“Es la tecnología, estúpido”. Así titula William Easterly(1) el capítulo que explica el sorpresivo resultado del modelo de crecimiento económico de Robert Solow, luego de que inesperadamente la conclusión del modelo del premio Nobel de economía es que es el cambio tecnológico, y no la inversión productiva, la clave del mejoramiento del nivel de vida en el largo plazo.
Teniendo en mente ese resultado sorpresa, cuando nos preguntamos si la celulosa tiene futuro en Uruguay la respuesta depende del horizonte de tiempo que consideremos. Si ese futuro es el mediano plazo la respuesta es que sí, que la celulosa tiene futuro en nuestro país, pero si el horizonte es de largo plazo la contestación es que no. Y la diferencia está en qué papel juega el cambio tecnológico en el largo plazo.
Un punto importante para empezar es apelar al pensamiento estratégico. Porque, se haga o no se haga la segunda inversión de UPM en Uruguay, el país ya posee un sector celulósico de gran importancia, así que más vale ponerse a pensar qué nos depara el futuro de este sector y cómo podemos, como colectivo de uruguayos, hacer que este sea un generador de bienestar.
El presente del sector
Antes de proyectarnos en el futuro, hablemos del presente del sector en Uruguay. Este está organizado como una cadena global de valor (CGV). En la fase primaria de la cadena, según datos de la Dirección General Forestal, se tienen catalogadas 4,3 millones de hectáreas (há) como suelo de prioridad forestal, de las cuales, según el Anuario de OPYPA-2016, hay plantadas 1,15 millones de há, lo que deja disponibles 3,15 millones que pueden ser plantadas o no.(2)
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) hay 11.255 ocupados en la fase primaria forestal, de los cuales 65% son asalariados, 5% patrones y 29% trabajadores por cuenta propia. Estos últimos son una categoría asimilable a productores dueños o no de su tierra sin trabajadores a cargo. Presentan ciertas vulnerabilidades en comparación con otras categorías, como una mayor proporción de no registro en la seguridad social, ingresos similares o incluso inferiores a los percibidos por los asalariados y una menor institucionalidad de respaldo. (3)
De las hectáreas de bosque plantadas, 23% son propiedad de las dos empresas de celulosa (a Montes del Plata[4] le corresponden 106.000 há[5] y a UPM 154.000 há[6]). La integración vertical de los bosques a la industria de celulosa es característica del modelo de producción de Brasil, Chile, Uruguay e Indonesia, los mayores cuatro exportadores mundiales de celulosa de fibra corta. Por el contrario, en los países nórdicos, como en Finlandia, 61% de la tierra productiva forestada es de propietarios familiares, 8% corresponde a la industria privada y 25% al Estado, que tiene participación en la industria de pulpa y papel.
Además, las dos multinacionales utilizan tierra de terceros, que representa 34% de la tierra plantada por cada una de ellas. Ambas tienen programas destinados a la gestión de esta tierra, que puede ser desde el simple arrendamiento en el que la empresa le paga una renta al productor forestal por el uso de la tierra, pasando por la explotación en conjunto entre la empresa y el productor, hasta la modalidad de desarrollo del productor, que implica la provisión de los plantines con la genética mejorada de la empresa, la asistencia técnica y la elaboración de un proyecto forestal. Son estas dos últimas modalidades las que contribuyen de forma más genuina a la creación de una cadena de valor en torno a la actividad forestal destinada a la celulosa, ya que el actor principal es muchas veces el trabajador por cuenta propia con las vulnerabilidades mencionadas.
En suma, entre tierra plantable y no plantable propia y de terceros UPM explota 350.000 há y Montes del Plata (MdP) 245.000 há. Esta forma de concentración de la tierra es un fenómeno relativamente nuevo en Uruguay que incluye estas y otras empresas forestales y también la agricultura y ganadería. (7)
En los últimos años se ha consolidado la tercerización de los servicios forestales, con un fuerte crecimiento de los contratistas. Estos participan en las distintas fases de la cadena, desde la producción de plantines hasta la plantación y la cosecha. Son empresas de servicios que aportan trabajadores y maquinarias y, en el subsector de la celulosa, están involucradas activamente en el núcleo productivo de ambas multinacionales. Están sujetas, además de a la normativa nacional, a los programas de certificación forestal; tienen que cumplir estándares ambientales, de seguridad, de calidad y formalidad del trabajo y de eficiencia. Pese a esto existe una cantidad apreciable de trabajadores bajo modalidad de jornalero, lo que genera precariedad laboral, ya que la actividad rural depende de condiciones climáticas, las cuales pueden ocasionar pérdidas de jornales de trabajo. Por otro lado, un desafío importante tiene que ver con la automatización de los procesos productivos de esta fase, comprometiendo la situación laboral de los trabajadores peor calificados. La contracara de este fenómeno es que trae aparejado empleo de mejor calidad.
