Cuando uno atraviesa la puerta de decanato de la facultad de Química acaba de ver la foto de 16 hombres. Tal monotonía será interrumpida en poco tiempo, cuando termine el mandato de María Torre y su foto pase a acompañar la de los otros decanos que sacrificaron parte de su vida para dirigir la facultad. Torre es una mujer especial, y no por el hecho de que prefiera que le digan Mariela. Como muestra, un botón: en el documento que entregó al asumir su decanato, en 2014, se proponía revertir la caída en la matrícula que se registraba desde 2008. Hoy eso se ha logrado y se inscribieron más alumnos que en años anteriores. Pero ella es cauta: cuando cualquiera trataría de sacar rédito de esos números, Mariela prefiere decir que no está clara la tendencia, que son ciclos, años en los que se inscriben más, otros en los que se inscriben menos, y que están estudiando las causas. Torre no irá por un nuevo decanato. Con esa excusa nos acercamos a conversar sobre su gestión, la carrera, la investigación y también, las prioridades en la vida.

En un país donde se ha constatado el “techo de cristal” en la ciencia, lograste ser decana de una facultad asociada con las “ciencias duras”. Tu decanato, el primero ejercido por una mujer en la historia de la facultad de Química, ¿es un mojón? ¿Sienta un precedente? ¿Tiene algo que ver que sea una carrera con una gran matrícula femenina?

La verdad que es una facultad en la que hay mayor número de mujeres, en los estudiantes y en los docentes, en todas las carreras que dictamos, por lo que sería esperable que hubiera muchas mujeres en posiciones de gobierno. Pero soy la primera en 17 decanos que han pasado, y creo que ese es un logro importante y que se trabaja, nada surge de forma espontánea. En esta facultad hay mujeres que son muy poderosas en conocimiento y en ganas, y si uno ve que se las está dejando de lado, tiene que darles ese lugar que les corresponde.

¿Pero pensás que tu llegada al decanato se dio como reflejo de cambios que se van dando en la sociedad o que se dio “a pesar de” ese techo de cristal?

La visibilidad de mi actuación en gestión se dio cuando me nombran subdirectora del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA). Ese fue el mojón importante. Al empezar a trabajar en gestión, a conocer a los decanos y a los investigadores de grados altos. Pienso que esa gestión fue la que mostró que podía dominar la cosa, y a raíz de eso creo que la facultad de Química me consideró una posible candidata para ocupar el decanato. Creo que mi pasaje por PEDECIBA fue el disparador, más allá de que llevo 40 años de docente; entré como ayudante honoraria en 1978. También influyó en que me postularan para el decanato que tenía 20 años de trabajo en la industria farmacéutica, lo que me daba también un panorama de la vida extrafacultad, de los colegas que están afuera. Probablemente eso ayudó a que los egresados me apoyaran.

Al iniciar tu mandato te proponías que la facultad de Química tuviera mayor visibilidad, buscabas un mayor vínculo hacia dentro y fuera de la Udelar. ¿Sentís que se ha logrado el objetivo?

Creo que sí. Los químicos somos un poco oscuros, nos cuesta mostrar las cosas que hacemos, pese a que lo que hacemos es interesante y de mucha utilidad para la sociedad. Era necesario que nos conocieran más para que cuando la sociedad tenga que asesorarse en algo, recurra a nosotros. Y para eso fue fundamental enfatizar la parte de comunicación. Cuando empecé el decanato traté de comunicarme con la prensa sin mucho éxito. Y me dije “zapatero a tus zapatos”. Ahora tenemos una comunicadora, con la que estamos aprendiendo tanto nosotros de ella como ella de nosotros, y ahora tengo más conocimiento de cómo se mueven estas cosas. Creo que ahora la facultad de Química está saliendo más, está mostrando a sus investigadores, los cursos que estamos haciendo, los laboratorios que hemos puesto en marcha, proyectos como el Moleculario, orientado a niños y adolescentes. Ahora tenemos una vía más libre para poder comunicar esas cosas. Es un comienzo, porque hoy tenemos una persona sola [Ángeles Blanco], pero en el futuro tenemos que tener una unidad de comunicación.

También tuvieron las charlas Química y sociedad, en las que abordaron el tema del agua, el cannabis, la contaminación de los alimentos y el uso y abuso de medicamentos...

