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Rómulo Martínez Chenlo

Jorge Fucile y Carlos Tévez, ayer, en el estadio la Bombonera, en Buenos Aires. Foto: Eitan Abramovich, Afp
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La constelación de Orión

No sé a quién le gustan los penales. A los que quieren resolver partidos sin seguir jugando o algo así; pero lo cierto es que para unos y para otros, y para nosotros -los que la vemos de afuera-, son series incómodas, de desacomodo, de nervios. Nacional estuvo cerca, muy cerca de conseguir la clasificación a semifinales, pero la falta de acierto en los tres últimos penales lo dejó afuera.
Hinchada de Plaza Colonia en el estadio Luis Franzini. Foto: Santiago Mazzarovich (archivo, abril de 2016)
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No hay en Plaza

Como todos los veranos, la pelota andaba corriendo en aquellos santuarios del fútbol que enriquecían la luminosidad del pueblo con sus focos prendidos, tan ubicables como el campanario de la iglesia, y yo estaba ahí. Vi el partido, desandé el camino gozosamente hasta la casa de mi abuela, donde, en la frontera de la madrugada, me esperaba un suculento plato de comida cuidadosamente tapado con un plato hondo y envuelto en el mantel repasador, artilugio operativo precursor del microondas.
Leandro Barcia, de Nacional, y Leonardo Jara, de Boca Juniors, ayer, en el Gran Parque Central. Foto: Iván Franco
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En la lucha

En partidos que son largos, tan largos como disímiles, que se juegan aquí y allá, con estos y aquellos, es difícil desentrañar los efectos de un empate en la mitad exacta de la competencia. Seguramente, aquel que lo consigue lejos de casa y con un gol de visitante que tiene el mismo valor virtual de un bono de la Bolsa de Valores, experimente una sensación ligeramente menos nerviosa o ansiosa que su rival. Lo cierto es que, más allá de ese hipotético valor de la localía, que nos hace sentir, pensar y razonar que hay colectivos que juegan mejor aquí o allá, con más gritos o menos gritos, ambos equipos se fueron al entretiempo de este partido extenso con las mismas expectativas de seguir adelante, con los mismos temores de no poder atravesar esta nueva valla de la competencia.
Nicolas López tras su gol ante Corinthians ayer en el Arena Corinthians de San Pablo, Brasil.  /Foto: Nelson Almeida, AFP
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Le toma el gusto

La clasificación de Nacional a cuartos de final de la Libertadores es tan trascendente como la forma en que la logró. Empató y debió haber ganado de visitante ante el enorme Corinthians, al que dejó afuera en su propio estadio. El younguense Esteban Conde fue determinante en su arco, y el resto de sus compañeros hicieron un partidazo que genera ilusión.
Leonardo Barcia y Bruno Henrique, ayer, en el Parque Central. Foto: Javier Calvelo
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O qué será, qué será

Fue intenso, lindo, emocionante. Nacional pudo haberlo ganado y hacer una diferencia para ir la semana que viene a San Pablo a deifnir la llave, pero se queda con la solidez de su postura y, como dato trascendente entre tanta paridad, no haber recibido goles de local. Un buen 0-0 con un rival de fuste.
Horacio Martín Calcaterra, de Sporting Cristal, y Tomás Costa, de Peñarol, ayer,
en el estadio Campeón del Siglo Foto: Miguel Rojo, Afp
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Cara de póquer

Peñarol, el actual Peñarol de Da Silva, el que cuando quedó eliminado descalificó a sus futbolistas diciendo que este plantel no estaba para la Libertadores, el equipo cuyos profesionales fueron sustituidos por voluntad del técnico y no porque debiera cumplir alguna obligación contractual, porque según él “están mal físicamente”, le ganó 4-3 a Sporting Cristal después ir perdiendo por dos goles de diferencia y se despidió del torneo continental.
Expulsión de Nahitan Nández, ayer, en el estadio Tomás Ducó, en Buenos Aires. Foto: Eitan Abramovich, Afp
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Agonía inducida

Fue feo de ver. Era la última posibilidad de seguir soñando y, un poco por la postura inducida por Jorge da Silva en su equipo, otro poco por la coyuntura de quedar prematuramente con diez y otro mucho por la superioridad manifiesta que tuvo Huracán en la segunda parte, Peñarol quedó eliminado de la Libertadores a una fecha de la finalización de su serie.
Kevin Ramírez festeja el segundo gol de Nacional a River Plate, ayer, en el estadio Centenario. Foto: Iván Franco
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Y punto

En un partido cambiante, pero que estuvo debajo de las expectativas que algunos nos habíamos creado por la coyuntura en que los agarraba, Nacional consiguió la clasificación para los octavos de final de la Libertadores y, concomitantemente, River Plate se quedó sin posibilidades de seguir adelante.
La selección uruguaya canta el Himno Nacional antes del partido con Perú,
el martes en el estadio Centenario. Foto: Iván Franco
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1910

