En los últimos días ha surgido controversia en los medios de comunicación respecto de la fecha de fundación de Montevideo. Sin embargo, estas discusiones se circunscriben al ámbito político; en la historiografía el asunto está zanjado: Montevideo inició su proceso fundacional por parte de los españoles en enero de 1724, con el objetivo de expulsar a los portugueses que se habían instalado unas semanas antes.
No es la primera vez que el país se ve envuelto en discusiones sobre un acontecimiento histórico. Los enfrentamientos discursivos en torno al bicentenario de las repúblicas sudamericanas fueron recurrentes en toda la región hace algunos años. Las decisiones políticas para llevar a cabo celebraciones conllevan un elemento arbitrario, y la Historia se convierte en parte de la justificación. Nos enfrentamos a la instrumentalización política de la Historia.
Lo preocupante es que este tipo de polémicas vuelve a difundir ideas equivocadas sobre la disciplina: la Historia se presenta como un simple cuentito, un invento de los historiadores, una mentira respaldada por individuos interesados en manipular la narrativa con fines políticos en el presente. Además, desde los medios de comunicación se establece la equidad entre la opinión de un político sin formación historiográfica y la de un historiador. Es como si a un diputado formado como abogado se le ocurriera discutir con un médico cirujano sobre cómo llevar a cabo una operación.
Entonces, si no hay nuevos documentos disponibles sobre el tema en cuestión, ¿por qué estamos debatiendo algo que ya conocemos? ¿Cómo es posible que exista controversia en torno a un evento ampliamente estudiado por la historiografía nacional? Las respuestas a estas preguntas no deben buscarse entre los historiadores, sino entre los políticos.
Presentar un documento en relación con una celebración no altera el conocimiento histórico sobre el proceso fundacional de Montevideo. Lo presentado por el diputado no es un argumento, sino una efeméride.
Las celebraciones conmemorativas para construir un sentimiento patriótico, nacional o de cualquier índole son decisiones sociales e institucionales. La propuesta del diputado, ahora convertido en historiador coyuntural, Felipe Schipani, de afirmar que Montevideo se fundó en 1726 porque José Serrato celebró los 200 años de la ciudad en 1926 es una falacia. En estos casos, las decisiones sobre festejar un evento recaen en la clase política; no constituyen un mandato historiográfico. Presentar un documento en relación con una celebración no altera el conocimiento histórico sobre el proceso fundacional de Montevideo. Lo presentado por el diputado no es un argumento, sino una efeméride.
La propia agrupación política de Schipani ha felicitado al ejército uruguayo el 18 de mayo de 2023 por sus 212 años de fundación. ¿Alguien realmente cree que el ejército de Uruguay se creó antes que el propio país? Quizás sobre este punto, el diputado no tiene nada que discutir, ya que no aspira a ser ministro de Defensa Nacional en la próxima legislatura.
Sostener la fecha de fundación de Montevideo en 1724 no es políticamente inocente, al igual que hacerlo con 1726 o 1730.
Se recuerda una anécdota atribuida a Jorge Luis Borges durante el sepelio de su madre, quien había fallecido a la edad de 99 años. Ante el lamento de una señora que expresaba que doña Leonor había estado a pocos días de cumplir los 100, Borges respondió: ¡Qué extraña devoción por el sistema decimal!
Néstor Gutiérrez es integrante del Sistema Nacional de Investigadores de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación y docente efectivo de Teoría y Metodología de la Historia en el Consejo de Formación en Educación.