Desde que la bancada de senadores del Frente Amplio (FA) decidió interpelar al ministro de Salud Pública y a la ministra de Economía y Finanzas por el manejo gubernamental de la crisis asociada con la covid-19, un coro de oficialistas afirma todos los días que se intenta, en forma condenable, “politizar la pandemia”. Es una reacción tan absurda como preocupante.

En sí misma, la pandemia de covid-19 es ante todo una desgracia, como las inundaciones. La cuestión es que, ante las desgracias, los gobiernos toman decisiones políticas: definen las medidas que consideran necesarias, planifican su ejecución y les asignan recursos.

En todas esas etapas hay una variedad de opciones posibles, cuya discusión y evaluación es una tarea política muy pertinente. La importancia de tal tarea es mayor cuando, como en este caso, hubo y hay decisiones contrarias a lo recomendado por el grupo científico que el propio Poder Ejecutivo formó para recibir asesoramiento, y desde que se tomaron esas decisiones Uruguay pasó rápidamente a ubicarse entre los países con peores indicadores de contagios y muertes.

Las políticas públicas ante la emergencia sanitaria son en gran medida resultados de una orientación ideológica. Tienen que ver con concepciones acerca de lo que le corresponde al Estado y lo que depende de cada persona en materia sanitaria; y de los papeles que se le asignan al Estado y al sector privado en materia económica.

El secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, dijo el jueves en Maldonado que en este terreno “no hay lugar para la política ni para la ideología”, porque “el tema de la pandemia es una causa nacional que nos tiene que unir como uruguayos, sobre todo en la solidaridad”. Sin embargo, tanto la solidaridad como la identificación de una “causa nacional” sólo son posibles a partir de valores ideológicos, y unirse para hacerle frente a la crisis es también una decisión política, que requiere previamente dialogar en busca de acuerdos. De lo contrario, no hay unión, sino mando de un lado y docilidad del otro.

Las políticas públicas ante la emergencia sanitaria (en un sentido amplio, que abarca el apoyo estatal a personas y sectores) son en gran medida resultados de una orientación ideológica. Tienen que ver con concepciones acerca de lo que le corresponde al Estado y lo que depende de cada persona en materia sanitaria; y de los papeles que se le asignan al Estado y al sector privado en materia económica. Las conocidas expresiones del presidente Luis Lacalle Pou sobre la “libertad responsable” y los “malla oro” son, respectivamente, ejemplos clarísimos de su ideología.

Otro ejemplo fue el comentario de Lacalle Pou sobre la próxima interpelación, también en Maldonado. Dijo que no iba a decir si le gustaba “mucho, poquito o nada la actitud de alguna gente” y que prefería mantenerse fuera del debate. Más allá de sus preferencias, hay responsabilidades de las que podría hacerse cargo. Resulta muy claro, por ejemplo, que Daniel Salinas va a poner la cara en el Senado por decisiones que adoptó el presidente, mientras que este no se da por aludido.

En otro orden de cosas, es alarmante el sentido que tantos oficialistas le dan al verbo “politizar”, como si se refirieran a una actividad oportunista y vil, con fines destructivos y opuesta a la solidaridad y el patriotismo. Por algo será, y quizá el gran problema no es que se intente politizar la pandemia, sino que urge sanar la política.