Sacaron el cielorraso lleno de hollín y picaron una pared hasta dejar el ladrillo a la vista, a la barra le agregaron el escabio –el soporte metálico para apoyar los pies–, renovaron las luminarias, el sistema de sonido y llenaron de flores las mesas, y aparte pusieron tunas, una frondosa menta y otras plantas bajo los ventanales, pero lo que distingue al bar ubicado en el cruce de Cerrito y Pérez Castellano desde hace medio siglo es su nombre: Los Beatles.

Mantenerlo fue prácticamente la única condición que puso Rosa, la antigua administradora, cuando decidió ponerlo en alquiler. Cuando les entregaron las llaves, cambiaron algo el estilo del viejo reducto con bandejas de vinilos y pusieron el énfasis en el gin, una de las bebidas que han revivido en las preferencias mundiales, por eso el mostrador está lleno de frascos con mezclas para aderezar la coctelería, que desde hace un mes es el fuerte de la casa.

Es que los nuevos socios son dos bartenders, Andrés Silveira Jasquin y Sebastián Cella. El pizarrón sobre la peatonal está escrito en inglés, con toda la intención de captar al turista que recién se asoma a la ciudad y genera “el recambio de la Aduana”, como señalan. Igualmente los viejos parroquianos pueden pasar a tomar un café –que ahora es Lavazza– desde las diez de la mañana, una cerveza, un trago clásico, o dejar que la nueva atención les prepare una bebida de inspiración. El abanico de clientes es amplio y hay una circulación que tiene que ver con el entorno.

La impronta surgió casi naturalmente: “Hay un boom del gin, que tiene 200 años y surge como una bebida medicinal, con muchas hierbas; como no se podía tomar agua corriente, empezaron a destilar. Este auge también sucedió por la labor de los bartenders, que incentivamos al uruguayo a abrir el paladar y recién ahora se está animando a probar. Porque acá son muy concretos: miran la carta y piden una birra, o un fernet, que costó que entrara, pero se instaló y no hay forma de moverlo. Todavía no se lo sabe tomar; es una bebida tradicional, un amaro italiano, y tomarlo con Coca para mí es un sacrilegio, más o menos como ponerle azúcar al café”.

Silveira lleva 14 años en el rubro y puede extenderse en detalles que desasnan al bebedor, como que el flavour de un trago refiere a tres sentidos: el aroma que invade, el gusto, claro, y el tacto, que incluye el peso de la copa o el vaso utilizado.

En la amplia carta de bebidas blancas tienen el reconocible Tanqueray (el que Don Draper publicitaba en la serie Mad Men), el floral Hendricks, que se distingue por una maceración a base de pepino y pétalos de rosa, la ginebra premium Nordés, de origen gallego, pero el rey de la casa es The Botanist, un escocés con 22 hierbas labradas en latín en la botella.

Silveira se planta en la vereda de enfrente de aquellos estructurados que piensan que cada bebida se sirve de un modo que realza sus ingredientes y no de otro. No hay por qué; siempre se puede improvisar con un twist de limón, quinotos, agua de jazmines, syrup, cordiales (preparados propios que mezclan especias, hierbas o frutas azucarados). Para darle carácter a un cóctel se usa un dash (un chorrito) de bitters, que también pasan por un gran momento, y además de los conocidos, como el angostura, tienen uno casero ahumado hecho con cítricos y un toque de canela.

Los Beatles abre martes y miércoles de 10.00 a 20.00, de jueves a sábados hasta las 22.00, y los domingos de 12.00 a 18.00. Sirven gin tonic desde $ 160. Hay picadas de quesos y fiambres y próximamente agregarán pintxos y tapas. Están pensando en un trago que se llamará Escabio, en base a bebidas nacionales. Se acercan amigos a pinchar vinilos o a tocar en vivo.