La versión en inglés de Cómo sobrevive la militancia partidaria, de los politólogos uruguayos Fernando Rosenblatt, Verónica Pérez y Rafael Piñeiro, recibió en 2020 el premio “Leon Epstein” de la sección sobre Organizaciones Políticas y Partidos de la American Political Science Association. El galardón llegó para un libro que controvierte parte de la literatura y el sentido común respecto de la importancia y el futuro de organizaciones como la del Frente Amplio (FA), integrada por un conjunto de comités de base (movimiento) y sectores. El 5 de agosto, los autores presentaron en el aula magna de la Universidad Católica del Uruguay la edición en español de la obra, con un prefacio que recoge dos hechos que refuerzan las conclusiones del libro: el desempeño de la militancia frenteamplista en la campaña “Voto a voto” rumbo al balotaje y en la del referéndum sobre la ley de urgente consideración (LUC).
En el libro mencionan al FA como el único partido de izquierda orgánico institucionalizado de masas en América Latina, y al mismo tiempo dicen que este tipo de partidos está en declive. ¿Cuáles son para ustedes las claves de la permanencia del FA como partido orgánico de masas?
Verónica Pérez: Nosotros identificamos dos tipos de causas que explican este fenómeno. Unas son históricas, tienen que ver con el momento de formación del partido, y otras son causas constantes, que hacen que se reproduzca como tal, como un partido con militantes. El FA surge como una coalición de partidos de izquierda y de facciones progresistas escindidas del Partido Nacional y del Partido Colorado, pero también, a la misma vez –o casi a la misma vez, porque esto no se expresa en los estatutos desde el comienzo–, hay un movimiento de base de apoyo al FA, que son los comités de base, que en ese momento eran muy fermentales. Esos comités de base fueron muy importantes en las etapas fundacionales del partido, cumplieron funciones vitales, desde juntar dinero para la campaña hasta ser la estructura del partido en el territorio. Y después contamos las causas históricas por las que el movimiento se institucionaliza en el partido, lo que no ocurre de la noche a la mañana, es un proceso que empieza en 1972...
Rafael Piñeiro: Empieza en 1972 con el reconocimiento del compromiso político. Desde 1984 en adelante se retoma dentro del FA la discusión sobre cómo iba a conformarse orgánicamente, y en 1986 se termina de consolidar esta estructura de coalición y movimiento, donde están los sectores y toda la estructura de comités de base en todo el país. En ese momento el movimiento tenía un tercio de la dirección del FA. Más adelante, a partir de 1993, va a tener la mitad. Esa es la característica distintiva o rara del FA. Rara tanto si lo comparamos con partidos, como si lo comparamos con coaliciones o alianzas electorales. La Unidad Popular chilena, que nace también a fines de los 60 y comienzos de los 70, no tiene lugares o espacios de militancia común: ni surgieron autónomamente, ni los quisieron desarrollar. En el caso del FA, esto surge autónomamente, los líderes del partido y de los diferentes sectores no lo pueden ignorar. Es un proceso que luego del corte dictatorial vuelve a resurgir con mucha fuerza y se vuelve a instalar la misma discusión que en 1971: cómo incorporar esa estructura que había sido autónoma.
Por lo general, la democracia interna de los partidos se suele estructurar con base en la competencia por la selección de candidatos. La estructura del FA, que es bastante rara, hace que la selección de candidatos quede en manos de los sectores y que la estructura de base no participe en eso, salvo en la selección de candidatos comunes, como en el caso de los candidatos a la presidencia de la República. Eso hace que el proceso de discusión dentro de la estructura de base no pueda ser cooptado o dominado por los liderazgos.
“Cuando el FA saca la votación baja que sacó en octubre [de 2019], al otro día los comités de base estaban llenos de gente queriendo hacer algo. Eso significa que tan anacrónicos no son; si no, no se llenarían de gente”. Verónica Pérez
¿Qué implica este tipo de estructura en términos democráticos, tanto en materia de toma de decisiones como del vínculo de los líderes con la estructura?
Fernando Rosenblatt: Nosotros terminamos el libro discutiendo un poco ese punto. Está muy instalado en el sentido común de la literatura y también en Uruguay, en el debate público, que los partidos están muertos, que los partidos son cosa del pasado, y más aún los partidos con militantes, y esto se traduce en la discusión local sobre el tema. Y esto plantea una contradicción, porque nosotros en la ciencia política seguimos creyendo que las organizaciones políticas estables son importantes para la democracia, y a eso le llamamos partidos. Entonces, ¿cómo podemos decir una cosa y la otra al mismo tiempo? Es un poco contradictorio. Al mismo tiempo, si consideramos que estamos enfrentados en las democracias contemporáneas a ciudadanías más informadas, más demandantes, que reclaman más derechos, una estructura como la del FA y un partido fuerte y presente en el territorio quizás no sólo no sea una cosa del pasado, sino que quizás sea el tipo de organización que precisamos para la democracia en el siglo XXI. ¿Por qué? Por dos características principales que tienen los comités de base.
