El anuncio se hizo el martes sin mucho bombo ni platillos en la Rectoría de la Universidad de la República. Allí, Lidia Brito, directora de la Oficina Regional de Ciencia para América Latina y el Caribe de la UNESCO, y Roberto Markarian, rector de la Universidad de la República (Udelar), pusieron su firma a un acuerdo de cooperación que permitirá extender el Programa de Base de Estudios en Bioética de la UNESCO, que ya integra la currícula de la Facultad de Medicina, a todas las áreas vinculadas a la salud. En el acto también estaban presentes el prorrector de Extensión y Actividades en el Medio, Mario Barité, su antecesor Hugo Rodríguez, el vicerrector Hugo Calabria, la encargada del Programa para América Latina y el Caribe en Bioética y Ética de la Ciencia de UNES- CO, Susana Vidal, la asesora jurídica del área de convenios de la Udelar, Patricia Noseda, y el integrante del comité organizador del Encuentro Uruguayo de Bioética llevado a cabo el fin de semana pasado, Ricardo Roca.
Justamente Roca dijo que el convenio muestra el “creciente entusiasmo por la bioética en ámbitos como los Ministerios de Salud Pública, de Educación y Cultura y de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, en todas sus ramas, no sólo en la salud sino también en el medio ambiente y otras”. Sin embargo, una cosa es hacer acuerdos, otra es impartir los cursos, y otra es la realidad. Tal vez por eso Lidia Brito le obsequió al rector Markarian un ejemplar del Diccionario Latinoamericano de Bioética. Porque si el Programa de Base de Estudios en Bioética de la UNESCO ya se aplica en la Facultad de Medicina uruguaya, no se entiende qué está saliendo mal para que la objeción de conciencia respecto de prestar atención médica a mujeres que solicitan la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), si bien no hay cifras oficiales, se dé en una cifra que ronda entre 35% y 50% entre los profesionales que deberían hacerlo.
Uno puede hablar de bioética todo lo que quiera. Siempre suena lindo defender los 15 principios bioéticos establecidos en la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO aprobada en 2005. Entre ellos están el de proteger “la Dignidad humana y derechos humanos”, la “No discriminación y no estigmatización”, el “Respeto de la diversidad cultural y del pluralismo” y la “Autonomía y responsabilidad individual”. Pero cuando se recurre a la objeción de conciencia, principio que no está reconocido por el ordenamiento jurídico internacional y que no es mencionado en ningún lugar como un derecho humano, para obstaculizar una decisión personal de una mujer de interrumpir su embarazo dentro del marco de la ley, es cuando uno se da cuenta de que del dicho al hecho hay un gran trecho.
El Manual de Base de la UNESCO se propone como objetivos pedagógicos que los alumnos sean “capaces de determinar los problemas éticos en la práctica de la medicina, la asistencia sanitaria y las ciencias de la vida”, que sean capaces “de justificar racionalmente sus decisiones éticas” y de “aplicar los principios éticos de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos”, pudiendo “distinguir un problema ético de los demás problemas”. Si alguno de estos objetivos se alcanzara, tal vez los médicos del futuro destierren la objeción de conciencia como una práctica para imponer sus valores al resto de la sociedad. Si la firma de este convenio contribuye a ello, bienvenida sea.