde un abordaje multidisciplinario, las arquitectas y los arquitectos debemos comprometernos a repensar nuestras ciudades desde nuestras diversas áreas de trabajo, nuestro quehacer cotidiano, a transformar la situación actual en oportunidad.

Idear soluciones creativas para el uso versátil, dinámico, activo, del espacio público y privado es un desafío que nos pone la pandemia y que debe quedar como aprendizaje y oportunidad para las próximas generaciones.

En tiempos de crisis el compromiso parecería ser trabajar en forma coordinada desde los distintos colectivos, la academia, las organizaciones sociales y empresariales, los gobiernos nacional, departamentales y locales en buscar soluciones para generar empleo y acortar la brecha construyendo condiciones más equitativas para el desarrollo y la mejora de la calidad de vida.

Este sábado la Sociedad de Arquitectos del Uruguay celebra su 107º aniversario. Ser parte de esta sociedad en que vivimos aportando desde el territorio, desde la innovación, desde el reconocimiento de las distintas realidades y en las diversas escalas de intervención es hoy una necesidad para seguir construyendo futuro.

Natalia Brener es presidenta de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay.


  1. Radi, Rafael, la diaria, enero de 2021. 

  2. ONU-Hábitat, Espacio público y covid-19