–¿Cómo va el partido?

–4 a 1 el Diablo.

–¿Ya?

–Ni bien arrancó nos encajaron un matrimonio gay y al toque la libertad de consumir. Nos pusimos a tiro con el papa Francisco, pero estos nos clavaron con el aborto y un manual de educación sexual, de olímpico. Y ahora está bravazo remontarla.

–Hay que empezar a gritarle al juez, los de la tribuna del Bien no podemos dejar a Dios solo en esto.

–¡Dale!

–...

–¿Qué le gritamos?

–Y... pasajes de la Biblia, ¿qué va a ser?

–Bueno... perá que la saco de la mochi... ¡Juez, “multiplicaré tus trabajos y miserias en tus preñeces; parirás con dolor, desearás con vehemencia sólo a tu marido, y él te dominará!!”.

–No, ¡pará!, ¿qué gritás?

–Génesis 3:16.

–No, no, elegí mejor, ¿no ves que uno de los líneas es línea? Quiero decir que uno de los líneos es línea... de los jueces... ¡Que aquel juez de línea es una mina!, eso quiero decir.

–¡Ah! No parece.

–Lo que pasa es que es LGBT.

–... ¿Qué? ¿Tiene sida?

–No, no. Bueno capaz que también; pero quiere decir que es lesbiana. Por eso se corta el pelo y camina como hombre.

–Ahhh, queriendo echar a los heterosexuales del fútbol.

–Elegite otro.

–¿Un salmo? “Bienaventurado el que tomará y estrellará tus niños contra las piedras”.

–No, no, olvidate de la Biblia. O mejor cambiale un poco el texto, ponele: “Y estrellará contra las piedras a aquellos niños que no les hagan caso a sus padres”.

–¿Y Dios acepta que cambiemos el texto de la Biblia?

–Y que no se entere y chau. ¿No entendés? ¡Hay que virilizar la presencia de Dios!

En ese mismo momento, a pocos metros del estadio, una pareja gay le pisaba una manzanita a su hijo, y en la cucharita con que le hacían avioncito, iba Dios de los más contento.