Esa relación estratégica entre los contratistas forestales y cada una de las dos empresas de celulosa es, sin lugar a duda, un mecanismo de desarrollo de la cadena de valor. Según datos de ambas empresas, se generan 6.096 empleos bajo esta modalidad, los que incluyen la fase primaria, el transporte y actividades conexas. Esta es la base de la competitividad de las pulperas, dado que representa en promedio cerca de 50% del costo operativo, una razón de peso para actuar sobre el desarrollo genuino de los actores de la cadena.
La gestión del impacto ambiental que genera la explotación de los bosques es otra dimensión que atañe al desarrollo de las capacidades nacionales. En estos últimos años se ha generado conocimiento científico independiente para alimentar las discusiones de forma más fundada y generar insumos para la gestión forestal sustentable. Existe un programa de investigación de la Universidad de la República (Udelar) que involucra varias facultades y que tiene por objetivo crear conocimiento nacional en relación a los efectos de las plantaciones forestales sobre los recursos naturales agua y suelo, con el apoyo del Estado y de las propias empresas forestales.(8) Otra línea importante de investigación es sobre el secuestro de carbono por los bosques, teniendo en cuenta los efectos positivos y negativos de la sustitución de los pastizales y el transporte terrestre desde el bosque a la planta.
La cadena de valor forestal incluye el desarrollo de formación específica, tanto en la Udelar y en varias universidades privadas como en la Universidad Tecnológica y la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU). También incluye la generación de conocimiento nacional en varios institutos de investigación, como el Instituto Nacional de Investigación Agropecuario (INIA), el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (Latu) y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE).
Las dos plantas de producción de pulpa son de última generación tecnológica, emplean directamente a 1.267 trabajadores y se encuentran bajo el régimen de zonas francas. Cada una de ellas posee una capacidad instalada para procesar 1,3 millones de toneladas de celulosa, así como cuentan con una planta de generación de energía eléctrica a base de biomasa. Las plantas disponen, además, de socios estratégicos que proveen insumos químicos y mantenimiento industrial, que emplean aproximadamente a 350 personas.
Como puede verse en el cuadro, Uruguay forma parte de los cuatro mayores exportadores en 2016 de la celulosa que deriva de madera de fibra corta (BHKP por sus siglas en inglés, bleached hardwood kraft pulp), como es el eucalipto –que utilizan los cuatro países– y la acacia –que utiliza sólo Indonesia–.
Las mayores empresas del sector a nivel mundial son o están en esos países. Fibria y Suzano son brasileñas, APP y April son indonesias, Arauco y CMPC son chilenas, UPM y Stora Enso están en Uruguay. Hay varias de ellas, además, en China y otros países. Sólo estas ocho empresas poseen cerca de 70% de la capacidad de producción mundial de BHKP. La competencia, así, está organizada como un oligopolio en el que ningún jugador tiene más de 17% de la producción mundial. Las dos brasileñas son las más grandes y los costos de producción de ese país son los menores, seguidos por los de Indonesia y luego por los uruguayos y los chilenos. A ello se suma la producción doméstica de China. Las empresas en estos cinco países son las de mayor escala de producción y de menor edad tecnológica.
Los aumentos de la capacidad de producción previstos para los próximos años son llevados adelante por ese mismo pequeño grupo de empresas que compiten fuertemente entre sí. Dichos aumentos se concentran en la pulpa proveniente del eucalipto, que es la de mayor demanda actual y futura. Por ello, es bastante improbable que UPM decida no construir su segunda planta en Uruguay;(9) esto muestra el importante margen que tiene el Estado con respecto a la empresa para hacer política productiva, ambiental y tecnológica de forma de escalar dentro de la CGV.
La pulpa uruguaya se exporta a China (40%), Europa (45%) y a 35 destinos más, principalmente para producir papel tisú. La desintegración vertical de la manufactura del tisú de la celulosa es más habitual que en el papel impresión, y mucho más en China que en los países nórdicos o en Estados Unidos. Las pulperas han construido sus propias redes de venta a través de relaciones de largo plazo con sus clientes y con fuerte énfasis en los servicios técnicos avanzados. Esto es esencial para el negocio, dado que en el mercado mundial de tisú hay unas pocas multinacionales (sólo se repite APP) con posiciones dominantes tanto respecto de los proveedores de celulosa como de la venta al por menor.
