Hubo inmigrantes, hubo luchas obreras, huelgas y paros. Hubo anarquistas, socialistas y comunistas, cristianos, batllistas y nacionalistas. Hubo marchas cañeras, calles cortadas en el puente del Pantanoso. Hubo gases en la puerta del Sportman y marchas a Punta del Este. Hubo Liber, Hugo, Susana, Julio, Heber… hubo lucha, pasión, sangre derramada. Se arrancaron conquistas, se lograron leyes, hubo enojos y gritos y algunas cosas que dejaron marcas y recuerdos. Hubo militares demócratas, blancos y colorados que no dejaron jamás de serlo, hubo intelectuales y militantes de izquierda independientes, cristianos y marxistas. Hubo anónimos, decenas, cientos, miles, y hubo Zelmar, Rodney, Juan Pablo, José Pedro, Enrique, Mario, Alba, Arturo y Liber Seregni. Seregni, nuestro primer presidente.
Gente que discutió, que polemizó, que una y mil veces luchó por los que allá por el 71 llamaban a la “unidad de los orientales honestos” dando origen a nuestro Frente Amplio (FA). La dictadura nos golpeó feo. Mató, secuestró, encarceló y desapareció a nuestra gente. Destrozó familias, vidas y sueños. No olvidamos. Los dictadores focalizaron la represión en la destrucción para siempre del FA. Pero también recordamos que las partidas de defunción sobre la unidad de las izquierdas no sólo provinieron desde la dictadura y desde los adversarios...
“Concertación, negociación y movilización”, proclamaba Seregni en agosto del 84 desde la explanada de la Intendencia de Montevideo tras salir de sus años de encierro y a meses de la elección que nos sacó de la dictadura. Fue con presos y con proscriptos y exiliados, pero el retorno a la democracia no se hizo sin el Frente Amplio, como muchos querían.
La democracia nos enfrentó a nuevos y distintos problemas. También nos generó divisiones internas, fragmentación. Dolores. Tantos, que algunos incluso llevaron a la renuncia a la presidencia del FA a nuestro compañero Seregni, cuando se discutió sobre la reforma constitucional del 96. Fue un momento doloroso y hubo quienes acusaron al general de atentar contra la unidad.
Seregni expresó claramente la fórmula exitosa de la unidad de las izquierdas y de los progresismos uruguayos, algo que sigue despertando admiración en el mundo: unidad política desde el respeto irrestricto a la diversidad ideológica y religiosa; unidad desde la relevancia de las personas pero sin personalismos, sin liderazgos encarnados; unidad de pueblo, sin imposición ni hechos consumados, desde la exigencia inclaudicable del relacionamiento franco y desde la verdad, que siempre es el fundamento de la fraternidad real. Esos han sido y seguirán siendo los cimientos de nuestra unidad, instrumento insustituible para la transformación de nuestro Uruguay.
Muchas experiencias que levantaron las ideas del cambio y la revolución y fracasaron han tenido un común denominador: coartar la libertad. Al divergente se lo silencia a como dé lugar, y las diferencias, claro está, se ocultan debajo de la alfombra y bien guardadas. Sucede que a veces las alfombras ya no pueden tapar más y fracasan en su rol de silenciar, callar y prohibir. Si en estos años algo me ha quedado claro, es que no hay izquierda sin libertad.
Por estos días, un veterano compañero del comité de Salinas me acercó de nuevo un tema de Jarcha y una de sus canciones que recuerda los tiempos de la Guerra Civil española. “Porque hay libertad. Sin ira, libertad. Y si no la hay, sin duda la habrá”. Estoy convencido de ello. Como lo estoy de que nuestro Frente Amplio, referencia para el progresismo y la izquierda mundial por su capacidad de funcionar en armonía, con naturales disensos y sin estériles hegemonismos, es el camino y la vía para seguir construyendo un proyecto de cambio real en Uruguay. Por eso, los convoco a pensar, a sentir, a discutir y a darse también una vuelta por Parque del Plata el domingo 5 para festejar nuestro cumpleaños 52.