Había altas expectativas de que el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) se firmara antes del fin de 2025, tras décadas de discusiones cuyo inicio se puede ubicar en 1999 o, aún antes, en el pacto de cooperación interregional firmado por los bloques a fines de 1995. Sin embargo, esta semana el Consejo Europeo resolvió postergar la cuestión hasta enero del año próximo, debido a que la minoría de países de la UE que se oponen a firmar el acuerdo definitivo consiguió la cooperación de Italia para una nueva prórroga.

Las máximas autoridades del bloque europeo han asegurado que se trata sólo de unas semanas más y que el desenlace será el que se esperaba este mes, pero la renovación de la incertidumbre tiene un impacto negativo, en un panorama internacional lleno de incógnitas y vaivenes que nos afectan.

Las relaciones económicas con el resto del mundo se han vuelto más difíciles en un marco de fragmentación, declive del multilateralismo, empujes proteccionistas, violación de acuerdos y políticas de intervención imperialista. De todos modos, corresponde señalar que este año los esfuerzos por mejorar la inserción internacional de Uruguay han tenido resultados positivos y alentadores.

En el Mercosur, durante la mayor parte del período anterior de gobierno, el Poder Ejecutivo uruguayo apostó a que Brasil apoyara sus demandas de “flexibilización”, resistidas por Argentina, pero sólo cosechó conflictos y frustraciones. Luego de los remplazos de Jair Bolsonaro por Luiz Inácio Lula da Silva, Alberto Fernández por Javier Milei y Luis Lacalle Pou por Yamandú Orsi, el actual gobierno uruguayo se halló una vez más en una situación de mayor afinidad ideológica con el brasileño que con el argentino. Sin embargo, manejó la situación con criterios más profesionales, prudentes y provechosos.

Hoy tenemos buenas relaciones con todos nuestros socios y, dadas las características de Milei, hay que anotar como un logro importante que el año haya transcurrido sin enfrentamientos escandalosos. A la vez, un análisis inteligente de la coyuntura permitió que Uruguay aprovechara espacios para el avance hacia nuevos acuerdos adecuados a nuestros intereses, con menos anuncios prematuros y mejores resultados.

En la columna del haber correspondiente a 2025 están, por ejemplo, la aceptación del pedido de ingreso al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, los acercamientos con Arabia Saudita, Catar, India, Indonesia y Vietnam, la adhesión al Tratado de Amistad y Cooperación en el Sudeste Asiático, la participación en la cumbre de los BRICS y la perspectiva de presidencias uruguayas en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, el G77+China y el Programa de Fortalecimiento de la Cooperación Sur-Sur. No es poca cosa para estos tiempos.

Si la polarización y el electoralismo tuvieran menor incidencia, probablemente se reconocería que el Ministerio de Relaciones Exteriores ha trabajado con una agenda muy cercana a la política de Estado posible en nuestro país. Por ese camino hay que continuar, pese a las complicaciones.