Primero, son espacios abiertos, cualquier persona que quiera comenzar a militar en el FA puede hacerlo y sabe dónde hacerlo, sólo tiene que ir y presentarse. Y por otro lado, son lugares donde la participación es eficaz, donde el tiempo que yo dedico a participar en la organización tiene sentido, no es meramente testimonial y no voy a que me informen únicamente. En esa lógica, parecería que son estructuras que, al contrario de lo que dice el sentido común, son mucho más amigables con lo que pensamos que deben ser las democracias en el siglo XXI. Uno podría decir: “Bueno, pero participa poca gente en esa estructura”. Frente a eso podemos decir dos cosas. Primero, indudablemente, la gente se va a motivar más para participar y defender ciertos espacios cuando hay más cosas en juego –año 71 o la transición a la democracia en Uruguay– que en un momento de democracia consolidada y donde todo está funcionando. Eso parece lógico y está estudiado también: las sociedades atraviesan ciclos de involucramiento. Y más allá de cuánta gente está participando, lo importante es que el lugar esté abierto y que se pueda activar rápidamente.
“Una estructura como la del FA y un partido fuerte y presente en el territorio quizás no sólo no sea una cosa del pasado, sino que quizás sea el tipo de organización que precisamos para la democracia en el siglo XXI”. Fernando Rosenblatt
Rafael Piñeiro: La democracia en las organizaciones, sobre todo en las partidarias, no necesariamente sigue el mismo parámetro que tenemos para evaluar la democracia en las sociedades. Porque la participación menos intensa dentro de una organización, por ejemplo las consultas de afiliados, son instancias sujetas a control de la élite partidaria. La élite partidaria pierde control cuando interactúa con los militantes del partido con participación en la toma de decisiones. Entonces, lo que hace democrático al FA no es la cantidad de gente que participa, sino que existan militantes que pueden hacer que los liderazgos rindan cuentas y que no puedan hacer todo lo que quisieran hacer.
Si nos enfocamos en la dimensión generacional de la participación, se conecta con una de las críticas que se les hace a los comités de base: se dice que son estructuras anquilosadas, que no están adaptadas a los nuevos tiempos. ¿Ustedes no ven un problema allí?
Verónica Pérez: Se dice eso de los comités de base, pero probablemente los sectores tengan esos mismos problemas, en todos los partidos.
Me refiero a la sostenibilidad de la estructura, a quiénes van a quedar después de que esas personas ya no estén participando.
Verónica Pérez: Nosotros mostramos datos en uno de los capítulos que salen de una encuesta de adherentes y de personas que participan en comités de base que hicimos en 2016, y nuestros datos no muestran que el FA no siga captando nuevos adherentes ni militantes. Sí es cierto que la franja etaria más nueva no es la predominante, pero nuestros datos no muestran que los comités de base no sean estructuras que, por su acceso abierto, de todas formas captan generaciones más jóvenes.
Fernando Rosenblatt: Además, hay un problema también general, de teoría social clásica. ¿Quiénes participan más? Los que tienen más tiempo para hacerlo. Eso no escapa a lo que uno esperaría encontrarse en otras organizaciones si funcionaran de esta manera, también.
Rafael Piñeiro: El FA es capaz de reproducir la militancia. Si el FA no reprodujera militancia desde el año 71, hoy no podría tener la estructura que tiene. Y eso lo viene haciendo y lo hace, obviamente, de una manera que tal vez no es la mejor que podría ser, por eso el libro se llama “Cómo sobrevive la militancia partidaria” y no “Cómo florece la militancia partidaria”. La pregunta más interesante es por qué participa la gente que participa. Ahí hay dos cuestiones: por qué la gente se acerca, y qué pasa cuando la gente se acerca. Si uno piensa en cómo se genera la militancia, lo hace a través de un proceso de transformación. La voluntad de la persona es la que la hace llegar hasta la puerta; lo que te convierte en militante es cuando llegás a la puerta y cómo otros te transforman en militante.
