De acuerdo al censo elaborado en 2016 por la Dirección Nacional de Granjas, en Uruguay están registrados 3.071 productores apícolas, quienes poseen 587.512 colmenas distribuidas en los 19 departamentos. El presidente de la Sociedad Apícola del Uruguay (SAU), Ruben Riera, aclaró que todavía no se conocen los datos censales del año que terminó; él sospecha que ambas cifras decrecieron durante los últimos 12 meses, debido a caídas significativas constatadas en la productividad y en la rentabilidad del sector. “Hasta 2015 veníamos con un rendimiento de hasta 22 kilos por colmena”. El promedio cayó a 17 durante los dos años posteriores y “la zafra de este año será peor que en los períodos anteriores, por lo que estimamos que estará por debajo de los 15 kilos”.

La cantidad y la calidad de la miel producida guardan relación directa con la riqueza del polen que obtienen las abejas obreras en las floraciones de las diferentes especies. El comportamiento del clima no ha resultado favorable para los intereses apícolas durante el último período. Hubo “exceso de lluvia durante agosto y octubre” y “falta de agua entre noviembre y diciembre”, que influyeron de modo negativo en la productividad de las colmenas, explicó Riera. “Prácticamente” no hubo cosecha durante la última primavera, y lo recolectado durante diciembre y enero “no alcanzó para paliar esa situación”, acotó el presidente de la SAU. Además, “como hemos estado en regímenes de sequía desde noviembre, las floraciones que se preveían para otoño no serán tan abundantes como en otros años”. En el sur del país se registraron lluvias “que mejoraron parcialmente la situación”, pero, en los departamentos del norte, “que dependen fundamentalmente de las floraciones de eucaliptos de otoño, el agua no ha aparecido”. Por lo tanto, en esas regiones, “las expectativas de buenas cosechas son muy bajas”. “El panorama no es muy alentador”, dijo Riera, quien actualmente posee 150 colmenas estacionadas en el departamento de Canelones.

Terapia de miel

Ruben Riera, presidente de la SAU, se jubiló como médico oncólogo hace un par de años. En 1986, ocho años después de haberse recibido en la Facultad de Medicina, Riera ingresó a la apicultura de la mano de su colega Walter Fierro, quien practica la apiterapia. “Es una disciplina que tiene por objetivo mitigar o curar enfermedades utilizando productos derivados de las colonias de abejas. Muchas veces se la vincula con uso del veneno de las abejas o con el propóleo, pero en realidad todos los productos son válidos, como la cera, que se usa desde hace miles de años en la curación de heridas, o la propia miel”. En el desempeño clínico, el actual presidente de la SAU aplicó la “oncología ortodoxa”, aunque permitió que sus pacientes transitaran por tratamientos alternativos, siempre y cuando no abandonasen aquellos que él había recomendado. “Alentamos a los pacientes a la búsqueda de soluciones, dentro o fuera de la medicina. La apiterapia cabalga entre ambas, y la apoyamos”.

Los contaminantes

La agricultura intensiva no resulta compatible con la apicultura. A nivel general, la mayor parte de las sustancias que conforman herbicidas, pesticidas y otras soluciones químicas que se aplican sobre la naturaleza afectan gravemente la vida de las abejas. El glifosato, en particular, deja trazas en la miel, que le hace perder la cotización a nivel internacional. “El uso masivo y abusivo del glifosato determina que no existan floraciones silvestres que posean una diversidad de néctar y de polen que son fundamentales para una dieta balanceada de la colmena”. “Si a eso sumamos que el glifosato termina llegando a la miel”, el panorama se complica de modo tal que en noviembre “tuvimos un sexto de la cosecha de la zafra en los depósitos de exportadores o productores debido a que los niveles de presencia de glifosato impedían acceder a los principales mercados”, lamentó Riera.

