El artículo 4 de la Ley de Violencia Basada en Género en nuestro país define violencia de género como aquella ejercida por personas, instituciones privadas o agentes del Estado, basada en una relación desigual de poder debido al género. Su objetivo o consecuencia es anular o disminuir los derechos humanos y las libertades fundamentales de las mujeres. No sólo se ve afectada la integridad física, sino también la libertad, dignidad, salud psicológica, seguridad personal y estabilidad económica. Es una forma de discriminación que impregna todas las dimensiones de la vida.
“Durante años, Milagros Chamorro siguió siendo torturada por los acusados de violación, quienes la llamaban ‘la 5’ en referencia a la cantidad de personas que participaron del abuso sexual. La joven se suicidó en un sanatorio”.1
La figura de violencia vicaria ―que ha estado en boga esta semana― no existe en nuestra Constitución. Amnistía Internacional la describe como una forma de violencia de género en la que los hijos e hijas de las mujeres víctimas son utilizados como herramientas para causarles sufrimiento y maltrato. Es una violencia que ataca al núcleo más profundo: el vínculo con sus hijos.
“El homicida, de 22 años, tiró a su hija de cinco meses contra el piso de la calle tras mantener una discusión con su pareja”.2
El tiempo pasa, y somos las mujeres quienes seguimos llevando el peso de estas violencias: desgastadas, violadas, abusadas, penetradas sin nuestro consentimiento, golpeadas, humilladas. Lo que no se nombra no existe, y en estos tiempos de discursos negacionistas, impulsados por sectores patriarcales que defienden una supuesta igualdad alcanzada, es de carácter urgente recrudecer las palabras. Ser una “correcta feminista” es cada vez más complicado cuando se nos exige moderación ante las injusticias.
“Un docente fue imputado tras abusar sexualmente de una niña de 12 años que era su alumna en Tacuarembó. Coordinó un encuentro con su estudiante, a la que sometió a abusos y le dio anticonceptivos de emergencia; la pareja del indagado amenazó a la niña”.3
Son mujeres adultas, niñas pequeñas, adolescentes y preadolescentes. Y, sí, también hoy en nuestro país son bebés de apenas cinco meses. Esta es la cruda realidad que enfrentamos. Como sucede en estos casos de conmoción, diversos colectivos feministas se han pronunciado con firmeza. Las respuestas, sin embargo, han sido desgarradoras: hombres indignados y ofendidos por nuestra propia indignación, señalando otras noticias sobre las que —según ellos— las mujeres no nos hemos manifestado lo suficiente. Muchos se preguntan con saña: ¿dónde están las feministas?
Una joven de 15 años fue obligada a consumir drogas y violada en un auto en el Prado. A la víctima, que está bajo el amparo del INAU, se le constató el abuso y fue encontrada llorando en una parada de ómnibus.4
Permítanme responderles: estamos aquí, siempre lo hemos estado. Desde la primera ola del feminismo en el siglo XIX, las mujeres hemos cuestionado dónde estamos y qué rol ocupamos. Si todavía se lo preguntan, lamento informarles que han llegado dos siglos tarde. Desde incluso antes de que Simone de Beauvoir no dijera que lo personal es político, las mujeres feministas estamos aquí y allá, tanto en el adentro como en el afuera, en lo personal y en lo público.
“Buscan a dos hombres que prendieron fuego la casa de sus exparejas con tres menores adentro. Policía pudo rescatar a los pequeños que estaban en el lugar”.5
Algunas libramos nuestras batallas en el grupo de amigos, quedando como las pesadas de turno y excluyéndonos de muchas dinámicas tóxicas. Otras queremos hacernos las buenas, nos reímos de sus chistes y luego intentamos explicar ―amablemente, para que no se molesten― que la violación no es un chiste. Conocemos a muchas que están luchando contra sus parejas abusivas, enfrentando a sus violadores y sacando fuerza de donde ya no queda. No puedo dejar de mencionar otra vez a Milagros Chamorro.
También existen redes de mujeres organizadas, como la Coordinadora de Feminismos del Uruguay, MYSU (Mujer y Salud en Uruguay), Cotidiano Mujer, la Colectiva Feminista Las Pioneras y la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual, entre muchas otras. Mujeres que trabajan juntas, en colectivos, para visibilizar y combatir todas las formas de violencia.
Y no podemos olvidarnos de aquellas que, en silencio, tienden camas, lavan ropa, cambian pañales y preparan viandas. Mujeres que cargan sobre sus hombros los gritos no escuchados de todas las generaciones de su familia, canalizando en sus labores domésticas la resistencia invisible de tantas que vinieron antes.
Hemos repetido hasta el cansancio que esta violencia estructural es piramidal, donde reconocemos en la base al lenguaje machista, las publicidades sexistas y la invisibilización. Estas prácticas cotidianas y “comunes” son las que avalan el crecimiento exponencial de esta pirámide, que termina, en última y límite instancia, con un femicidio.
Vemos cómo se inmiscuyen en nuestro propio país este tipo de creencias, cuando nuestro presidente asevera que las decisiones importantes se toman en asados donde las mujeres no participan, cuando nos damos cuenta de las acrobacias que los partidos políticos inventan para ganarle de mano a la ley de paridad, o cuando un diputado afirma que niñas de 12 años estarían “contentísimas” de tener relaciones sexuales, aunque estas fueran mediante engaño.6
Recientemente, las redes se han llenado con la frase “No todos los hombres, pero siempre un hombre”. Lejos de generar más odio, como suelen acusarnos, la invitación es a la reflexión. La situación es desmoralizante, no han sido días fáciles. Pero créanme, la lucha sigue intacta. La verdadera pregunta es: ¿qué sigue ahora?
Malena Lizarazú tiene 19 años, es militante por los derechos humanos y estudiante de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.
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Infobae (2024, noviembre 4). Habló la madre de la víctima de violación en Uruguay que se quitó la vida: “Dijo lo mal que estaba y la dejaron”. ↩
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Montevideo Portal (2024, noviembre 11). Hombre que asesinó a su beba fue enviado a prisión por “homicidio especialmente agravado”. ↩
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la diaria (2024, noviembre 13). Un docente fue imputado tras abusar sexualmente de una niña de 12 años que era su alumna en Tacuarembó. ↩
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Montevideo Portal (2024, noviembre 13). Una joven de 15 años fue obligada a consumir drogas y violada en un auto en el Prado. ↩
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Subrayado (2024, noviembre 10). Buscan a dos hombres que prendieron fuego la casa de sus exparejas con tres menores adentro. ↩
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la diaria (2024, febrero 14). El diputado Gustavo Zubía dijo que una niña de 12 años puede estar contentísima de mantener relaciones sexuales con adultos. ↩