Hay que admitir que Idris Elba es, a veces, desconcertante. Nacido en 1972 en Londres, combina talentos como un ansioso adolescente que no logra decidir cuál es su vocación en esta vida.

Reconocido actor de cine, televisión y teatro, Elba ha oficiado también como productor y director en materia audiovisual, pero además tiene una longeva carrera como DJ, rapero y productor musical (y además es campeón de kickboxing, pero en esto no abundaremos).

Era lógico que se planteara hacer una serie en la que pudiera combinar todos estos talentos, pero para poder llegar hasta aquí –para llegar a tener el peso artístico como para poder llevarla a cabo– pasó mucha agua bajo el puente.

De cal y de arena

En algún momento de su longeva carrera, alguien le consultó al legendario actor sueco Max Von Sydow como hacía para repartirse entre trascendentales películas europeas y todo tipo de basura (de Hollywood principalmente, pero no despreciaba nada). Von Sydow respondió algo así como “por cada una de las malas, puedo filmar dos con Bergman”.

Pareciera que ese mismo camino es el elegido por Elba, ya que, si repasamos su filmografía, queda claro que agarra de todo y no deja pasar nada.

Elba es uno de los rostros reconocibles y pieza fundamental del Universo Marvel –fue la curiosa elección para el dios nórdico Heimdall en cinco películas– y no son estos los únicos blockbusters en los que ha estado involucrado: fue parte de la saga de terror 28 Días después (aunque en su caso fueron semanas, no días), protagonizó la fallida adaptación del gran cómic de Vértigo The Losers, fue coprotagonista de Nicholas Cage en ese espanto llamado Ghost Rider: Spirit of Vengeance, asomó en el universo de Alien en la infame Prometheus como el peor capitán posible de una nave espacial, lo hizo algo mejor en Pacific Rim, fue el villano de turno de una de las nuevas entregas de Star Trek, falló rotundamente en el intento de inicio de una franquicia basada en la saga The Dark Tower, de Stephen King.

Ahora completó lo único que parece que le faltaba y se sumó como el nuevo malo en la explosiva y ruidosa saga Rápidos y furiosos.

No le faltan tampoco los buenos momentos cinematográficos, pero donde sin duda el británico ha brillado histriónicamente es en la pantalla chica, en dos roles inolvidables y por completo paradigmáticos dentro de la primavera de la televisión (que da y da personajes inolvidables).

El primero de ellos –y el salto a la fama de Elba–, fue el de Stringer Bell en la legendaria serie de David Simon The Wire (2002-2008). Allí, con el mejor acento de Baltimore posible, Elba daba vida a un mafioso que superaba las limitaciones de clase y de lugar para transformarse en un cerebro criminal realista que lograba revolucionar su entorno (para dolor de cabeza de los policías y competidores). Destacado en una serie en la que cada personaje era inolvidable, el Stringer Bell de Elba fue una formidable carta de presentación, un faro a seguir para descubrir qué haría a continuación este carismático actor.

Luego vino su primer protagónico televisivo en la británica Luther (2010). Allí encarnó al policía que da nombre a la serie, un polifacético investigador bastante complicado por su vida personal (y su propia personalidad), que a medida que resuelve casos genera una trama que se envuelve a su alrededor (al punto de perder el sentido en sus últimas temporadas: todo hay que decirlo). Elba llevó el rol protagónico con una presencia que pocos podrían haber sostenido, y ese gran trabajo lo volvió garantía inmediata de calidad.

Ritmo de la noche

Elba había lanzado su carrera musical en 2002, como invitado de raperos como Fat Joe, Giggs y la cantante Angie Stone. En 2006 lanzó Big Man, su primer EP, y se ha mantenido hasta hoy editando música y colaborando con artistas como Jay-Z, Macklemore y Mumford and Sons.

También es un ávido participante de las salas musicales de Ibiza (entre otras) como DJ. Este aspecto de su carrera artística ha sido ignorado en ocasiones y esa es la principal razón por la que desarrolló junto a Netflix Turn Up Charlie.

En la serie, Elba es, obviamente, Charlie, un otrora prometedor DJ británico que 20 años atrás lanzó un exitazo para luego arder rápidamente y perderlo todo entre drogas, fiestas y descontrol.

La serie lo presenta en un momento bastante fulero de su vida: pasa los 40 años, vive en el sótano de la casa de su tía y se gana sus pocos dineros como DJ en fiestas y casamientos. Pero entonces regresa David (JJ Field), uno de sus amigos más antiguos, quien triunfara como actor en Hollywood y que se ha casado con Sara (Piper Perabo), una de las más importantes DJ estadounidenses. Ambos se han mudado a Londres para darle una vida más “normal” a Gabrielle (Frankie Hervey), su hija de diez años. El problema es que ambos padres son medio que un desastre y la niña pasa un día entero con su recién conocido “tío” –y lo pasa muy bien, ella que, a la usanza de Mary Poppins, odia a todas sus niñeras– por lo todos suman dos más dos y queda el set armado: Charlie hará las veces de niñera de Gabrielle mientras Sara lo ayuda a recuperar su carrera musical.

No hay buenos referentes cinematográficos de “niñera a la fuerza” –por allí se arrastraron Arnold Schwarzenegger, Vin Diesel, Tommy Lee Jones y muchos recios más–, pero la serie va por otros caminos. El primero de ellos es brindar de mucha humanidad –fallas a montones incluidas– al protagonista, lo que le permite a Elba relucir en un formato que sorprendentemente le ha resultado esquivo en una carrera tan intensa: la comedia. Las situaciones con Gabrielle (la niña Hervey aporta muchísimo) o los enredos que provoca a medida que trata de recuperar su estrellato (o una mínima sala donde pinchar) son momentos de puro brillo para el actor.

Por su parte, la serie tiene también un gran desarrollo dramático a medida que la relación entre todos los personajes se va tensando –al punto de que el desastroso Charlie es mejor figura paterna que los ocupadísimos padres super stars– y estalla en un estupendo díptico final (en Ibiza, obviamente).

Aunque a primera vista podría parecer una comedia descartable, el espectador atento haría mal en dejar pasar Turn Up Charlie: es el proyecto nacido de la pasión de un multitalentoso artista como Idris Elba –productor, creador y protagonista– que presenta una comedia dramática adulta, divertida y dinámica. Ocho capítulos de menos de media hora que se pasan volando.