Una tradición originada en Estados Unidos hace casi un siglo, durante el primer gobierno nacional de Franklin Delano Roosevelt y en circunstancias muy particulares, destaca la importancia de los 100 primeros días en los mandatos presidenciales. Al igual que otras costumbres estadounidenses, esta ha sido adoptada en otros países, incluyendo a Uruguay, como si el primer número de tres cifras en la cuenta impusiera una evaluación, o marcara el fin de un período con oportunidades irrepetibles.
En todo caso, el ritual arbitrario se cruza con una percepción de lentitud en el actual oficialismo, más extendida entre quienes se interesan mucho por la política que en el resto (mayoritario) de la población. Los primeros 100 días de la presidencia de Yamandú Orsi parecen imponer una discusión sobre su estilo de gobierno, la escasez de iniciativas impactantes y la ausencia de un “buque insignia” en su programa de gobierno.
Hay que tener en cuenta algunas circunstancias relevantes. Orsi es el primer presidente en décadas que no cuenta con mayoría parlamentaria propia, su campaña electoral no se centró en la promesa de grandes cambios rápidos, y todas las encuestas indican que gran parte de la ciudadanía no los espera ni los desea.
Además, este gobierno afronta una situación fiscal delicada. No sería problemática si hubiera prometido, como el anterior, reducir con celeridad los desembolsos estatales, pero acota sus propósitos de potenciar las políticas públicas, obligándolo a proceder con sumo cuidado y afinar la puntería.
Sin embargo, hay señales de que el oficialismo se propone aprovechar el margen de maniobra con que cuenta, y de que no ha perdido de vista sus prioridades.
En el terreno parlamentario, la cuestión de la Caja de Profesionales muestra que persisten grandes incertidumbres sobre la forma en que el oficialismo y la oposición encaminarán sus relaciones, no sólo por las diferencias entre ambos bloques, sino también por las que afloran en el segundo, tanto entre los partidos que lo integran como dentro de estos, e incluso entre las bancadas de senadores y diputados. Pero no todo requiere leyes.
El sistema de gobierno uruguayo tiene un claro sesgo presidencialista, y es mucho lo que se puede hacer desde el Ejecutivo. Por lo pronto, esta semana hubo decretos de Orsi que revirtieron otros anteriores de Lacalle Pou sobre cuestiones de interés público, como el tabaquismo y la formación terciaria. También medidas con fuerte repercusión social, como las que apuntan a reducir los perjuicios de la diferencia de precios con Brasil y apoyar a las familias de 100.000 escolares en las zonas de menores ingresos.
En esas y otras iniciativas hay, además, una bienvenida perspectiva estratégica. El proyecto para fortalecer la prevención del lavado de activos, por ejemplo, no sólo apunta a evitar ese delito, sino que busca revertir debilidades nacionales muy vinculadas al avance del crimen organizado en los últimos años, que trajo consigo graves problemas de seguridad pública.
Más importantes que los primeros 100 días serán los 1.726 restantes.