Sí, eso me tiene muy feliz. Porque tuvieron buena repercusión. Hay directores de hospitales que han llamado a nuestra gente de farmacología para trabajar juntos. El uso y abuso de los medicamentos ha aparecido en varios artículos de prensa, mostrando que ayudamos a poner el tema sobre la mesa. Creo que eso le hace mucho bien también a nuestras carreras, porque muchas veces la gente no sabe qué hacen los químicos farmacéuticos ni qué conocimientos tienen. Por ejemplo, el año pasado estuve en la mesa donde se evaluó el Sistema Nacional Integrado de Salud tras sus primeros diez años. Ahí me llevé la sorpresa de ver que no se consideraba a la facultad de Química como una de las instituciones formadoras de salud, y explicando lo que hace un químico farmacéutico, o un bioquímico clínico, pedí que arreglaran eso. Química es una carrera que tiene que estar inserta en los temas de salud. Un químico farmacéutico está cinco años estudiando todo lo relacionado a los medicamentos y a su química, ¿cómo no vamos a tener nada que ver con la salud? Por otro lado, nos tienen que usar. El país gasta en la formación de la gente, entonces cuando hay que decidir cosas, usen a la gente que está formada. Si miramos los números grandes, 13% de los investigadores del Sistema Nacional de Investigadores es de Química [datos de ANII, 2015]. 19% de las publicaciones científicas de la Universidad son de Química. Y cerca de 25% de los investigadores de PEDECIBA son de PEDECIBA Química. Esos números cantan, muestran que somos fuertes y que tenemos que usar más a toda esa gente formada. Nuestros esfuerzos de comunicación apuntan hacia eso.

A pesar de que eras decana, tu carrera como investigadora no se detuvo. Por ejemplo, en 2016 publicaste un paper sobre cómo mejorar la actividad antimicrobial de las drogas orgánicas.

Sí, igual se baja la producción, porque esto te absorbe terriblemente.

Pero no dejaste de investigar.

No, porque es fascinante. Con cada paper, con cada trabajo publicado uno siente que tuvo un logro. Investigar es sumamente atractivo. Investigar es el rescate de la mente. Si uno entra en la vorágine del cargo, y solo hacés zapping entre los distintos problemas con los que se enfrenta, desde la administración de recursos hasta los problemas humanos de la gente con la que trabajás, tiene que parar un poco y agarrarse de lo que pueda. Y eso hice yo con la investigación. Los paper a los que te referís surgieron de reuniones a las 20.00 y hasta poco más de las 22.00. Pero no era un esfuerzo extra, era como darle glucosa al cerebro, como darle energía positiva. El que hace investigación es porque le gusta mucho. Y es algo que uno extraña en estos cargos, porque uno no puede dedicarse todo lo que quisiera. A mí me gusta estar en el laboratorio con los estudiantes de posgrado, y esas cosas no se pueden hacer siendo decana. Y se extrañan.

Hablando de investigación, otro de tus objetivos al iniciar el decanato era incentivar en los estudiantes “una actitud favorable hacia el método de investigación científica”, además de la creatividad y la curiosidad. ¿No es raro proponerse eso en una carrera que uno imagina está en el centro de las “ciencias duras”?

Los números cantan solos. De toda la masa de estudiantes, los que hacen créditos en trabajos de laboratorio en cátedras son pocos. Entonces cada vez que viene una nueva generación les digo que es lógico que tienen que formarse como profesionales y tomar las asignaturas correspondientes. Eso no es más que estudiar y dar los exámenes. Pero les digo que además no pierdan la oportunidad de hacer tres cosas: la primera es que hagan investigación. La investigación, aunque no otorgue créditos, es un plus en la formación que sólo el que lo vivió se da cuenta. Para mí los estudiantes tienen que hacer algunos de sus créditos en pasantías de investigación. Veo que falta un poco ese entusiasmo, muchas veces porque no conocen todo lo que les puede dar. Lo segundo que les digo que hagan es extensión. El bagaje que se lleva el estudiante al hacer extensión es sumamente valioso. Y lo tercero que les digo que hagan es participar del cogobierno. Muchos de los estudiantes, cuando se reciban, van a tener que defender algo en su trabajo, frente a un jefe, un gerente o lo que sea, y la formación acá dentro, de que te sepas plantar, de exponer claramente lo que querés y de defender lo que armaste o pensás, son cosas que no se hacen de un día para el otro. El cogobierno te va formando en esos aspectos. Por eso les digo: “No pasen por acá sólo haciendo los cursos; hagan investigación, hagan extensión y hagan cogobierno”. Porque les va a servir. Uno ve cómo explica algo alguien que fue docente y alguien que no lo fue y es evidente la diferencia.

