Entre seres civilizados, lo simbólico es decisivo y los actos importan por lo que significan.

El Plenario Nacional del Frente Amplio (FA) tratará hoy las conclusiones del Tribunal de Conducta Política (TCP) de ese partido acerca del uso de tarjetas corporativas de ANCAP por parte del actual vicepresidente de la República, Raúl Sendic. Es una porción menor de los problemas en que este se metió, y las decisiones que adopte el Plenario tendrán ante todo un valor simbólico (por ejemplo, es difícil que la inhabilitación para presentarse a cargos electivos por el FA en 2019 cambie mucho lo que igual va a pasar –o ya pasó– con la trayectoria política de Sendic). Pero lo simbólico es decisivo.

El propio informe del TCP tiene, ante todo, importancia por su significado. Por un lado, es probable que ningún alto dirigente frenteamplista ignorara lo que allí se señala, pero la contundencia del texto acotó lo que es políticamente viable resolver, ahora que está a la vista de los frenteamplistas y del resto de la ciudadanía. Por otro lado, y después de que el mismo Plenario Nacional decidiera, en marzo del año pasado, respaldar a Sendic en la impresentable reivindicación de un título de licenciado en genética humana, la actitud del TCP no sólo le dio al FA una oportunidad de rectificar rumbos, sino también la de transmitir simbólicamente que hay, en esa fuerza política, una reserva moral y límites que no está permitido traspasar.

Por supuesto, esto último no quedará garantizado –o siquiera probado– por ninguna sanción a Sendic. Él no es una aberración aislada e irrepetible, ni un tumor encapsulado cuya extirpación baste para plantear un buen pronóstico. Si el FA realmente quiere prevenir fechorías graves (y no sólo mitigar el escándalo de su revelación) le convendrá, por ejemplo, velar por la observancia de los “Lineamientos de conducta para la función pública” que aprobó en abril de 2004, bastante olvidados desde entonces (se pueden consultar en ladiaria.com.uy/UPU). Y no sólo deberá reflexionar sobre las causas y circunstancias que llevaron al derrumbe de Sendic, sino también –y sobre todo– acerca de las que propiciaron antes su ascenso.

Son tareas largas y difíciles, en las que muchos partidos han fracasado con altísimos costos. A la vista está, sin ir más lejos, a dónde condujeron, en nuestra región y en los últimos años, las decisiones de cerrar filas para proteger a presuntos compañeros que terminaron o deberían terminar presos. Sin embargo, el primer paso indispensable para afrontar esas tareas sólo puede darse hoy, en un organismo de discutible representatividad y a propósito de un asunto relativamente menor. No será menor, en cambio, que se aprueben expresamente o no las conclusiones del TCP, ni qué medidas se adopten en consecuencia. Medidas tan simbólicas como decisivas.

Sendic no dio la talla, el TCP sí. Hoy sabremos si la da el Plenario Nacional en este asunto. El FA, más allá de Sendic, veremos luego.