El análisis de la política argentina desde Uruguay no escapa a la regla de que hay que despojarse de prejuicios. Normalmente, para mirar lo que pasa enfrente, acá nos paramos arriba de un pedestal sin mayores bases. Cada país cuenta con sus construcciones políticas propias y, si queremos entenderlas, primero tenemos que respetarlas. Esta premisa aplica para el proceso eleccionario de 2023, tanto para el caso de la candidatura presidencial de Sergio Massa como para el caso de la candidatura presidencial de Javier Milei.
Massa ganó las elecciones generales por muchas razones. Una de ellas es que la gente no lo juzgó como el responsable de la inflación reinante sino como quien está haciéndose cargo del problema, para solucionarlo. Se podrá estar de acuerdo con eso o no, claro, pero el resultado en las urnas es indiscutible. Para la autoproclamada superioridad moral oriental, es más fácil concluir que en la vecina orilla "son todos unos giles que votaron al ministro de Economía de la inflación". Pero en el examen no debería soslayarse que la inflación quizás obedezca al endeudamiento contraído por el gobierno anterior -el de 2015 a 2019, de Mauricio Macri, de la coalición que impulsó la candidatura presidencial de Patricia Bullrich- con el Fondo Monetario Internacional (FMI), por una cifra cercana a los 45 billones de dólares, que debe pagarse. Y, en resumidas cuentas, eso es lo que está haciendo Massa. Y la gente lo valoró positivamente.
Además, luego de la primaria de agosto, los votos de Milei se estancaron. Y eso fue porque en aquel momento llegó a su techo electoral, y no a su piso, a diferencia de lo que muchos pensaron (o desearon). Encerrado en su discurso de que todos son "casta" menos él, casi no sumó votos para octubre. Enseña la historia que la política es el arte de los acuerdos. Pero Milei dinamitó todos los puentes. Le dijo "montonera asesina" y "tirabombas en jardines de infantes" a Bullrich, por ejemplo. Más allá del entendimiento al que arribaron tras la primera vuelta, será difícil que ese pacto resulte creíble y efectivo para el balotaje de noviembre.
Un balotaje en el que Massa es favorito. Levemente, pero favorito al fin. Dentro de la coalición de Bullrich está el radicalismo, con figuras como Martín Lousteau u Horacio Rodríguez Larreta (de feroz interna con su candidata), que no votarán a Milei. Massa quedó a 3,5 puntos de ganar en primera vuelta. Su campaña fue brillante y gestó esa remontada, con la ayuda de los exabruptos de Milei, por supuesto, que hasta se peleó con el Papa, uno de los argentinos más famosos del mundo, en un país donde la Iglesia Católica influye muchísimo, tanto que el propio Estado sostiene ese culto. Entre el "voto bronca" de agosto e imaginar que alguien como Milei, con su temperamento irascible (por decir lo menos), pueda terminar dirigiendo los destinos del país, medió un abismo.
Massa hizo gala de una estatura presidencial de la que Milei careció y carece, y así lo vio el electorado. Ahora, para ser presidente, necesita 13 puntos más. Podría conseguirlos con los votos del candidato Juan Schiaretti, que es peronista igual que él; con los de la candidata de la izquierda trosquista, Myriam Bregman, que probablemente no llame a votar a Massa pero, también probablemente, en la oscuridad del cuarto secreto, se tape la nariz y sufrague por él; y con los votos del ala radical de la coalición de Bullrich. Milei, que no llegó al 30% de los votos, necesita más de 20 puntos para ganar. Obviamente, la tiene más complicada.
Massa ganó las elecciones generales por muchas razones. Una de ellas es que la gente no lo juzgó como el responsable de la inflación reinante sino como quien está haciéndose cargo del problema, para solucionarlo.
Elecciones en la ciudad de Buenos Aires
La ciudad de Buenos Aires es gobernada, desde 2007, por el macrismo, sector que lidera la coalición que candidateó a Bullrich a la Presidencia. Evidentemente, los porteños opinan que las gestiones son buenas y por eso las siguen votando. Incluso, esta vez, a un candidato a jefe de gobierno como Jorge Macri, ex intendente de Vicente López, una localidad vecina, circunstancia que no fue juzgada como relevante por el electorado: el primo de Mauricio (quien reafirma su conducción) se mudó a la capital y, si bien no ganó en primera vuelta, estuvo tan cerca que su rival Leandro Santoro, del espacio que candidateó a Massa a la Presidencia, se bajó del balotaje, aun habiendo obtenido un 32% de los votos, porcentaje altísimo en un territorio normalmente hostil. Lo del partido de Milei fue muy pobre: el candidato Ramiro Marra ni siquiera arañó el 15% de los votos. Su calidad de empresario financiero vinculado a las cuevas cambiarias de dólares blue, sumada a la corrida bancaria de hace dos semanas que alentó junto con Milei, quizás le jugó en contra.
Elecciones en la provincia de Buenos Aires
Histórico bastión del peronismo, donde solo perdió dos elecciones a gobernador desde el regreso de la democracia en 1983, la provincia de Buenos Aires volvió a cimentar el triunfo de esa fuerza política, hoy conducida por Massa, en el país. La recuperación del candidato presidencial, de agosto a octubre, fue de la mano de los votos de Axel Kicillof, a quien la gente le premia una buena gestión, algo similar a lo del macrismo en la ciudad de Buenos Aires, pero con el signo político opuesto.
La línea informativa más recibida en Uruguay es muy crítica de la política argentina en general y del movimiento nacional justicialista en particular, lo que hace mella incluso en sectores ideológicamente afines. Pero si un gobernador es reelecto con casi el 45% de los votos y alrededor de 20% de ventaja sobre el segundo, no es porque "la gente es boba", es porque gobernó bien. La gente no es "inteligente" cuando vota lo que me gusta y "boba" cuando vota lo que no me gusta. Kicillof lidió con el escándalo de Martín Insaurralde, su jefe de gabinete que en plena campaña se fue a navegar en yate por el mediterráneo español, y lidió bien, porque, en lugar de castigarlo por la conducta de su mano derecha, los bonaerenses le dieron un período más.
Escenario para el balotaje
El favoritismo de Massa, que hoy es leve, puede ser más claro a medida que pasen los días hasta el balotaje, porque el acuerdo de Milei con Bullrich ya no solo resultará inverosímil sino que terminará fracturando definitivamente la alianza del macrismo con los radicales, algo impensado hace tan solo dos o tres meses. De "la elección más fácil de la historia" a "chocar la Ferrari", sin escalas. Milei le arrebató a ese espacio, comunicacionalmente, el lugar en el espectro ideológico, y su candidata nunca logró reubicarse: por el contrario, encabezó una campaña errática, su performance en los debates fue magrísima y el fracaso en las urnas (apenas obtuvo el 24% de los votos, quedó tercera y afuera de la disputa por el sillón de Rivadavia) no le saldrá gratis: vuelve a la segunda línea, detrás de un Macri que hasta se mostró más cercano a Milei que a ella, parece culminar su extenso y variado derrotero en la vida pública (desde la guerrilla de Montoneros en los años 70 al gobierno de De la Rúa que se fue de la Casa Rosada en helicóptero en 2001) y se anota la extinción de Juntos por el Cambio.
Patricio Caumont es abogado y asesor en el equipo del senador José Carlos Mahía.