Itinerantes

La transhumancia viene ganando terreno entre los apícolas orientales. Los viajes que realiza Héctor Fripp a lo largo del año son ejemplos de ello. Integrante de la tercera generación familiar de productores apícolas y viticultores, durante estos días Fripp tiene las colmenas resguardadas en su granja de Conchillas, en el departamento de Colonia, pero una vez que termine con la cosecha de uvas en su establecimiento, iniciará un recorrido junto a su pareja y sus dos hijos adolescentes, con las colmenas a cuestas, a lo largo del país. “En este momento estamos acondicionándolas para llevarlas hasta Rivera. Las moveremos 500 kilómetros, desde la costa del Río de la Plata hasta la frontera con Brasil. Vamos hasta allá a explotar la floración del eucalyptus grandis, que es apta para producir miel”.

La travesía hacia el norte comenzará a fines de febrero y terminará 40 días después. En Rivera la familia alquilará una vivienda. “Estamos una semana acá y otra allá. Tenemos hijos chicos; es bravo, esto lleva mucho costo en dinero y también familiar, porque durante ese tiempo andamos corriendo”.

Productores y colmenas

En 2016 había 3.071 productores ingresados en el Registro Nacional de Propietarios de Colmenas. Rivera (335), Soriano (321) y Paysandú (308) encabezaban el ranking. Les seguían Río Negro (277) y Colonia (249). En tanto, Lavalleja (49) y Treinta y Tres (42) cerraban la lista. En el medio, por ejemplo, se encuentra Montevideo (194). Ese registro contabiliza la cantidad de colmenas que tiene cada uno de esos productores, sin tener en cuenta el lugar donde son ubicadas finalmente. Así, Soriano (76.365), Paysandú (69.727) y Río Negro (67.601) lideran los departamentos con mayor cantidad de colmenas declaradas por sus titulares. Montevideo (2.505) es el territorio que tiene la cantidad menor.

Fripp cosechará la miel en salas extractivas ubicadas en la frontera norte y volverá con ella hacia el sur del país. De retorno a Conchillas, reacondicionará las colmenas y les aplicará un tratamiento proteico en base a azúcar. Tras un breve descanso, iniciará un periplo más breve que el anterior: “Las llevaremos a la floración de colza en los departamentos de Colonia y Soriano, donde también permanecerán 40 días”. A principios de agosto, las colmenas serán colocadas en montes nativos ubicados al sur del territorio nacional. “La miel producida en riberas de arroyos y ríos es la única que aparece sin trazas de glifosato, pero tiene la contra de que es oscura, porque los árboles echan raíces muy profundas que están cargadas de minerales que llegan hasta sus flores”. “La miel oscura se paga menos que la clara en el mercado. No sabemos por qué; quizás sea por modismos, porque, en realidad, esa miel es la más nutritiva”, añadió el productor. “De los ríos y arroyos nos vamos a las praderas, a la zona de tambos, donde hay cultivares de alfalfa, trébol, y allí están hasta febrero”. De ese modo, la familia Fripp culminará el ciclo productivo de la miel y se instalará nuevamente en las tareas del viñedo.

Reinas y obreras

El 90% de la producción de miel uruguaya tiene destino de exportación. La miel recogida en las salas extractoras habilitadas se deposita en tanques que son comercializados por una decena de empresas exportadoras, que mantienen un “buen relacionamiento” con la SAU, aclaró Riera. “Los exportadores de Uruguay enfrentan los mismos problemas que nosotros. En Alemania, Uruguay es el país peor posicionado por la presencia de glifosatos, y eso ha determinado que la analítica sobre la miel se realice con mucha frecuencia. Esto tiene un costo elevadísimo, que lo termina pagando el productor”. “No se puede exportar un contenedor si no hay certeza de que la miel no contiene rastros de glifosato en cincuenta partes por billón”, dijo el productor y recordó que en 2015 esa cifra fue ampliamente superada por la miel uruguaya. Hasta ese año, el principal destino fue Alemania, pero dejó de serlo tras constatarse esos niveles de contaminación. Durante el pasado año, Estados Unidos absorbió 60% de la miel exportada por Uruguay. Le siguieron España y Alemania, con 15% cada uno.

