La renuncia al Senado de Lucía Topolansky, la semana que viene, será un hito simbólico en la renovación generacional del Movimiento de Participación Popular (MPP), que a su vez se inscribe en un proceso político mucho más largo. Ella es, hoy, la representante más notoria en un alto cargo político de quienes vivieron los años de acción guerrillera del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), la prisión durante la dictadura, la transición a la vida política legal, la integración al Frente Amplio (FA) y la formación del MPP, el ascenso de este y la participación en los gobiernos del FA de 2006 a 2020.
El MPP actual, en el que han pasado a ocupar lugares de conducción personas de varias generaciones posteriores, es y fue siempre parte del FA, y no cualquier sector sino el más votado en lo que va de este siglo. La identidad política de sus dirigentes incluye, por supuesto, una fuerte referencia al MLN-T y a sus figuras históricas, pero esto surge de experiencias propias en cada vez menos casos. Para el resto, se trata de relatos heredados.
Los nueve tupamaros presos que la dictadura convirtió en rehenes quedaron identificados masivamente como los principales dirigentes del MLN-T, aunque no estaban todos los que habían sido ni habían sido todos los que estaban. En todo caso, ya fallecieron cinco; de los otros cuatro, sólo José Mujica se mantuvo en la política y tiene hoy, a los 86 años, una actividad bastante acotada.
El ingreso de los tupamaros cambió al FA, pero también el FA cambió a los tupamaros. A su vez, el MPP cambió mucho desde 1989 y sigue cambiando. Ahora afronta un período crucial: el regreso junto con el resto del FA a la oposición se combina con el relevo generacional y con el desafío cercano de no contar con Mujica.
El proceso largo tuvo, redondeando, sólo una década de guerrilla, y luego vino otra de cárcel. Hubo un período de transición entre la liberación de los rehenes en 1985 y la aceptación del pedido de ingreso al FA en 1989, que fue también el año de la muerte de Sendic y la formación del MPP. Sin embargo, esa transición se prolongó varios años más en lo referido a cuestiones relevantes sobre los objetivos, los procedimientos (siempre centrales en la historia tupamara) y las alianzas, que se terminaron resolviendo por la vía de los hechos.
Recién en 1994 hubo dirigentes tupamaros en las listas del MPP, del que en sus primeros años se retiraron los sectores que lo habían formado junto con el MLN-T. El ascenso de Mujica y el alejamiento de otros dirigentes, entre ellos Jorge Zabalza, simbolizaron importantes modificaciones del discurso y la práctica.
El ingreso de los tupamaros cambió al FA, pero también el FA cambió a los tupamaros, mientras él mismo se transformaba por muy diversos factores. A su vez, el MPP nunca fue el MLN-T, cambió mucho desde 1989 y sigue cambiando. Ahora afronta un período crucial: el regreso junto con el resto del FA a la oposición se combina con el relevo generacional y con el desafío cercano de no contar con Mujica.
Las nuevas figuras, muchas de ellas no tan nuevas, tienen identidades distintas, formadas en otras prácticas. Sus victorias y derrotas personales no han sido las mismas, y aunque sus objetivos tienen raíces en historias que no vivieron, también les deben mucho a experiencias que nadie imaginaba en los tiempos de la guerrilla. La posta se va modificando al pasar de mano en mano.