“Represión”, la emblemática canción de Los Violadores, sonaba ayer por el parlante de una de las carpas que bloqueaban la salida de la planta de expedición y ventas de Laboratorio Fármaco Uruguayo. Una cuadra antes de llegar a la concentración ya se puede advertir un conflicto sindical; cientos de volantes empapelan la calle: “Medifarma y Fármaco Uruguayo reprimen con políticas antisindicales”, rezan. En la plaza frente a la planta y refugiándose del furioso sol del mediodía, unos 30 trabajadores con remeras rojas conversaban, ignorando la música aunque interrumpidos cada tanto por una bomba de estruendo, que retumba en la calle General Manuel Freire.

Luis Pascual, del Sindicato de la Industria del Medicamento y Afines (SIMA), cuenta que hace aproximadamente cuatro años el Grupo Picasso Candamo, una multinacional peruana, adquirió Laboratorio Fármaco Uruguay, una empresa que solía ser nacional y que tiene, según dice el representante, el monopolio del suero en Uruguay. Pascual relata que hace dos meses la empresa comenzó a retirar maquinaria de la planta en la que trabajan. “Están desmantelándonos esta planta y se llevan el personal que no está afiliado al comité de base para las otras dos plantas”, cuenta, y agrega que desde el sindicato creen que es “una estrategia que ellos tienen ya pensada. Esta es una planta que no van a usar más y en la que justamente están dejando aislado sólo al comité de base”.

Este grupo multinacional tiene un historial que preocupa a Pascual y al resto del comité de base. “Tiene antecedentes en nuestro país en cierre de empresas; tanto es así que compró Parmalat –que después terminó siendo Ecolat– que se fundió en Nueva Helvecia en 2015 y dejó a más de 400 trabajadores desempleados. También tuvo que ver en el cierre de otro laboratorio en Sauce, que se llamaba Galia y que también dejó a muchos compañeros en la calle”, narra Pascual.

“Estamos en una situación a nuestro entender bastante compleja, no queremos que nos pase lo de Sherwin Williams, llegar un día y que estén las puertas cerradas”, dice el sindicalista. De los aproximadamente 270 trabajadores, sólo 12 están afiliados y todos están en la planta de expedición y ventas. Pascual cuenta que uno de los afiliados hace 30 años que trabaja en el laboratorio: “¿Me vas a decir que no se abrió ningún puesto allá para él?”, pregunta, haciendo referencia a que muchos trabajadores fueron trasladados a alguna de las otras dos plantas, pero ninguno de los sindicalizados.

Pascual cuenta que el sindicato reclama que “la empresa presente una propuesta”. “La empresa no nos ha llevado ninguna propuesta seria a la plataforma de seis puntos que nosotros tenemos”, dice. La única comunicación que han tenido con los dueños es mediante un abogado que, según Pascual, “dilata las cosas”. “Más allá de este tema del desmantelamiento de la planta, que nos preocupa mucho, nosotros no hemos tenido oportunidad de sentarnos a hablar”, resalta. “A nadie le gusta tomar este tipo de medidas, pero hasta que la empresa no dialogue, no reconozca la organización sindical, hasta ese momento vamos a tener que seguir tomándolas”, finaliza Pascual.