Hay quienes afirman que las palabras “derecha” e “izquierda” dejaron de tener un significado político relevante, si alguna vez lo tuvieron, pero la diferencia de enfoques sobre algunos temas muestra que el significado existe y plantea alternativas ineludibles para la sociedad. En esta edición, por ejemplo, publicamos un informe acerca de propuestas de gobierno para hacerle frente al drama de la población infantil en hogares pobres.
Consultamos a los coordinadores de programa del Frente Amplio (FA) y de Álvaro Delgado, quien según todas las encuestas será el candidato a la presidencia de la República por el Partido Nacional (PN, que no tiene hoy propuestas comunes). Todo indica que son las dos orientaciones con chance de gobernar Uruguay desde 2024, y es muy necesario comprender cómo encaran un problema que ambas consideran crucial para el futuro del país.
Según la actual mayoría del PN, la cuestión central a resolver es el logro de un crecimiento económico sostenidamente mayor, y se afirma que el resto vendrá por añadidura, porque el aumento de la inversión y la producción traerá consigo más empleo y mejores salarios. Desde el FA se sostiene que el crecimiento es necesario pero no suficiente, y que debe ser complementado por políticas específicas de redistribución de la riqueza, que no se conciben como actos de caridad sino como herramientas para potenciar el desarrollo en todas sus dimensiones.
Son dos concepciones profundamente distintas, y es bueno que se expresen como tales para que la ciudadanía elija entre ambas, sin ilusiones acerca de un “justo medio” inviable.
Durante el actual gobierno, Uruguay tuvo un período inicial de fuerte crecimiento, determinado por aumentos extraordinarios de la demanda y los precios de exportaciones agropecuarias, pero cayó el poder de compra del salario, al tiempo que aumentaba la pobreza. El “derrame” prometido faltó a la cita, y menos aún pudo darse en el último año y medio, cuando el cambio de los factores externos frenó el crecimiento.
La gradual y reciente recuperación de los niveles salariales de 2019 no se debió a que la riqueza acumulada por un puñado de personas se derramara sobre el resto de la sociedad, sino a otras causas: entre ellas, el descenso de la inflación que acompaña al “atraso cambiario” y la cercanía de las elecciones.
La teoría tampoco se verifica en lo referido al empleo. El oficialismo se vanagloria de que aumentó, soslayando que los nuevos puestos de trabajo son en su gran mayoría precarios, y que en 2023 las personas con salarios “sumergidos”, menores de 25.000 pesos, eran 100.000 más que en 2019.
De un lado, se ve a la pobreza como una consecuencia de que la riqueza del país no crece lo suficiente. Del otro lado, se señala que la riqueza sin distribución no es “del país”, sino de una minoría, y que la desigualdad es un problema crucial. Hay izquierda y derecha. Sólo a la derecha le conviene negarlo.
La orientación actual hace que crezca la desigualdad. Por el mismo camino, sólo unos pocos llegarán al “segundo piso” y muchos caerán al subsuelo.