Disputa por el mercado internacional
Las proyecciones de la demanda de pulpa a 2025-2030 coinciden en que el crecimiento va a estar concentrado en BHKP, y dentro de esta, en la que proviene del eucalipto con destino a papel tisú para China. Esta es la razón por la cual la celulosa uruguaya tiene futuro en el mediano plazo.
Sin embargo, esa perspectiva se da dentro de una tendencia hacia un aplanamiento de la curva de costos de producción de la BHKP y un aumento de la competencia global, con énfasis en la disputa entre productores brasileños, uruguayos, chilenos e indonesios. A mediano plazo se espera que se produzca una aceleración de la tendencia de precios declinantes, y con ello, una reducción de los márgenes unitarios de las empresas.
Los analistas sectoriales consideran que no se podrá mantener la competitividad de la celulosa sólo con esfuerzos de ganancias económicas marginales o de escala en los actuales procesos de producción, como se viene haciendo en las últimas décadas. Se deberán empezar a incluir nuevos productos, lo que marca el papel del cambio tecnológico en el desarrollo futuro del sector. Este tipo de plataformas de negocios está en franco desarrollo en el hemisferio norte, con énfasis en los productos de las biorrefinerías integradas a la fabricación de celulosa. En América Latina hay un tímido movimiento. Fibria, Suzano y Arauco ya han invertido en plantas piloto para la obtención de estos nuevos productos. En Brasil, el Estado ha tomado cartas en el asunto y planea la creación de un Centro Tecnológico en Celulosa y Papel con foco en biorrefinería.
La situación de Uruguay es riesgosa. Sin la generación endógena de conocimiento tecnológico e innovación en bioeconomía y la creación de un entramado de micro y pequeñas empresas tecnológicas y de servicios alrededor de la biorrefinería, el largo plazo de este sector no parece alentador para nuestro país. Las empresas seguirán explotando nuestros recursos naturales y Uruguay seguirá proveyendo al mundo una biomasa estratégica del nuevo paradigma de la bioeconomía,(10) pero sin grandes derrames adicionales sobre nuestro desarrollo.
Por otro lado, es posible apostar a un desarrollo genuino a partir del escalamiento de la CGV, pensando en la receta de Solow. Si bien hay mucho para hacer, estamos a tiempo esta vez. Un primer paso, sin duda, es la creación del fondo de innovación sectorial previsto en el contrato entre el gobierno y UPM. Dicho fondo (en el que por ahora sólo hay fondos de la empresa por 34,5 millones de dólares en 23 años) tiene por destino financiar siete actividades muy relevantes, entre las cuales está la creación de un Centro Tecnológico de Bioeconomía. Aún si se destinara todo el fondo a este centro, hay estudios de centros similares que indican que esto sería insuficiente.
Sin una política decidida del Estado –que debe empezar desde este mismo momento– que se obligue a destinar seriamente fondos para actividades de ciencia, tecnología e innovación en bioeconomía y el compromiso de los actores relevantes del sistema nacional de innovación en estos temas, no puede pensarse que la nueva inversión en celulosa traerá bienestar en el largo plazo a Uruguay.
(1).“En busca del crecimiento. Andanzas y tribulaciones de los economistas del desarrollo”. 2001, MIT.
(2). Hay cerca de 850.000 há catalogadas como bosque nativo protegidas por la Ley 15.939 que pueden estar o no dentro del área de prioridad forestal.
(3). Ackermann et al., MGAP, 2016.
(4). Es una alianza entre la finosueca Stora Enso y la chilena Arauco.
(5). Plan de Gestión Forestal y Resultados de Monitoreo, Resumen Público, 2016, y Sustainability Report, Stora Enso, 2016 (MdP tiene otras 84 mil há no plantables).
(6). Informe Anual, Forestal Oriental, 2016 (UPM tiene otras 117.000 há no plantables).
(7). Ver “¿Acaparamiento de tierras? Nuevas y viejas formas de centralización de la tierra en Uruguay”. Areosa et al. 2015, Udelar.
(8). En este marco se creó una red de microcuencas experimentales para la obtención de indicadores hidrológicos y edáficos en plantaciones forestales.
(9). Si bien Brasil tiene los menores costos y es allí donde se están generando los mayores incrementos de capacidades, el acceso a la tierra está limitado para nuevos entrantes, aunque aparentemente el gobierno de Temer pretende flexibilizar esto.
(10). Ver una explicación de este paradigma en: https://findesemana.ladiaria.com.uy/articulo/2017/12/como-sera-el-futuro-productivo-y-del-trabajo-de-uruguay/.
Lucía Pittaluga | Economista, especializada en el análisis de cambio técnico y organización de la producción.