Marzo de 2016. Un día antes de que la Asociación Uruguaya de Fútbol cumpla 116 años, mientras viajo de Florida a Montevideo para visitar, una vez más, el Centenario, siento una enorme compulsión por dejar registrado en letras mi convicción de que estoy -estamos- ante la mejor selección de los últimos 50 años. Si lo pudiera demostrar -cosa que no haré-, te diría que no está nada mal y que, dado que la expectativa de vida por aquí es de 76 años, esta década preciosa le habrá deparado alegrías y emociones a un buen número de los yoruguas que han hecho, hacemos y harán este país.
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Se pasó el cuarto de hora

Anoche, en el Gigante de Arroyito, con tres goles de Marcos Ruben y uno de Germán Herrera, Rosario Central aplastó a River Plate 4-1. Lo doblegó en todo, en marcador, en juego y en esperanzas. La semana que viene, cuando empiece la rueda de revanchas del grupo, los argentinos deberán visitar Uruguay para enfrentar a los darseneros en un partido que aún no está definido dónde se jugará.
Óscar Washington Tabárez durante su primera entrevista con la diaria. Foto: Fernando Morán (archivo, marzo de 2006)
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Profesión de fe

Hace diez años volvimos a cruzar caminos con el maestro Tabárez. Lindo aquel mojón para volver a arrancar. Cuando en la diaria ya entrenábamos duro para salir a dar todo para más de 1.000 hinchas-suscriptores. Un 8 de marzo llegó de nuevo a la Asociación Uruguaya de Fútbol, otra vez con unas hojas de cuaderno Mis Trabajos, garabateadas como ayuda memoria de aquel proyecto -concepto tan cercano a Sartre- que unos días más tarde se transformaría en el Proceso de Institucionalización de las Selecciones Nacionales.
Nicolás López, de Nacional, entre los jugadores de River Plate Cristian González y Ronaldo Conceição,
ayer, en el Parque Central. Foto: Federico Gutiérrez
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Espejitos

Fue un empate entre uno que quiso pero no pudo -porque tampoco es un dechado de virtudes para poder siempre-, Nacional, y otro, River, que, sin el esmog de ese ambiente modificado por exposiciones artificiales vio lo que otros no pudimos ver: puede ser tan interesante un empate de “visitante” con Nacional como lo fue el de los tricolores con Rosario Central. Dos presentaciones, dos empates para cada uno, no le hacen mal a ninguno.
Sebastián Fernández, de Nacional, y Alejandro Donatti, de Rosario Central, ayer, en el estadio Gigante de Arroyito, en la ciudad de Rosario, Argentina. Foto: Silvio Moriconi, Efe
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PenalContraNacional

Mirado desde este lado del mapa, ese que queda mucho más cerca del río Uruguay que del Paraná, fue una lástima que Nacional no pudiese rematar el partido con victoria. Pero, quitando la acción del penal que no fue pero que el árbitro cobró, los que están más cerca del Paraná que del Uruguay dirán que el empate 1-1 estuvo bien; al final deja un gusto a poquísimo para los tricolores y a muchísimo para los canallas.
Partido entre Florida y San José, el miércoles 17, en el estadio Campeones Olímpicos de Florida. Foto: Rómulo Martínez Chenlo
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El campo de los sueños

No han pasado grandes cosas para los creadores de realidad virtual, pero mi mundo, que creo que es también el del vecino de enfrente, el del bolichero de la esquina, el del que atiende la mueblería del centro, el de la agencia de loterías y quinielas -ah, me olvidaba, también el de la esposa del pollero-, se ha modificado sólo por un partido de fútbol. Sólo ha terminado un partido que el mundo de la información ignora.
Ángel Rodríguez y Ronaldo Conceição, de River Plate, y Lucas Barrios, de Palmeiras de Brasil, ayer,
en el estadio Domingo Burgueño Miguel de Maldonado. Foto: Dante Fernández, Afp
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Si no se puede ganar, no hay que perder

Cuando terminó el partido en el Campus de Maldonado, mientras Mick Jagger tiraba unos pasos en el Centenario, cerca del círculo central los jugadores de River Plate se saludaban discretamente, con abrazos fraternos que no escondían ni la conformidad ni la seguridad del deber cumplido tras el empate 2 a 2. Habían jugado por primera vez en esta fase larga de la Libertadores y habían controlado cuanto pudieron a un grande como Palmeiras.
Los jugadores de River Plate festejan en el Estadio Nacional de Santiago tras el encuentro con Universidad de Chile. Foto: Martín Bernetti, Afp
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El sueño y la pasión

Hace ya una semana que vengo escribiendo borradores mentales sobre River Plate. Me pasa lo siguiente: tengo una conducta que a esta altura es casi una praxis, pero del razonamiento y expresión: yo, que no nací en cunita de oro del fútbol, quiero sentir y expresar como ellos cuando un equipo, un club de los no considerados, de los no conocidos y aparentemente destinados al ostracismo eterno en las glorias, vive lo que podría considerarse el momento más mágico en esa inexistente ecuación de sueños, esfuerzo y realidad.