En 2021, el Parlamento resolvió implementar un proyecto de ley aprobado en el período de gobierno pasado para conformar una comisión parlamentaria encargada de reflexionar sobre el futuro. La experiencia tiene antecedentes internacionales y regionales. Los primeros pasos de la comisión uruguaya se orientaron a escuchar a expertos exponer las principales tendencias y transformaciones de la sociedad en distintas áreas. Para esta legislatura, la propuesta es hacer foco en el trabajo, y redactar un documento, un “libro blanco” que sintetice una “comprensión compartida” sobre los fenómenos más importantes que caracterizan este tema, explicó a la diaria el asesor de la Comisión Especial de Futuros, Bruno Gili.

Las actividades de la comisión se centrarán en cinco ejes que darán lugar a cinco seminarios: transformación del trabajo; productividad; educación, formación y capacitación; bienestar y protección social; y regulación y política laboral. Habrá también un ciclo de podcasts denominado “Conversaciones con el Futuro del Trabajo”, que consistirá en entrevistas breves a expertos sobre la temática. También se implementará una encuesta a expertos y actores relevantes para sistematizar perspectivas.

¿Cuáles son los principales desafíos de Uruguay en materia de trabajo?

Lo que está ocurriendo con la transformación tecnológica, digital, con la biotecnología, con la economía de las grandes plataformas, y por otro lado, con la economía en red, la globalización: eso impacta en lo que cada una de las personas tenemos que saber hacer, en las tareas que realizamos, en cómo las realizamos y en qué conocimiento necesitamos. Y eso está cambiando aceleradamente. Entonces, parece bastante razonable una lógica anticipatoria. Las organizaciones necesitan ser mucho más versátiles y ágiles, se van a enfrentar a escenarios constantemente cambiantes. Eso es muy distinto a cómo fuimos educados y formados en el último siglo, en que todo era más estable, más previsible y más constante. Hay que intentar entender las reglas de juego que hay que construir para optimizar este proceso. Esas reglas tienen que ser justas, equitativas, pero además mejorar la productividad; ese es un equilibrio siempre complicado, y es el reto central. El objetivo de esta etapa es lograr una comprensión compartida sobre los retos, desafíos y oportunidades que estas transformaciones van a tener sobre el mundo del trabajo, tratar de ponernos de acuerdo sobre los grandes desafíos y sus características. En relación con las soluciones puede haber distintas visiones ideológicas y conceptuales, y el debate democrático tratará de llegar a la síntesis. El objetivo es que estos documentos acerquen insumos anticipatorios al trabajo parlamentario, a los decisores políticos o de la propia sociedad civil, que sirvan de base para las discusiones y negociaciones.

¿Qué estrategias están pensando para fomentar la participación de otros actores, más allá de los expertos y el sistema político, para pensar sobre el futuro?

Yo en la comisión estoy actuando como alguien que intenta coordinar el mundo parlamentario con el mundo de los expertos en sentido amplio. Y ese es el primer reto que tiene la comisión, que es introducir insumos desde el conocimiento. Respecto del vínculo con la sociedad, si te fijás en el primer año, todavía no hay convocatorias a sindicatos o a las cámaras empresariales, a pesar de que hay referentes; está invitada gente que pertenece al [instituto] Cuesta Duarte, o los que están más vinculados con el mundo empresarial, están las universidades, hay un vínculo que intentó ser lo más plural posible. Es una primera etapa. Creo que es necesaria otra etapa en la que esto sea más amplio, y es una opinión personal, porque es una discusión que tiene que dar la comisión. Cuando el documento se ponga a consideración de la sociedad, va a ser una oportunidad para generar un gran debate entre decisores políticos y sociedad, con evidencia.

El sistema político en general parece tener una mirada cortoplacista, que se agota en el siguiente ciclo electoral. ¿Cómo pueden generarse incentivos para que el sistema político asimile la necesidad de pensar a largo plazo?

Uruguay ha sabido en algunos momentos tomar decisiones que han sido de más largo plazo, estratégicas y que las ha continuado, pero después tiene el defecto de que una vez que lo hace, le cuesta cambiarlo. Entonces, nos pasamos 50 años manteniendo un sistema educativo con un formato porque no nos animamos a cambiarlo. Creo que en los temas relevantes, que hacen a lo que estamos hablando ahora sobre los cambios en la tecnología y en el mundo del trabajo, no estamos teniendo una visión de largo plazo. ¿Por qué? Porque eso supondría discutir temas que son de fondo: sin orden de prioridad, necesitamos discutir nuestro sistema de previsión social, nuestro sistema educativo, nuestro sistema de formación de la gente que salió del mercado. Para lograr esa mirada de largo plazo, yo creo que tienen que ocurrir dos cosas: cierto acuerdo sobre cómo Uruguay se inserta en este mundo y cómo aprovecha este cambio de la economía del conocimiento, y por otro lado crear instituciones, incentivos, políticas, y mantenerlos en el tiempo. Pero uno ve que con los cambios de gobierno en Uruguay, las cosas que funcionan se han mantenido, nadie está reiventando la rueda todos los días: la política forestal y el Plan Ceibal, por poner dos ejemplos. Por otro lado, creo que hay que crear institucionalidad. En Uruguay el Estado está mal organizado. Hubo un intento con la creación de agencias, pero son como parches que fueron introduciéndose, y creo que Uruguay necesita una reforma de su sistema organizacional, para que sea más desconcentrado, más descentralizado, porque hoy la tecnología lo permite. Tenemos un ministerio de Ganadería, un ministerio de Industria y un ministerio de Turismo. Tenemos un Ministerio de Economía, pero no tenemos un ministerio más orientado al desarrollo y otro orientado a la hacienda, que es lo que hace hoy Economía. ¿Quién piensa todo este mundo del desarrollo, y conforma cuadros técnicos? A veces lo hace la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, pero va y viene. No tenemos un ministerio de ciencia y tecnología, no tenemos un ministerio orientado a los servicios. La institucionalidad no está pensada para este mundo. Podría ser una discusión en Uruguay cómo se institucionaliza el pensamiento sobre el futuro.

¿Cómo afectó la pandemia nuestro sentido del futuro, cómo planificar en medio de la incertidumbre?

Estoy leyendo La sociedad del desconocimiento, un libro de Daniel Innerarity, un filósofo vasco que introduce el lenguaje del siglo XXI en la discusión filosófica. Él dice que en el mundo de la modernidad todo estaba construido sobre una certeza: que la ciencia era exacta, y que la política tiene el poder de gestionar la sociedad. Y él dice que en el mundo de incertidumbre en el que vivimos, eso ya no es así. La ciencia tiene una verdad que es provisoria, no tiene certeza de todo, pero es imprescindible, y la política hoy en el mundo no tiene el control de todo. Entonces, el sistema político y la ciencia tienen que revincularse, tienen que entender que no saben todo ni pueden controlar todas las variables.