Trabajaste en PEDECIBA, un programa que, junto con otras herramientas, ha dado como resultado la formación de muchos doctorados y posdoctorados. Sin embargo, los recursos no han crecido en igual proporción, ¿qué se hace con esas personas que se forman en investigación pero que no tienen recursos para investigar?

La inserción de nuestros posgrados es uno de los problemas que venimos planteando desde 2014. Nosotros formamos a la gente, los incentivamos a hacer investigación, ¿y después qué? No todos pueden ser absorbidos por la Universidad, no sólo por falta de recursos sino también de espacios. Esta facultad ya nos queda chica. Hay lugares en los que no pueden tener más estudiantes investigando porque no entran físicamente. Hicimos un grupo para promocionar las carreras de posgrado y hemos tratado todo este tiempo, no sé con cuánto éxito, de que las instituciones públicas y privadas vean el plus de esos investigadores. Porque son cinco años más de estudio, una maestría dos o tres más; son personas que investigaron, que publicaron. Y acá en los concursos de algunas instituciones públicas, y a veces privadas o semi, no puntúan los posgrados en los currículums, o a veces queda a criterio del tribunal de ese momento. Ahora estamos haciendo un relevamiento de todas las instituciones para ver cuáles computan los posgrados en su evaluación. Eso no sale dinero. Y estamos pensando en pedir una audiencia en la comisión de ciencia de Diputados.

¿Cuál considerás que es el mayor logro de tu gestión y cuál el desafío más urgente que va a tener que atender el próximo que ocupe el decanato?

Creo que la apertura de la facultad hacia el medio fue importante. Además de lo que ya conversamos, participamos de todas las mesas de salud y deporte que convocó el Ministerio de Salud Pública [MSP], y eso provocó ciertos cambios. Hoy el MSP nos toma como referencia en varios temas. También estamos recibiendo muchísimas consultas judiciales, por ejemplo sobre el cannabis, sobre contaminación de aguas, sobre pesticidas, sobre problemas que han habido con fármacos con etiquetado. Piden nuestra opinión para determinar si se trata de negligencias, de errores evitables, de imponderables. Cosas como esas son indicios de que estamos teniendo otra visibilidad. Por otro lado, lo más importante que no pudimos lograr fue obtener recursos, y me refiero a toda la Universidad. Teníamos un montón de proyectos cuando asumimos en 2014, como tenían muchas facultades, y la verdad que los recursos fueron pocos. Pero además de que eran pocos, lo que realmente nos afectó fue no haber tenido un panorama económico para los cinco años, lo que no nos permitió planificar nada. Creo que fue la primera vez que sucedió eso, y la verdad que me tocó fea en ese sentido. Hubo un pequeño fortalecimiento en 2016, pero luego no tuvimos un panorama claro y no pudimos hacer un montón de cosas que teníamos pensadas, como lanzar nuevas carreras. Por ejemplo, teníamos pensado lanzar una carrera de grado de biotecnología, o cursos de farmacoeconomía, algo importantísimo dada la cantidad de dinero que el país gasta en medicamentos... pero sin recursos no se puede. Y no es sólo el monto, sino el poder tener una planificación. Espero que quien me suceda no pase por eso.

¿Por qué no te postulás para otro período de decanato?

Mi situación familiar ha cambiado. Toda mi vida dije que quería tener nietos, y en los últimos tres años tuve seis. Soy media workaholic, si me quedo acá voy a seguir absorbida por lo que implica el cargo, porque me gusta estar en todo. Quiero que me quede un poco de energía para la familia. Lo pensé mucho, y en la evaluación esto pesó mucho. Y no es algo que tenga que ver con el género; con mi esposo somos iguales en ese sentido, disfrutamos mucho de los niños. Estoy observando a mis nietos más de lo que observé a mis propios hijos. Me fascina la frescura de su cabeza, de cómo retienen cosas, de cómo las asocian. Quiero más tiempo para aprovechar eso.

