Deporte
Es mediodía. El sol entra a pleno por las ventanas del hotel Intercontinental. Afuera, el centro porteño arde, pero adentro es todo tranquilidad a pesar de la cantidad de periodistas que invaden la planta baja. En el hall, Diego Lugano no larga el termo y el mate. El alguna vez pichón de Paolo Montero lo sucedió y hoy es capitán y referente del equipo. Cuando le recordás que decían que le pesaba el brazalete de capitán, vuelve a sonreír. “Las críticas son parte de la cosa”, responde. Se lo nota sereno, convencido, como disfrutando del momento.