La época de la consola NES y la Master System de Sega fue cuna de grandes juegos de plataformas en 2D: Mega Man, Castlevania, DuckTales, Sonic the Hedgehog, Super Mario Bros, etcétera. Esa era de los 8 bits fue un momento dorado de la poscrisis de los videojuegos, que dejó marcas en la mente de aquellos que supieron jugar con una Family y que hoy pueden ser el público de Shovel Knight. Este exitoso videojuego desarrollado por Yacht Club Games, y financiado por la gente en Kickstarter, hoy está disponible en múltiples consolas y es uno de los productos independientes más famosos que existen hasta la fecha.

A la vieja usanza, la historia es lo de menos: este mundo de la edad media es para entretenerse, sortear obstáculos y derrotar jefes que sepan poner en apuros al jugador. Somos el Caballero de la Pala (no suena tan bien en español), un famoso gladiador que debe rescatar a Shield Knight, su compañera de ruta que, por culpa de la Hechicera, quedó atrapada en la Torre del Hado. La simplicidad e inocencia de la narrativa es algo completamente voluntario que, mediante un lenguaje de otra época, nos toca esa fibra de las aventuras caballerescas a las que tanto estábamos acostumbrados en los videojuegos.

La estética del universo de Shovel Knight se caracteriza por su tono carismático y relajado. Atravesamos mapas de toda naturaleza y cada uno de ellos está cuidadosamente pulido, con detalles que demuestran el trabajo y cariño que hubo detrás de cada pantalla. Los personajes que nos encontramos, desde los antagonistas hasta los ciudadanos de un poblado, tienen en común un humor un tanto inocente y agradable; a su vez, el universo que los rodea está enmarcado por un diseño artístico despreocupado, propio de la época de la Family Game. Está ambientado por un soundtrack espectacular de Jack Kaufman (historial y pico de este hombre en la música retro de videojuegos) que exprime el estilo 8 bits al máximo; temas como “Strike the Earth! Plains of Passage” le añaden un componente épico que consigue magnificar la sensación retro que nos presenta el videojuego en cada tramo.

La cosa no se queda en lo superficial, sin embargo. A medida que nos vamos adentrando en la jugabilidad, vemos que la obra sirve de memento de que los videojuegos del pasado eran realmente más difíciles. Los niveles ingeniosos, pensados de tal manera que se sienta esa dualidad de frescura y nostalgia, permiten que el jugador perciba un universo con personalidad propia en un sistema utilizado hace más de 30 años.

Nuestro caballero no es solamente un hombre que ataca y excava con una pala. En el progreso de la partida podremos ir comprando habilidades, armaduras e ítems que mejoren nuestras posibilidades de sobrevivir. El dinero no es precisamente abundante; cada vez que nos maten —algo que sucede con frecuencia— dejaremos una parte de nuestro botín en donde fuimos derrotados, que podremos recuperar, siempre y cuando no nos derroten nuevamente antes de alcanzarlo. Por otra parte, dependeremos de los famosos checkpoints o puntos de control/guardado; grandes antorchas clavadas en el suelo que, en un giro interesante de tuerca, podremos destruir para obtener más monedas, a costa de sacrificar un lugar más cercano en el que renacer luego de ser vencidos.

Tanto por fuera como por dentro, Shovel Knight es un juego que nos recuerda mucho al pasado pero que se siente completamente nuevo. El mundo que construyó Yacht Club es orgánico y tiene huella propia; su diseño es un homenaje que lleva los 8 bits al límite, dejando bien parados a los plataformas, un género casi tan antiguo como lo es el videojuego en sí.