CHUPITO: –¿Vos estás a favor de la contaminación ambiental?

CHUPAME: –No, estás loco, ¿cómo voy a estar a favor de eso?

CH: –Claro, sos de izquierda.

CH: –Sí, soy re de izquierda.

CH: –Y yo soy más de izquierda.

CH: –Sí, y yo... yo tengo un tío que es de izquierda.

CH: –No, no, pero lo que se dice de izquierda, soy yo. En mi casa hasta el perro es de izquierda; cuando te ladra para pedir comida, te levanta la pata con el puño cerrado.

CH: –Y yo, en mi casa, hasta mis plantas son de izquierda. Cuando las riego tengo que esperar a que se junten a votar para elegir a la primera que tiene que ser regada.

CH: –¿Y yo? Cuando hago pizza en casa, soy tan de izquierda que pico la cebolla en partes exactamente iguales.

CH: –Y yo, papá, si seré de izquierda que respeto todos los semáforos.

CH: –Eso no es de izquierda. El respeto a los semáforos, disculpame que te lo diga, es de derecha. Vos respetás el statu quo del tránsito. El automovilista es un enemigo de la revolución, eso lo leés en cualquier libro.

CH: –No, disculpame, pero me parece que te estás yendo al carajo, ¿viste? El respeto al semáforo es respetar al obrero que es el semáforo, que está como un soldado de la revolución parado en cada esquina, porque será una máquina programada, pero es amiga del bien común, con vocación de servicio, tratando de aplicar justicia, porque si el tránsito es un reflejo de la sociedad, el semáforo busca la justicia social y la equidad.

CH: –Nada que ver, nada que ver. El semáforo es un agente del imperio, parado en cada esquina para controlarnos e indicarnos cuándo y dónde debemos cruzar o quedarnos parados.

CH: –Bueno, no sé, yo soy de izquierda porque viajé con Marx.

CH: –Y yo viajé en el 370 apretado contra la puerta, por eso soy de izquierda.

CH: –Sí, yo soy de izquierda porque tomo mate todos los días.

CH: –¿Todos los días? ¡Uh! Pero vos... sos un poco radical, ¿no?

CH: –Un poco.

CH: –¿Y si algún día te sentís mal y tenés gastritis?

CH: –Trato de tomar igual.

CH: –Ta, pero si algún día venís que no podés más...

CH: –Bueno, sí, ahí aflojo un poco.

CH: –Ahhh, mirá el combatiente de todas las horas... Qué vendido que resultaste, por un simple malestar ya largás todas tus convicciones a la mierda... ¿Ves? Otro izquierdista de la boca para afuera.

CH: –Ah, ¿vos no?

CH: –Ehhh... No, yo no...

CH: –¿Por qué?

CH: –Porque... voy a todas las marchas.

CH: –¿A todas?

CH: –Sí, a todas.

CH: –¿Y cómo hacés? ¿No laburás?

CH: –Sí, laburo, soy policía; tengo que ir a todas las marchas porque voy a controlar.

CH: –Ahh, pará, pará, pará... ¿Sos policía y sos de izquierda?

CH: –¿Qué, no se puede?

CH: –No... Sí... Bah, yo qué sé... No sé, es como raro...

CH: –Es un laburo. ¿Qué, hay que ser carnicero para ser de izquierda? Si cualquiera dice que es de izquierda, ¿por qué yo no puedo?

CH: –Es verdad, luchemos por un mundo en el que todos podamos decir que somos de izquierda.

CH: –Sí, sin discriminación de raza, sexo, género ni ideología política ni filosófica.

CH: –Todos podemos decir que somos de izquierda.

CH y CH: –Y vos, ¿qué estás esperando?