Soy un suertudo, como soy del 60 lo planteo así. También podría decir que tuve un hongo bárbaro, u otras versiones que expresan la suerte de manera coloquial pero nada publicable.

Ojo, bien podía decir que tuve un hongo bárbaro porque le entendí todo, porque le creí todo, porque ese día tuve una epifanía, porque estaba de cabeza abierta, pero sería minimizar demasiado la obra y caer en un facilismo anecdótico al que lo aplastaría el casi increíble proceso creativo resaltado en la línea de tiempo iniciada en 2006.

Hay accesorios de la suerte. Suerte, pero también confianza se observa en que algunos compañeros hayan confiado para que le diera forma a la sección Deporte de la diaria. Suerte, pero más que nada acierto, certeza, convicción, fue que por esos mismos días Daniel Pastorini, en ese entonces neutral del Consejo Ejecutivo de la AUF, propiciara el claro, necesario y trascendental retorno de Washington Tabárez a la selección nacional, esta vez con su trabajado, pensado y muy necesario proyecto para la celeste, para los celestes.

Suerte fue que empezáramos este camino recogiendo recompensas sin saberlo, casi al mismo tiempo. Podría expresar que no fue suerte sino convicción la que nos llevó a su encuentro antes de que todo empezara para él, para nosotros.

Tendría mil cosas para contar de esa mañana de marzo de 2006 cuando con Fernando Morán llegamos al deshabitado Complejo Uruguay Celeste a una semana de que publicáramos nuestro primer número para que lo leyeran 1.000 individuos que se habían suscripto a algo que aún no existía, pero sin embargo tengo en mi youtube mental toda la película de sus ideas, sus conceptos a futuro y, por sobre todas las cosas, cómo me convencí al momento de que aquello a tan largo plazo sería posible.

Nunca me pasó que alguien me pudiese anticipar con tal precisión sus expectativas a largo plazo y que todo decantara en el presente 12 años después. Ta salado.

Ponele que ahí 20 o 30 personas conocíamos ese proyecto inédito que nos involucraría a 3 millones con sueños, esperanzas y seria sistematización del trabajo y la educación.

Unos días después, en el hemiciclo de la AUF ante unos pocos creyentes, otros periodistas y descreídos dirigentes presentó su proyecto, mucho más que un plan, una pieza de articulación y desarrollo basada en el diagnóstico y conocimiento de la situación, y sus soluciones y acciones para crecer de manera sana y segura.

A nosotros nos siguió pegando fuerte y lo reflejamos en una nota que empezaba diciendo:

Proyectando el futuro del fútbol uruguayo: Una clase magistral

[...] sorprende, congratula, estimula y permite retomar viejos sueños la aparición de un tan simple como complejo proyecto de desarrollo del fútbol a través de la selección nacional.

La presentación y exposición analítica del proceso de “Institucionalización de los procesos de las selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas” dio lugar a la idea de que estamos ante algo muy grande y serio que ha sido presentado en el momento oportuno y que además del inocultable liderazgo positivo de Tabárez, que felizmente aparece como inconmovible, deberá contar con un amplio, serio y responsable respaldo para desarrollarlo.

El documento es casi exquisito y plantea fines, objetivos, acciones y modos de operación, calendarios y plazos, además de establecer de manera clara y definida la estructura deportiva y administrativa.

En una fundamentación de meridiana claridad el entrenador nacional señaló que se plantea como objetivos “establecer políticas de selección y dar permanencia y continuidad a su organización” que, entre otras, cosas dé “un perfil del futbolista de selección uruguaya que abarque los aspectos técnicos, éticos y disciplinarios.

Seguramente, el impacto de la muy buena figuración, sumado a la impactante e impresionante receptividad conseguida entre la casi totalidad de la población uruguaya, y el seguimiento de una línea de tiempo que marca la evolución y desarrollo del Proyecto de Selecciones Nacionales (Institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas) alimentarán análisis, explicaciones y discusiones acerca de las razones por las que la celeste logró con aire y con certezas la clasificación a la fase final de un Mundial por tercera vez de manera consecutiva, algo que no pasaba desde hace 50 años.

En el otoño de 2006 Federico Valverde iba de la mano a la Escuela Austria, y seguramente por más que el Oso se asea o el mi mamá me mima ya habían quedado atrás, su maestra de segundo año no podría resolverle ni la lectura, ni mucho menos la conceptualización y proyección de aquel fajo de hojas A4 en las que otro maestro, el Maestro, estaba proyectando su futuro y su formación.

Por aquellos días los lineamientos del proyecto seguramente parecieron nada más que considerandos de un portfolio de trabajo, pero hoy parecen parte de la génesis de esta maravilla que se fue vistiendo con trabajo, coherencia, sensatez, que invita a otros a revisar este formato como referencia, ya no de éxito coyuntural en la competencia o en los desarrollos que fueren, sino como un modelo en que diagnosticar, planificar de manera dinámica, trabajar de manera seria y sistemática, organizar, usar la ecuanimidad como sistema que rija criterios, priorizar el trabajo en equipo, y comprender por dónde es la cosa, nos llevará a encontrar el camino.

Y alguna recompensa también. Maestro.