En 2019, la ciudadanía decidió poner fin a 15 años de gobierno del Frente Amplio. Eligió una nueva mayoría parlamentaria, formada por partidos opositores a las orientaciones frenteamplistas, y le dio la victoria a Luis Lacalle Pou en la segunda vuelta por la presidencia de la República. El año pasado, les quitó la mayoría parlamentaria a quienes habían sido oficialistas y eligió como presidente al frenteamplista Yamandú Orsi, en un balotaje contra el candidato apoyado por Lacalle Pou. El desempeño del gobierno que ayer terminó su mandato no logró una renovación de confianza y es muy importante comprender por qué.

Orsi asumió ayer la presidencia, y su mensaje estuvo alineado con el de la campaña electoral. Un mensaje firme pero sin estridencias ni altanería, que señala la necesidad de cambios y destaca que es preciso lograrlos con disposición constante a la búsqueda de acuerdos amplios.

Hace cinco años, Lacalle Pou decidió incluir en su primer discurso como presidente varias evaluaciones negativas sobre el resultado de los gobiernos frenteamplistas previos y el compromiso de “hacer lo que no se supo o no se quiso hacer” en ellos. Ayer, Orsi se refirió a los procesos de “acumulación positiva” que han permitido el avance de Uruguay en cuatro décadas ininterrumpidas de democracia, y se comprometió a continuar por ese camino con “mucho diálogo, mano tendida y capacidad de comprender las distintas sensibilidades que expresa nuestra comunidad”.

Las diferencias saltan a la vista, y tienen mucho que ver con una de las grandes causas de los resultados electorales del año pasado. Otra de esas grandes causas está en problemas agravados durante los últimos cinco años, que Orsi señaló como prioridades.

Son problemas de crecimiento insuficiente con resultados mal repartidos, que dejaron un saldo muy preocupante de desigualdad, vulnerabilidad y desamparo, con síntomas alarmantes como el de la pobreza infantil. Problemas de cuidado del ambiente, de apoyo escaso al sistema de ciencia, tecnología e innovación, y de deterioro en la calidad del empleo. Problemas de avance del crimen organizado y de inserción internacional.

Todo esto es acumulación negativa, y tiene sin duda relación con las orientaciones del gobierno que presidió Lacalle Pou, pero Orsi no se dedicó ayer a subrayar responsabilidades, sino a enfatizar la urgencia de construir soluciones. Sí habló de una diferencia ideológica sustancial, que subyace al agravamiento de los problemas mencionados: rechazó el “concepto de libertad ultraindividualista que predica el predominio del más fuerte”, y se alineó con una visión de la libertad “en clave de convivencia e igualdad de oportunidades en los aspectos esenciales de la vida” como la atención de la salud, el acceso digno a vivienda y trabajo o las desigualdades de género.

El tiempo dirá en qué medida se cumplen los propósitos, qué eco encuentran las propuestas de diálogo y en qué medida la ciudadanía defiende los cambios que decidió el año pasado, pero el punto de partida es un alivio necesario.