El gremio de la pesca quiere hacer algo para que su sector mejor. Renunciaron a dos derechos laborales para darle viabilidad a la industria y piden al Estado políticas públicas acordes a sus demandas. En la semana llegarán desde el mar a la playa de Pocitos para mostrar sus preocupaciones: se captura menos, se perdieron miles de puestos de trabajo y la cosa está cada vez más complicada.

El jueves, la playa de Pocitos iba a estar rodeada de barcos de pesca artesanales e industriales. Bocinas, bengalas y un estrado en la playa donde desembarcarían los pescadores para que alguien los escuche, para que cambie el viento. Algo anda muy mal en la industria pesquera y los puestos de trabajo peligran.

Las tormentas previstas para jueves y viernes hicieron que la movilización “por tierra y por mar” quedara para esta semana. Cuando el clima lo permita, el Sindicato Único Nacional de Trabajadores del Mar y Afines (SUNTMA) hará una movilización original. Los barcos saldrán en caravana a Pocitos luego de encontrarse en algún punto del Río de la Plata. Fondearán frente a la playa, algunos más cerca de la orilla que otros. Los marinos desembarcarán para recordar a la sociedad que algo huele mal en la pesca.

El año pasado el SUNTMA decidió congelar dos beneficios por los que estaban peleando desde hacía décadas. Uno fue el reconocimiento logrado en 2009: que por cada dos años trabajados, les reconocieran tres a efectos jubilatorios.

También congelaron su salario el año pasado, incumpliendo el propio acuerdo que ellos mismos habían firmado. La situación del sector es frágil y son conscientes de que si no hacían una fuerza, el panorama sería muy distinto.

En 2008 Uruguay exportó más de 212 millones de dólares en pesca. En 2015: 114 millones. Y la cifra siguió a la baja el año pasado. Las ventas de filete, uno de los cortes que le da cierto valor agregado a una producción primaria, llegaron en 2008 a los 53 millones de dólares, y en 2015 se desplomó a 12 millones. Entre 2006 y 2014 bajaron a la mitad los trabajadores ocupados en la industria y también las horas trabajadas. Después de un conflicto de 114 días en 2013, los desembarques industriales en 2014 fueron la mitad que en 2005.

Bajo precio internacional del pescado, tipo de cambio no preferencial, ausencia de reposición tecnológica, falta de inversión y ausencia de cambio en el modelo de negocios son razones que explican el declive de esta industria que ocupa a un millar de trabajadores de planta. Y directamente a 1.500 maquinistas, trabajadores de cubierta, pescadores (industriales y artesanales). Hace 20 años había 4.500 trabajadores directos. Indirectamente, el gremio estima que ocupa a 8.000 personas en toda la cadena.

Hace 35 años que Carlos Vega trabaja en el sector. Y nunca había estado tan preocupado. Es el secretario general del SUNTMA.

“Todos colaboramos para que el sector siga funcionado; si no, creo que ya estaba paralizado. No hay problema por parar. El tema es cómo alimentás el sector para seguir trabajando”, dice el dirigente. Explica que el principal factor para el traspié en Uruguay “es la crisis mundial de la pesca, no es sólo un problema aquí”. “El país tiene potencia en sus recursos naturales que no han sido tan depredados como en otros países, donde no quedan recursos naturales. La sobreexplotación del recurso pesca hizo que se terminara con casi todos los recursos naturales en varios países”, relata.

En los años 80, un barco artesanal o industrial hacía cuatro salidas por mes durante la zafra, recuerda Vega. Hoy salen una vez por mes y vuelven quizá con una cuarta parte de la bodega llena.

Uruguay tiene 33 barcos costeros, cuatro de merluza negra, otros cuatro “fresqueros” para pesca de merluza en alta mar, ocho congeladores y un puñado de embarcaciones artesanales. Todas se balancean a la deriva.

Entre 2013 y principios de 2016, las prospecciones petroleras de ANCAP parecen haber alejado a los peces de su circuito tradicional. “El país ha tenido megaproyectos, que son un bien para el país. Pero en este sector influyó mucho la prospección; entendemos que se hizo muy salvajemente. Hubo hasta tres barcos haciendo prospecciones que tiraban sus ondas expansivas disparando aire para cortar las placas tectónicas. Por día hacían alrededor de 20 o 30 cañonazos. Independientemente del lugar de la explosión, el entorno de la onda expansiva era muy grande. La corvina –principal exportación nacional– no es uruguaya, es un pez que emigra a nuestras aguas, porque son atractivas para algunas especies que vienen a desovar. La onda expansiva hizo que Brasil aumentara la pesca de la corvina que transitaba al Río de la Plata, donde encontró una barrera por las prospecciones y se fue a la costa brasileña”, entiende el gremialista.

“Los 33 barcos costeros que tenemos están en tiempo de recambio. Eso también lleva a que la continuidad en la captura sea menor que hace 15 o 20 años. A eso hay que sumarle las dificultades del sector para vender. Los empresarios, como en otros rubros, estaban acostumbrados a que golpearan su puerta para comprar. Hoy es diferente. Las empresas tienen que salir a vender y golpear puertas. Además, quien compra pone el precio, no es como antes”, entiende Vega.

El antídoto, para el gremio, es “una gran reestructura, una política de Estado, el compromiso de las empresas para renovar la flota y diversificar los productos”. “Uruguay –no sólo en el sector pesquero– tiene que generar una política de estado que apunte al desarrollo de un país productivo. Nosotros hacemos alimentos para la humanidad, y la humanidad siempre va a tener que comer. Por eso decimos que nuestro sector tiene potencial para crecer, no sólo en fuentes de trabajo sino en divisas para el país”, opina el sindicalista, con una cara de preocupación que no esconde.