Termina tu decanato, ¿ahora qué?

Quiero seguir con mis estudiantes de posgrado, y quiero seguir relacionada con la parte de investigación sin duda. También me gustaría seguir relacionada con algunas comisiones, como la de género que hemos formado.

¿Por qué estudiar Química hoy?

Cada vez que ingresa una generación les digo que es una suerte que hayan elegido Química. La carrera ofrece un potencial enorme de temáticas, de trabajo que puede favorecer a la sociedad. Además van a tener empleo casi seguro. Y al que le guste la investigación, acá va a encontrar equipos sólidos, caminando, en los que se va a poder insertar para poder hacer cosas muy importantes y muy útiles. Además, estoy convencida de que al químico le faltan muchos papeles por jugar, y los responsables de esos nuevos papeles son las nuevas generaciones.

Etiquetado, ingenieros de alimentos y ética

En una nota sobre las investigaciones llevadas adelante por un equipo interdisciplinario para tener insumos para el decreto de etiquetado de alimentos (publicada el 17 de marzo con el título “Lo que importa es lo de afuera”), el ingeniero de alimentos, docente de la facultad de Química e investigador Gastón Ares dijo que ante la epidemia de enfermedades no transmisibles, como la obesidad, a los ingenieros de alimentos “les enseñan a desarrollar productos que les gusten a la gente”, pero no a cuestionar las implicaciones de lo que están haciendo. En ese sentido, señaló que son cuestiones que “tienen que ver con la ética” y que “ningún ingeniero en alimentos se forma en eso”.

Los dichos motivaron que la Comisión Directiva de la Asociación de Ingenieros Alimentarios del Uruguay (AIALU) enviara a la diaria cuatro puntualizaciones:

1) El aseguramiento de la inocuidad alimentaria constituye uno de los pilares fundamentales de la profesión, siendo múltiples las asignaturas de la carrera que abordan la temática en sus diferentes dimensiones.

2) El efecto que genera en la salud el consumo de los alimentos es asimismo estudiado en diversas asignaturas y constituye un componente elemental del plan de estudios y la profesión. De hecho, existen dentro de la Universidad de la República líneas de investigación integradas por colegas, cuyo fin es reducir, mediante la aplicación de la ingeniería alimentaria, el impacto negativo que genera el consumo de ciertos macro y micronutrientes en el organismo. En este sentido, la ingeniería alimentaria constituye una herramienta para la producción de alimentos más saludables.

3) Tanto el aseguramiento de la inocuidad como el efecto que genera el consumo de los alimentos en la salud son insumos fundamentales para el adecuado diseño y desarrollo de un alimento, estando el profesional ingeniero alimentario, en virtud de su formación científica, adecuadamente capacitado para lograr productos adaptados a las necesidades del consumidor, más saludables y a la vez inocuos.

4) La contribución a la mejora de la salud de la población es y debe ser una prioridad para todo profesional alimentario, quien debe utilizar como herramientas para su labor los fundamentos científicos sólidos, así como la ética profesional.

Teniendo en frente a la decana de la carrera, le formulamos una pregunta vinculada al tema.

Hace poco, un egresado y docente de esta facultad dijo que, al menos en la carrera de Ingeniería de Alimentos, el peso de la ética era un poco débil, sobretodo teniendo en cuenta la incidencia de la alimentación en las enfermedades no transmisibles. ¿Es un punto a trabajar la formación ética de esos profesionales que luego pasarán a la industria?

Creo que hay vetas en las que deberíamos enfatizarlo. En la parte de químico farmacéutico y de bioquímico clínico te diría que no estamos ausentes. Tenemos asignaturas que abordan el tema y también está la Unidad Académica de Enseñanza y Estudios Jurídicos (UNAEJU), que además de temas gerenciales del manejo del profesional, da temas de ética. En la parte de Ingeniería de Alimentos quizás sí, porque ellos no toman esas asignaturas en las que se les da toda la parte de ética. Puede ser que tenga razón, y que en la parte de alimentos quizá falten componentes de este estilo. Nos faltan muchas cosas, y eso te da posibilidades de seguir creciendo y de ir sumando.