Enfermedades infecciosas y tratamiento

Desde los comienzos de la edad de oro de la microbiología, de la mano de Louis Pasteur, los microorganismos se han asociado a un sinfín de enfermedades infecciosas. A pesar de su mala fama, hoy sabemos que conviven en un equilibrio necesario con los seres humanos, los animales y en el ambiente, siendo responsables de procesos biológicos fundamentales en la naturaleza. En términos numéricos, el grupo de microorganismos que se consideran perjudiciales es significativamente menor respecto de los que no generan perjuicios o que incluso son beneficiosos para la salud. A ese reducido grupo de microorganismos que pueden causar enfermedades se les denomina patógenos.

Siempre que nos enfrentamos a un problema, como las enfermedades causadas por bacterias, buscamos alternativas para afrontarlas de forma rápida y efectiva. En 1928 este desafío pareció resolverse cuando Alexander Fleming descubrió la penicilina. Su producción industrial surgió en la Segunda Guerra Mundial, asociada a la necesidad de contrarrestar las altísimas tasas de muerte debidas a infecciones por bacterias del género de los Clostridios, Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes. Su aplicación salvó millones de vidas.

Los antibióticos son sustancias naturales que, a concentraciones bajas, detienen el crecimiento o provocan la muerte de las bacterias. Son producidos por microorganismos de diversas especies de bacterias y hongos, aunque hoy en día la mayoría se producen de forma sintética o semisintética.

Pues bien, no todo lo que brilla es oro. Si bien el descubrimiento de la penicilina fue el gran salto que marcó un antes y un después en el tratamiento de las enfermedades infecciosas, ese escenario inicial empezó a cambiar paulatinamente. La panacea de los antibióticos como la solución a todos los males y la concepción de su uso indiscutido comenzó a cuestionarse. Tanto es así que el aumento de las resistencias a los antibióticos se ha propagado en todo el mundo, y alcanza actualmente niveles de riesgo sanitario. Esta situación pone en peligro incluso nuestra capacidad para tratar enfermedades consideradas comunes, como las infecciones urinarias.

¿Por qué se produce este fenómeno? Por el abuso en la aplicación de antibióticos, el uso inadecuado de ellos por largos períodos de tiempo y el incumplimiento terapéutico. Estas acciones han desencadenado un aumento en los costos asistenciales, la generación de períodos excesivamente prolongados de recuperación y un aumento de la mortalidad de los pacientes cuyos tratamientos resultaron inefectivos. Algunos trabajos estiman que para 2050 las muertes causadas por infecciones con bacterias resistentes a antibióticos podrían pasar de 700.000 a diez millones de personas, superando incluso a las causadas por enfermedades como el cáncer.

Salud y producción animal

Ahora nos podemos preguntar qué sucede con la salud animal y el tratamiento de las enfermedades infecciosas, y si este nivel de alerta e incertidumbre respecto del aumento de la resistencia a los antibióticos se transfiere a estos sistemas. La respuesta es afirmativa.

La expansión de la agricultura y la forestación, junto a la búsqueda de mayor rentabilidad y la demanda de alimentos, han promovido una intensificación en la producción pecuaria. Esta estrategia busca un mayor rendimiento en tiempos más cortos y confina a los animales a espacios reducidos. En estas circunstancias se promueve una rápida transmisión de enfermedades infectocontagiosas entre los animales, lo que requiere la prescripción de antibióticos. Por otro lado, también ha existido una tendencia a administrarlos masivamente con fines no terapéuticos, como “promotores de crecimiento” (mejoradores inespecíficos de la ganancia de peso y la conversión de alimentos). Pese a que por varias décadas se fomentó su aplicación, recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó la restricción completa de esta práctica (1).

Un aspecto a resaltar es que la oferta de antibióticos disponibles a nivel veterinario incluye, en general, las mismas familias de antibióticos para tratar procesos infecciosos en el ser humano; de esta manera, la presión de selección ejercida por su utilización en salud y producción animal impactaría directamente en la salud humana. Esto podría desencadenarse por la ocurrencia de restos antibióticos en los alimentos que consumimos, por la transmisión de bacterias resistentes entre diferentes huéspedes o incluso por la transferencia de genes de resistencia entre microorganismos.

La transferencia genética es muy frecuente entre las bacterias y es una propiedad que las hace muy versátiles, lo que les permite incluso adquirir paulatinamente la propiedad de multirresistentes. En los establos, las bacterias patógenas pueden dispersarse por distintas vías, por ejemplo la fecal-oral entre animales infectados, o entre los animales y el hombre, lo que puede causar enfermedades zoonóticas (transmitidas de los animales hacia los seres humanos). También pueden alcanzar los cursos de ríos y el suelo, donde muchas bacterias persisten por largos períodos de tiempo.

Por todo esto, la resistencia a antibióticos se ha transformado en una prioridad mundial para la OMS, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En este sentido, recientemente se desplegó el plan de alcance mundial Una Salud, que vincula la salud animal, la salud pública y el ambiente, buscando, entre otras cosas, detener este fenómeno.

En el Departamento de Microbiología del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, en colaboración con el Departamento de Bacteriología y Virología de la Facultad de Medicina, estamos estudiando la bacteria Escherichia coli en bovinos y en los establos. Nuestro objetivo es determinar su papel en enfermedades entre los animales, su rol zoonótico, la multirresistencia a antibióticos y su capacidad de transferir resistencia entre bacterias. Estos hallazgos nos permitirán definir sus propiedades circulantes y colaborar en el desarrollo de normas de manejo que minimicen la dispersión de la resistencia. Además, entre nuestros objetivos está evaluar epidemiológicamente la resistencia de bacterias patógenas en otras cadenas productivas, como la aviar, en la que el uso de antibióticos también es elevado.

Ana Umpiérrez es doctora en Ciencias Biológicas de la Universidad de la República. Investigadora en el Departamento de Microbiología, Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable. Investigadora activa nivel 3 del Pedeciba. Investigadora en el nivel inicial del Sistema Nacional de Investigadores.

Inés Bado es licenciada en Ciencias Biológicas de la Universidad de la República. Investigadora Grado 2 en el Departamento de Bacteriología y Virología del Instituto de Higiene, Facultad de Medicina.

(1). Guía OMS sobre el uso de antimicrobianos de importancia para la medicina humana en animales de producción. 7 de noviembre de 2017. Ginebra, Suiza.