La teoría de la transformación sostiene que alguien se transforma en militante porque esa organización es capaz de recibirlo, de asignarle responsabilidades y de hacerle sentir que su trabajo es relevante. La explicación de la cantidad de gente que participa en los comité de base tal vez se refiera más a la gente que quiere llegar hasta la puerta que a lo que pasa de la puerta para adentro. Quienes actúan sobre la cantidad de gente que llega hasta los comités de base no son quienes están en los comités de base, sino que son los líderes partidarios, que son los capaces de hacer la tarea de movilización. Porque quienes están adentro son quienes hacen la tarea de organización, el rol de estos organizadores es agarrar a la gente y transformarla. También tienen capacidad de movilizar, pero en cualquier caso, si hay un cuestionamiento respecto de la cantidad de gente que participa, el cuestionamiento, mucho más que a la estructura de comités de base, debería ser a la estructura de liderazgo del partido, que no es capaz de movilizar hacia esos lugares y que ha preferido otras instancias de participación que no favorecen a esa estructura, sino, por ejemplo, al aumento del número de adherentes.
¿Qué les parece la estrategia que impulsa el FA de ir hacia los 500 comités de base?
Verónica Pérez: En términos teóricos, la propuesta está alineada con lo que dice el libro. Uno de los mensajes del libro es que la democracia, dentro de los partidos políticos, se entiende como la participación continua de sus miembros; entonces, todas aquellas estrategias que mejoren la participación activa de sus miembros van en el camino de mejorar la democracia dentro de las organizaciones partidarias.
Rafael Piñeiro: Incluso si uno sólo lo mira en términos de costos, el FA tiene una infraestructura instalada en el territorio, funcionando. Esa es una base donde poder desarrollar más capacidad política a partir de invertir en esa estructura. Y con una inversión que, como se basa en recursos voluntarios, en términos materiales es bastante baja en relación al efecto que tiene; no sólo sobre el nivel de discusión política dentro del partido sino también en su capacidad de penetrar en la sociedad, en su capacidad de movilización electoral.
En el prefacio a la edición en español ustedes recogen dos hechos recientes que parecen confirmar las principales afirmaciones del libro: la campaña del “Voto a voto” rumbo al balotaje y la recolección de firmas contra la ley de urgente consideración (LUC).
Verónica Pérez: Capaz que la LUC es el mejor caso de los dos, que muestra la relevancia y la efectividad de la estructura territorial asentada que tiene el FA.
“Cuando el FA saca la votación baja que sacó en octubre [de 2019], al otro día los comités de base estaban llenos de gente queriendo hacer algo. Eso significa que tan anacrónicos no son; si no, no se llenarían de gente”. Verónica Pérez
Fernando Rosenblatt: Los dos casos son pruebas de resiliencia organizacional, o sea: qué pasa cuando al partido le está yendo mal. Pensemos en términos comparados qué pasó con partidos similares cuando pierden en otros lugares y cómo reaccionan frente a la derrota. Pero también en términos democráticos: la gimnasia que esto genera y el ejercicio de ciudadanía permanente.
Verónica Pérez: Si pensás en lo que pasó en el balotaje, cuando el FA saca la votación baja que sacó en octubre [de 2019], al otro día los comités de base estaban llenos de gente queriendo hacer algo. Eso significa que tan anacrónicos no son; si no, no se llenarían de gente.
Fernando Rosenblatt: Hay una conexión que es permanente, que es orgánica, que ata el partido a ciertas bases sociales, a ciertas preferencias, y por lo tanto tiene sentido ir allí, porque es un lugar donde mis ideas y mis intereses se mantienen representados en el tiempo. Estas dos patas, la presencia territorial y la conexión orgánica, desafían mucho del sentido común. Pero miremos a Europa: la crisis de la socialdemocracia es el abandono de estas dos patas, en gran medida; esta lógica de abandono de ciertas bases sociales y también de ciertas ideas producto de la ruptura con esas bases sociales, que anclaban a los partidos socialdemócratas.
En el libro subyace una valoración positiva de lo institucional y de lo orgánico. Sin embargo, hay visiones, también dentro de la izquierda, que cuestionan la militancia orgánica y van por una idea de participación más desestructurada y descentralizada. Pienso, por ejemplo, en parte del movimiento feminista, pienso en los indignados en España. ¿Qué elementos positivos le ven a lo institucional, a lo orgánico?
Fernando Rosenblatt: Los indignados surgen porque antes hubo una socialdemocracia que abandonó bases sociales e ideas. Después quedaron huérfanos. Y lo mismo observás en Chile. En Chile todos estos nuevos partidos de izquierda, que se organizan muy en la lógica que vos estás planteando ahora, son huérfanos políticos, no hay una vinculación con la generación anterior, con la generación de la Concertación, por ejemplo. Y en gran medida tiene que ver con la ruptura tanto de ideas como de la orgánica. Entonces, en gran medida el FA funciona como contrafáctico de estos procesos.
