Que entre.

Que no sea nabo.

Que no se quede en la puerta esperando por los uruguayos, que somos de llegar tarde.

Que venga del mismo tamaño que los otros. O al menos que el 75% de lo que vienen siendo los otros desde hace milenios.

Que traiga alegrías y penas en una dosis balanceada, nutritiva y natural.

Que nos sigamos quejando de ser quejosos.

Que nos sigamos fabulando de que somos fabulosos.

Que nos sigamos en Twitter, Instagram y en todas las redes sociales que se inventen.

Que haya luces y sombras.

Que sigamos pagando por las luces, y cobrando por las sombras.

Que se permita el vuelo poético.

Que si dos funciones tienden al mismo límite en un punto, cualquier otra función que pueda ser acotada entre las dos anteriores tenga el mismo límite en el punto.

Que no haya que explicar todo.

Que apla nuvquin rigobyts.

Que haya cosas que no se entiendan.

Que cuadro que se toca, no gana. Así que si queremos ganar, que no nos toquemos tanto.

Que, como dijo Einstein, hay cosas que parece que sí, pero en una de esas capaz que no tanto.

Que los que nacieron en el 2000, ahora que serán mayores, botijeen a los menores.

Que Trump siga metiendo chinches en los mocasines de los otros presidentes.

Que Kim Jong-un siga metiendo pólvora en el champán de Trump.

Que no pase a mayores, que quede como un juego de niños enojados porque la mamá no les compra el sistema solar.

Que tengan todos los niños en el mundo su lugar. Porque van a mi lugar a veces y me desordenan todo, te juro.

Que no se apague nunca el eco de los bombos, o que se apague unas horas por día mejor, así bajamos el consumo de pastillas para dormir.

Que saltes al vacío, pero que lo saltes con chimichurri y te quede un manjar.

Que alguien me explique cómo un músico, supuestamente de izquierda, puede tener el descaro de ofrecer sus margaritas que están marchitas, que están vacías, que ya están secas, a una milonga que lo comprende, que lo protege, que lo abriga, y todavía esperar que la milonga se las agarre.

Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, pero que esa forma de ver la vida que tenía el siglo XX quede como parte de su biografía, no de la nueva biografía del mundo.

Que venga lo que venga, para bien o mal.

Que nos sorprenda, y si es posible, que sea una grata sorpresa. Y si no, habrá algo más para aprender.

Que no es la primera vez que tendremos que seguir cantando, cantando al sol, como la cigarra. Y cultivando rosas blancas, en julio como en enero, para el amigo sincero, y para aquel que me arranca.

Que una gota, con ser poco, con otra se hará aguacero.

Que aquí estaremos de pecho abierto y cara de “echame el rabón nomás”, que no tendremos mucha carta, pero arrancamos el año juntos.

Que la distancia es sólo una excusa.

Que como León Felipe: “Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino con todos y a tiempo”.