“Algo murió dentro de mí el 15 de agosto de 2021, o al menos así lo sentí: mis esperanzas se habían esfumado, mi educación no había servido para nada [...]. Pero me di cuenta de que todavía había muchas mujeres luchando dentro del país. Y elegí ser una de ellas”. Son palabras de Nasima,1 activista por los derechos de las mujeres en Afganistán. Tras la toma del poder por los talibanes, decidió quedarse en su país para defender los derechos de las mujeres, arriesgando su vida.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Este es el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Todos los seres humanos, es decir, todas las niñas y todas las mujeres también. Y, sin embargo, en su propio suelo, las mujeres afganas se ven privadas de sus derechos fundamentales y despojadas de su humanidad.
En los últimos meses, el último decreto sobre “la prevención del vicio y la promoción de la virtud” ha introducido el último clavo en el ataúd de las libertades de las mujeres. A partir de ahora, se les prohíbe salir solas de casa, alzar la voz en público, declamar un poema. ¿Su delito? Ser mujer. ¿Su pecado? Existir.
Las niñas y las mujeres ya no tienen derecho a cantar; ya no tenían libertad para aprender o enseñar. Afganistán es hoy el único país que prohíbe la educación de las niñas mayores de 12 años y de las mujeres. Según datos de la Unesco, el 80% de las mujeres afganas en edad escolar –2,5 millones– están privadas de su derecho a la educación.
Las niñas y las mujeres afganas ya no tienen derecho a cantar; ya no tenían libertad para aprender o enseñar.
Entonces, no nos engañemos sobre el carácter arcaico y teocrático del régimen talibán, que niega la humanidad y la dignidad de las mujeres.
Es un crimen, una segregación basada en el género que lacera todas las conciencias, y en particular, la nuestra como mujeres políticas y presidentas de cámaras de diputados.2
Pero si las mujeres afganas se han convertido en sombras en su propia tierra, sus voces, ahora silenciadas, deben seguir resonando en nuestros parlamentos.
Desde hace tres años, nuestros debates se hacen eco de su lucha. Como en la primera Cumbre de Presidentas de Parlamento, que reunió a 24 de nosotras en París el 7 de marzo: juntas reafirmamos nuestro compromiso con el derecho de las mujeres afganas a la educación y reiteramos con firmeza que nuestros parlamentos estarán siempre a la vanguardia de los derechos de la mujer.
Y es este imperativo de humanidad e igualdad el que la Unión Interparlamentaria, el “Parlamento de los Parlamentos”, ha defendido sistemáticamente, exigiendo la derogación de la “ley sobre el vicio y la virtud” tan pronto como fue publicada. Nosotros, por nuestra parte, instamos al régimen talibán a que derogue inmediatamente este decreto y todas las demás leyes discriminatorias.
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, también queremos asumir un compromiso claro: nunca abandonaremos a las mujeres de Afganistán. Seguiremos siendo la voz de las silenciadas. A todos los niveles, la situación de las mujeres afganas figurará en el orden del día de nuestros debates en el seno de nuestros parlamentos. La segunda Cumbre de Presidentas de Cámaras de Representantes, en Quebec, también nos brindará la oportunidad de reforzar aún más nuestra movilización conjunta.
Sí, más que nunca, nuestra diplomacia parlamentaria debe ser una diplomacia para las mujeres. Por ello, permaneceremos vigilantes e intransigentes. Para que nuestros gobiernos sigan luchando por los derechos fundamentales de las mujeres afganas. Para que la ayuda humanitaria continúe y se refuerce: porque sigue siendo esencial.
También nos comprometemos a defender los derechos de las mujeres allí donde sean pisoteados y aniquilados: en Afganistán, por supuesto, pero también en Irán, y allí donde el fanatismo y el oscurantismo los amenacen. E incluso en nuestros propios países, donde los movimientos contrarios a los derechos están ganando terreno y donde nunca se ha logrado la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres.
Esta lucha por la igualdad, la dignidad y la libertad es la lucha de todas las mujeres. Es una lucha por nuestra humanidad común. Nunca dejaremos de luchar por ella.
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Además de las autoras que figuran como firmantes de esta columna, también firman las siguientes presidentas de las cámaras de diputados de sus países. Parlamento europeo: Roberta Metsola; Alemania: Bärbel Bas – Bundestag allemand (Deutscher Bundestag); Bulgaria: Raya Nazarian – Assemblée nationale (Narodno sabranie); Chipre: Annita Demetriou – Chambre des représentants (Vouli Antiprosopon); España: Francina Armengol – Congrès des députés (Congreso de los Diputados); Lituania: Viktorija Cmilytė-Nielsen – Parlement (Seimas); Letonia: Daiga Mieriņa – Parlement (Saeima); República Checa: Markéta Pekarová Adamová – Chambre des députés (Poslanecka Snemovna); Eslovenia: Urška Klakočar Zupančič – Assemblée nationale (Drzavni Zbor); Albania: Elisa Spiropali – Parlement (Kuvendi); Serbia Ana Brnabic – Assemblée nationale (Narodna skupstina); Quebec: Nathalie Roy – Assemblée nationale; Estados Unidos: Nancy Pelosi, Speaker Emerita; Angola: Carolina Cerqueira – Assemblée nationale (Assembleia nacional); Tanzania Tulia Ackson – Assemblée nationale (Bunge); Santo Tomé-y-Príncipe: Celmira Sacramento - Assemblée nationale (Assembleia nacional); Camboya: Sudary Khuon – Assemblée nationale (Rashsphea Ney Preah Recheanachakr Kampuchea); Timor Oriental: Marie Fernanda Lay - Parlement national (Parlamento Nacional). ↩
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Nombre ficticio por razones de seguridad. Fuente: Testimonio de Unwomen (versión original en inglés: “Something died inside me on 15 August 2021, or at least that is how I felt: my hopes crushed, my education irrelevant, my investment in Afghanistan gone. A lot of dark nights followed. But I realized there were still lots of women fighting inside the country. And I chose to be one of them”). ↩