Verónica Pérez: Además, muchas de las principales demandas de las organizaciones sociales, de las feministas, por ejemplo, ya que las nombraste, que se convirtieron en políticas públicas durante los gobiernos del FA, se explican por la estructura del partido. El movimiento feminista uruguayo hasta 2016 era un movimiento elitizado, de lobby, con muy poca militancia de base. En 2016 esto cambió por influencia de movimientos internacionales como el “Ni una menos” en Argentina o el 8M. Pero las principales demandas del movimiento feminista en Uruguay se logran antes de eso, y se logran incluso antes que en el resto de América Latina, como la despenalización del aborto. ¿Cómo hace el movimiento de mujeres para pasar este tema, que es tan conflictivo, para que el partido vote tres veces una ley para despenalizar el aborto? Eso se hace porque el partido le permite una porosidad al movimiento feminista que otras estructuras no, y el movimiento feminista hizo durante muchos años un trabajo muy fuerte en la interna del partido.
Rafael Piñeiro: La pregunta sobre las reglas es bien relevante, porque es uno de los temas que pone en discusión el libro, no solamente con quienes piensan que la participación se da de forma más fluida en ámbitos más inorgánicos o informales, sino también con toda la literatura de partidos que sostiene no vale mucho la pena estudiar las reglas que existen en los partidos, porque las reglas más importantes son las informales, que son manipuladas por el liderazgo del partido. El caso del FA muestra lo contrario, y es precisamente el valor de la existencia de esas reglas el que les asegura un poder a los militantes, que sin esas reglas no lo tendrían. De otra manera, el partido rápidamente se hubiera oligarquizado. ¿Qué quieren los líderes que concitan movilización y opinión? No tener ninguna restricción, y la mejor forma de no tener restricciones es, precisamente, no teniendo reglas y ampliando exorbitantemente la cantidad de gente que participa de manera poco intensa. Ese es el proceso que siguen partidos que se oligarquizaron, como el Partido de los Trabajadores en Brasil [PT].
Fernando Rosenblatt: El desafío en democracia para las organizaciones es evitar lo que parece ser la ley de hierro de la oligarquía, o sea, que toda organización, inevitablemente, va a terminar teniendo sus dueños, y van a ser unos pocos. Entonces, un poco la lección que busca dejar el libro en ese sentido es que se puede, a pesar de que sea muy difícil, institucionalizar ciertas reglas donde la participación sea eficaz y evitar esa oligarquización aparentemente inevitable de las organizaciones políticas. Por eso dejar librada la participación a algo más informal o sin un involucramiento intenso termina en procesos como los del PT en Brasil.
Rafael Piñeiro: Este tipo de estructuras hace que los liderazgos partidarios no puedan tomar decisiones que quizás son más efectivas en términos electorales pero que claramente no permiten que ese partido, en el largo plazo, sea coherente en términos programáticos para la ciudadanía. ¿Qué sería hoy el FA si el primer gobierno del FA hubiera firmado un TLC [tratado de libre comercio] con Estados Unidos, si en 2009 no hubiera decidido acompañar la anulación de la ley de caducidad? Buena parte de estas cosas no están orientadas por la conexión electoral, no están orientadas a ganar votos.
También subyace en el libro una valoración positiva del vínculo del FA con las organizaciones sociales. Sin embargo, otras visiones, por ejemplo, las de una parte del oficialismo hoy, ven esto como algo negativo, y sostienen que de esa forma priman los corporativismos o el lobby de las organizaciones. ¿Hay riesgo de esto?
Rafael Piñeiro: Más allá del debate político, el punto es que esto sí genera un trade-off. Primero, un trade-off en términos electorales: no necesariamente las posiciones que adopta el partido son mejores para este en términos electorales en el corto plazo. Pero además, hay algunas reformas, que tal vez sean mejores desde algún punto de vista, que no se pueden hacer con esta estructura. Pero de vuelta, la pregunta que tenemos que responder es de qué se trata la democracia, si de tener las mejores políticas públicas o de tener actores políticos que sean significativos, que puedan representar y legitimar las decisiones que toman. El caso chileno generó reformas en varias dimensiones, por ejemplo, en educación, y tuvieron mucho mejores resultados que los de los gobiernos de izquierda en 15 años. El problema es que esos mismos partidos que eventualmente hicieron esas reformas hoy no son instrumentos valiosos para la legitimidad del sistema político.
