Este sábado comenzará la 50ª Legislatura. Habrá elección de presidentes de las cámaras, se reunirá la Asamblea General, habrá un desfile militar. Nuevamente, como desde hace 40 años de forma ininterrumpida, el Parlamento se poblará de plenarios, comisiones, legisladores circulando por los pasillos, visitas, actividades.

El Palacio Legislativo se inauguró el 25 de agosto de 1925, en conmemoración de los 100 años de la Declaratoria de la Independencia. Ese año, unos meses antes, el presidente José Serrato celebraba que “en menos de una centuria hemos arraigado profundamente el respeto a la ley, a las instituciones, el imperio de los principios del derecho público, una perfecta legislación electoral y la más completa y exigente moralidad del sufragio”.

Este sábado, a casi 100 años de la inauguración de la actual sede del Parlamento Nacional, se realizará una ceremonia en la que diputados y senadores electos tomarán posesión de sus bancas. Son los representantes del pueblo, aunque no lo representen proporcionalmente en términos sociodemográficos: entre nuestros legisladores hay menos mujeres, menos jóvenes, menos personas afrodescendientes que en la población en general, por mencionar sólo algunas características. Los parlamentarios tienen en promedio mayor nivel educativo, y los profesionales universitarios están sobrerrepresentados respecto del común de los uruguayos y uruguayas.

Asumirán sus bancas en tiempos turbulentos para la democracia a nivel global. Y también para la región. El informe 2024 del Latinobarómetro revela que a un cuarto de la población de la región le es indiferente en qué régimen vive, y el 39% cree que es posible la democracia sin Parlamento. Como en años anteriores, Uruguay lidera el ranking de América Latina en materia de satisfacción con la democracia y en la convicción de que sin partidos políticos no puede haber democracia.

En la triste noche del 27 de junio de 1973, el senador batllista Amílcar Vasconcellos decía en la sesión parlamentaria que precedió a los largos años de dictadura: “Hay triunfadores efímeros que las hojas del viento de la historia desparraman y se olvidan hasta del odio de los pueblos. Ellos se sentirán vencedores, y muchos serviles y miserables se acercarán para decorar una situación momentánea, pero ya sentirán también el látigo de la historia sobre sus nombres y el de sus hijos como una mancha indeleble por la inmensa traición que están cometiendo contra el Uruguay”.

El frenteamplista Francisco Rodríguez Camusso, esa misma noche, recordaba que el autoritarismo fue un largo proceso que no comenzó cuando las tropas ingresaron al edificio del Palacio Legislativo. Se produjo cuando “valores tradicionales, estilos cultivados por encima de concepciones políticas fueron vil e injustificadamente pisoteados”.

Esos valores tradicionales, esos estilos, ese profundo respeto a las instituciones y las leyes, esa representación del pueblo, la siempre imperfecta y perfectible democracia también celebramos hoy. A 40 años de la recuperación democrática y en tiempos difíciles, ante los antiguos “rosqueros golpistas” y ante el más reciente autoritarismo payasesco y trágico, como Rodríguez Camusso, confiamos en el “pueblo consciente, organizado, militante”.