El costo de mantenimiento de una colmena está fijado en 42 dólares anuales. Si se tiene en cuenta que la productividad prevista para este año ronda los 15 kilos de miel en cada una de ellas y que el precio oscilará los 1,6 dólares por kilogramo, los resultados estarán por debajo de las expectativas. El pasado año, el kilo de miel se cotizó a 2 dólares. En 2018, los números finales podrán otorgar “alguna ganancia a costa de un gran sacrificio”, que implicaría pérdida de puestos de trabajo. Según explicó Riera, de los 42 dólares que cuesta mantener una colmena, 21 corresponden a mano de obra –“14 para el propietario y siete para quien lo ayuda”–. “Pero una persona no puede atender más de 500 colmenas de forma solitaria”. Entonces, “el máximo que podrá obtener un productor son 11.500 dólares por año, a partir de una inversión de 100.000 dólares”. “Dado el esfuerzo del cual estamos hablando, eso no significa un negocio brillante”, concluyó el presidente de la gremial de apicultores.

Los diferentes

Ruben Riera dijo que la SAU forma parte del movimiento de productores Un solo Uruguay, que el 20 de enero realizó un acto en Durazno. Representantes de esa gremial participaron en las reuniones previas a ese evento y en las diferentes instancias que posteriormente se originaron en ámbitos oficiales. “Estuvimos presentes apoyando a todos los productores rurales que hoy están atravesando una situación crítica en cuanto a la rentabilidad”, que ha provocado “pérdidas de fuentes laborales”. Para el dirigente, “ha sido una experiencia nueva, porque debemos defender los intereses de toda la producción, no sólo los sectoriales”. Esa movida ha generado varios resultados positivos, de acuerdo a lo estimado por Riera. “Hay que diversificar los reclamos, por algo ya se estableció la quita del IVA del gasoil para el sector hortícola y se creó el fondo lechero”. “Ahora se están creando las comisiones de trabajo para atender las necesidades sectoriales”. “Nosotros pedimos que los beneficios en la quita del IVA se extiendan a los apicultores, y ya recibimos la información de que el Ministerio de Ganadería está elaborando un decreto para todos los productores que tributen vía Impuesto a la Enajenación de Bienes Agropecuarios (Imeba), y ahí ingresamos nosotros”, puntualizó. En tanto, Héctor Fripp, que integra la SAU y también forma parte de las mesas de productores apícolas y viticultores de Colonia, dijo que ha dado “un paso al costado del movimiento de autoconvocados”. “Vemos que se está distorsionando un poco, sobre todo en los reclamos. La justicia no es dar a todos lo mismo, sino que es dar a cada uno lo que necesita y exigirle en función de sus posibilidades. Un solo Uruguay está reclamando para todos lo mismo, y nosotros estamos en contra de eso. Creemos que si tratamos igual a los desiguales, estamos generando mayor desigualdad”. Según Fripp, “si a un pequeño productor se lo trata como a un gran terrateniente o a un estanciero, seguramente después tendrá que venderle su campo al estanciero, porque va a desaparecer”. Para Fripp, los intereses de un apicultor y aquellos que poseen “los grandes sojeros” deben ser tratados en ámbitos diferentes. “Ellos reclaman menos controles y mayor liberación del uso de agroquímicos, y eso nos está perjudicando directamente a nosotros, que estamos pidiendo mayor control y presencia del Estado en la regulación” de esos productos. Para el productor coloniense, “se está empezando a politizar la situación. Se mezclaron representantes de grandes empresas –de los fondos de inversión– que no están pensando en la producción sino en la rentabilidad, y eso va en contra del Uruguay que queremos”. “Se ha vuelto una movida en contra del gobierno y no a favor de la producción y, aunque no lo digan de forma directa, eso se lee en la mayoría de los discursos de quienes están participando en ese movimiento”.

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