Verónica Pérez: También están los límites en esta relación que vos decías, entre partidos y movimientos sociales. Y es que si bien esta estructura ha permitido el avance de la agenda de estos actores sociales, también es cierto que algunas de las reformas que surgieron no son necesariamente las deseadas por las organizaciones sociales. La ley de despenalización del aborto que se aprobó no fue la reforma que las organizaciones sociales querían, porque hay un límite también de la economía política. En ese sentido, el FA no es un reflejo de lo que las organizaciones de su base social quieren.
Otro lugar común de la crítica a los comités de base es que esta participación, que se percibe como espontánea, está en realidad direccionada por ciertos sectores, y en particular por el Partido Comunista. ¿Qué observaron en el trabajo de campo en relación con esto?
Fernando Rosenblatt: Hay dos tipos de evidencia. Una que indica por entrevistas y demás cómo funciona esto, y que si el comité decide algo y vos a su vez tenés militancia en un sector, y es distinta la opinión del sector a la de la coordinadora, si estás como delegado vas a tener que votar...
Verónica Pérez: Porque si no, te echan.
Fernando Rosenblatt: Por otro lado, no son pocas las veces en que las bases tienen una opinión diferente a la de los sectores. Pero en relación con esto y con la reproducción del sentido común instalado, son los sectores más moderados los que plantean lo del peso del Partido Comunista y del MPP. Y de nuevo, creo que la respuesta a eso es: el espacio es abierto. En realidad, el planteamiento debería ser: ¿qué piensan hacer esos sectores para tener mayor presencia en los comités de base?
Rafael Piñeiro: Lo otro que mostramos en el libro, con datos de la propia encuesta, es que esta idea de una distorsión muy grande de la representación en los comités de base a nivel sectorial, con respecto primero a los adherentes, y segundo a los votos en la interna presidencial y a la composición parlamentaria, no es así. El punto, de cualquier manera, es que las estructuras de base tienen preferencias un poquito más a la izquierda que los adherentes, seguramente bastante más a la izquierda que los votantes, pero no hay una distorsión muy grande en términos de la estructura de preferencias. Y lo segundo que es importante es que, más allá, de que los sectores tengan diferentes estrategias respecto de cómo interactuar con esa estructura, esa estructura no es fácilmente manejable. Y tiene sus propios espacios autónomos de coordinación, por ejemplo, el grupo de los 41 en Montevideo, que hacen más difícil cooptar el movimiento.
Fernando Rosenblatt: Y si fuera así, que la base fuera más radical que el resto, hubiera sido un factor de veto más fuerte durante los gobiernos del FA a las políticas del gobierno, que a todas luces fueron de izquierda moderada. No hay una contraposición allí tampoco.
Rafael Piñeiro: En cualquier caso, si eso existiera, también es funcional al FA. Porque la fortaleza política del FA es la unidad de la izquierda, y si no existiera esa estructura de incidencia, tendrían mucho más incentivos para salir del partido.
En el libro, mencionan al pasar la cuestión de las narrativas, que seguramente pesa también en las personas a la hora de decidirse a militar. ¿En qué situación están hoy las narrativas en el FA?
Rafael Piñeiro: ¿Por qué voy a un lugar? Porque creo que ese lugar va a estar bueno. El problema es que si hay un cuestionamiento permanente a las características, a la utilidad [de los comités de base], claramente la gente que se siente cercana al partido no va a elegir ir a esos lugares, si desde el partido muchas veces la opinión es que eso está fuera de moda, que son lugares hostiles.
¿Eso cambió algo con lo que pasó en el referéndum?
Fernando Rosenblatt: Bueno, la decisión del FA de ir hacia 500 comités parecería indicar que hay un cambio de valoración de los comités de base, que en los últimos años venía con esta idea de que están llenos de viejos, que son cosa del pasado, que son más radicales, que no reflejan el mundo frenteamplista. Todo eso parecería que empieza a ser desmontado, yo creo que a partir de los resultados de lo que fue la campaña “Voto a voto” y la LUC.
Los comités de base en números
- Cantidad de militantes permanentes: 7.000 (aproximadamente)
- Cantidad de comités de base en 1971: 250
- Cantidad de comités de base actualmente: más de 300
- Promedio de edad de participantes: 51 años
- Cantidad de adherentes al FA (1986-2017): 502.903
- Cantidad de adherentes que pagan la cuota partidaria (2017): 26.447
- Porcentaje de participantes de comités de base sin sector: 28,6%
Fuente: Cómo sobrevive la militancia partidaria.
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